Nancy Jaramillo se crió en Puerto Madryn y creció viendo como marineros regalaban comida a su hermano. Esa postal se grabó en su memoria. Siempre le había gustado el mar y la urgencia de tener que alimentar a su hijo siendo todavía una joven de 17 años la llevó a construir una carrera que impulsó la igualdad para las mujeres en el ámbito marítimo.
Por Azul Paci
Tuvieron que ir a buscarla hasta su casa porque no había dejado ningún número de contacto. No sólo nunca había tenido un teléfono, sino que la puerta que el empleado de la empresa tocaba esperando encontrarla era la primera de su familia, con quienes había vivido en un colchón de dos plazas, en “carpitas”, hasta que cumplió seis años.
Nancy Jaramillo tenía diecisiete años y un bebé que no paraba de llorar porque tenía hambre. Sabía que el té no lo llenaba, pero entre las clases particulares, las horas como empleada doméstica o niñera y los días que repartía carbón, no tenía casi tiempo para amamantarlo. “Me voy a alistar en alguna fuerza”, pensó, con la esperanza de garantizarse un sueldo, pero las puertas se cerraban cada vez que los oficiales escuchaban la palabra mujer o madre.
En la Prefectura le pasó lo mismo, pero al menos le dieron la opción de hacer un curso de camarera para probar suerte y, por supuesto, lo tomó. No sabía ni lo que significaba. Comenzó a estudiar y a hacer malabares, entre su hijo Amiel, los trabajos que todavía no podía dejar y las clases durante cuatro meses. Con muchísimo esfuerzo lo consiguió, sacó su libreta y subió por primera vez a un buque en 1996.
Historia
No quería que la historia de sus padres, que “laburaban” todo el día, y sus cinco hermanos se repitiera. No quería pan duro, un pozo como baño, ni un cartón de cama para su hijo. No quería que tuviera que calentar el agua en una cocinita de kerosene, que luego llenaría termos a la hora de cenar para llenar la panza.
“Nunca alcanzaba. Cuando mi mamá era empleada doméstica solía llevarnos a las casa donde trabajaba para limpiar con el pretexto de que la comida que sobrara nos la podíamos comer. Pasamos mucha hambre de niños. Era normal un saco de té en más de un litro de agua. Íbamos a comer a comedores infantiles. En realidad, yo quería ser presidenta para que nadie más sufra así, pero, un día, fui a caminar a la playa, vi un barco y pensé en navegar”, recuerda.
Pero su historia no está marcada por los paisajes, sino por la necesidad. Si bien lo pensó, su motor no fue conocer nuevos lugares o viajar. “Mi hermano se iba al muelle a pescar y, cuando veía algún barco, siempre le daban comida y nosotros no podíamos creerlo. No entendíamos cómo los marineros podían darle de comer. Entonces, también tenía esa idea de que si me embarcaba no iba a pasar hambre”.
Salió al mar por primera vez un viernes. Desconocía cuál era la empresa, qué ropa tenía que llevar, cuántos días iba a estar fuera de casa. Las prendas que llevaba eran su “ropa de salir, algo más o menos como la gente”, pero hoy recuerda que eran como las que se pone para “ir a ayudar a la huerta” de su mamá, y un jabón blanco. Al llegar le dieron 50 pesos, casi se infarta. Enseguida, sin saber que era el viático, entregó el dinero a sus padres para que compraran alimento a su hijo, que estaba parado entre ambos. Ella no comió en todo el viaje. Era – es – muy vergonzosa para pedir.
Alegría
Al llegar a Mar del Plata, le dieron otro billete, su corazón volvió a dar un vuelco. “Llamé a lo del vecino para hablar con mis papás y me preguntaron ¿Qué te hacen hacer para que te den tanta plata”. Les dije que no sabía y que iba a ir al medio del mar. Los guardé como oro, todos se reían y me preguntaban por qué no los gastaba. Era febrero cuando subí al Antonio Alvarez y salimos a zona de pesca al sur. Ahí conocí por primera vez a un barco, no me había subido ni a un bote”, cuenta.
Después de meses de ignorar espejos para no verse las costillas marcadas por tanto vomitar a bordo, sacó fuerzas de dónde no tenía y decidió que iba a ser marinera. En Prefectura, volvieron a decirle que no porque era mujer, pero amenazó con mandar un abogado y pudo rendir. Ahora, se encuentra al frente de una embarcación como capitana y asegura: “Cuando uno se pone a recordar es muy loco. Tenía miedo hasta de subirme a la escalera para ingresar al barco. Hoy, soy la encargada de comandarlo. Es sorprendente”.
“Comenzó como una necesidad, después se convirtió en un oficio, y llega un momento en que se vuelve una pasión porque significa que vos te pudiste superar, que pudiste salir de lo más abajo. Ya no me llevan en un barco, yo llevó a otros tripulantes y siempre pienso que más de uno debe estar en la situación en la que estuve. Es una gran responsabilidad pescar, producir, para que ellos también ganen. Soy exigente, no me permito errores porque le pueden costar la vida a alguien o menos plata para quienes pasan tanto tiempo fuera de su hogar”, considera.
“Ser la única capitana mujer pesa mucho. Hay veces que siento que tengo que vivir defendiendo mi lugar. Siempre pienso en esas chicas que están donde yo estuve y eso me impulsa a seguir manteniendo abiertas las puertas para ellas. Sus mensajes son un mimo al alma. Les digo que se puede y que hay que seguir en este camino de la inclusión en un ámbito totalmente masculino. La primera siempre va a recibir todos los golpes, alguien lo tenía que hacer. Si nadie se anima a dar el primer paso, todo sigue igual. Sigamos abriendo puertas o ventanas”, destaca.
Nancy Jaramillo se transformó en 2017 en la primera mujer del país con el título de «Capitán de Pesca». “La cosa majestuosa”, como llama al mar, cambió su vida. Y así lo hizo ella, con su esfuerzo y decisión, allanando el camino para cientos de mujeres. En lugar de quedarse en un lugar cómodo, se convirtió en una de las voces más autorizadas para reclamar desde Mar del Plata por la «igualdad de condiciones para las trabajadoras del mar».
Pasó de limpiar baños al sillón principal en el puente.Actualmente, es capitana del Esamar 4 y este año se sumaron a su lista de logros reconocimientos del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) y del Honorable Concejo Deliberante de General Pueyrredon que valorizan su historia y trayectoria.