Esto es posible gracias a la identificación de «biomarcadores» o indicadores biológicos -como la proteína TAU y las beta amieloides- presentes durante su «fase silenciosa» o preclínica, la cual puede anteceder hasta en dos décadas la de los síntomas exteriores observables.
Los criterios de detección de la enfermedad de Alzheimer, la más frecuente de las demencias, experimentaron una profunda transformación en la última década al punto que hoy es posible llegar a un diagnóstico presuntivo entre 15 y 20 años antes de que se manifiesten los primeros síntomas clínicos de pérdida de la memoria, según explicaron especialistas.
Toda esta revolución tuvo lugar gracias a la identificación de «biomarcadores» o indicadores biológicos -como la proteína TAU y las beta amieloides- presentes durante su «fase silenciosa» o preclínica, la cual puede anteceder hasta en dos décadas la de los síntomas exteriores observables.
«Lo más novedoso en materia de diagnóstico es que hoy existen biomarcadores que permiten algo surrealista, que es diagnosticar la enfermedad con certeza y precocidad antes que suceda», dijo a Télam el médico psiquiatra y decano de la facultad de Medicina de la UBA Ignacio Brusco.
A partir de allí, es posible «retrasar ese comienzo a través de la combinación de una medicina de alta tecnología y técnicas de atención primaria», lo que redunda en una mayor sobrevida y una mayor calidad de vida.
Por su parte el médico neurólogo Juan Ollari, quien tiene a su cargo el Centro de Neurología Cognitiva (Ceneco) del Hospital Británico de Buenos Aires, explicó que si bien «los criterios diagnósticos han cambiado a nivel mundial y hoy se basan sobre todo en biomarcadores» rastreables a través de estudios de imágenes o del líquido encefalorraquídeo, éstos aún «no están aprobados para uso clínico por la Anmat».
«Se puede hacer (los estudios de biomarcadores) porque están disponibles, es decir, se puede por hacer una tomografía por emisión de positrones (PET) o se puede hacer una punción lumbar para determinar presencia de beta-amiloides o de la proteína Tau, pero no fueron oficialmente aprobados -creo que por cuestiones de costos-, los tiene que afrontar el paciente y son relativamente caros», explicó Ollari.
Técnicas diagnósticas menos invasivas
Las investigaciones científicas a nivel mundial también están abocadas al desarrollo de técnicas diagnósticas menos invasivas que la punción lumbar «que implica un riesgo», y ya hay «algunos trabajos que están evaluando la medición (de los biomarcadores) por análisis de sangre y saliva», aunque «están muy en pañales».
Que el Alzheimer sea una demencia implica que es una enfermedad caracterizada por «el deterioro grave de la capacidad mental en diferentes aspectos cognitivos y conductuales, con la suficiente severidad para interferir en el funcionamiento en las actividades de la vida diaria», según la definición de la «Guía para el abordaje de personas que presentan la enfermedad de Alzheimer y otras demencias» publicada el año pasado por PAMI.
Alrededor del 70% de las personas con demencia padecen Alzheimer, una patología gradual, crónica, neurodegenerativa, incurable y terminal que está relacionada con la acumulación de sustancias tóxicas en el cerebro, tales como las proteínas beta-amieloide y las proteínas tau.
Según estimaciones de la Alzheimer’s Disease Internacional (ADI), en Argentina unas 503.000 personas padecen la enfermedad.
Síntomas y factores de riesgo
Los síntomas van agravándose con el tiempo: comienzan con dificultad para recordar información recién aprendida, prosiguen con problemas en el uso del lenguaje y desorientación, suceden luego cambios en el humor o el comportamiento y dificultad en la toma de decisiones, para arribar a una última etapa en la que el paciente ya no puede caminar y tiene problemas de deglución.
En cuanto a los factores de riesgo, el principal es tener más de 65 años, aunque también hay condicionantes genéticas.
«La prevalencia es de solo el 5% a los 60 años mientras que, a los 80 años, se da en más de la mitad de la población», explicó Brusco.
Otros factores de riesgo
A esos factores de riesgo no modificables, se agregan otros de carácter modificable como la salud cardiovascular -hipertensión, diabetes, colesterol, tabaquismo, obesidad-, el sedentarismo, una dieta no saludable, déficit de estimulación cognitiva o de horas de sueño.
«Se ha comprobado que el ejercicio aeróbico programado de al menos 20 minutos 4 veces por semana duplica los tiempos para la evolución de la enfermedad, que la existencia de redes sociales de contención reduce 6% las probabilidades de desarrollar Alzheimer y que la pérdida auditiva las aumenta un 7%, un poco menos que el estrés y la depresión (3 ó 4%)», dijo.
«Hoy por hoy todos los criterios diagnósticos internacionales piden la presencia de biomarcadores porque a nivel de análisis clínico hay muchas patologías que pueden parecer un Alzheimer y no serlo; y la única posibilidad de diagnosticarlo con certeza -hasta ahora- era la anatomía patológica (cerebral, ya con el paciente fallecido)», explicó Ollari.
En cuanto a los factores géneticos, Brusco explicó que a diferencia de los biomarcadores, «no marca detección sino riesgo» aumentado de padecer la enfermedad.
«En algunos casos, la enfermedad de Alzheimer se asocia en ciertas fallas genéticas que pueden ser transmitidas de padres a hijos y que coinciden con cuadros de comienzo temprano -a los 50 ó 55 años-; pero representan entre 3 al 4% de las formas de la enfermedad, son rarísimas», dijo Ollari.
Tratamiento
En cuanto al tratamiento, éste se divide en farmacológico y no farmacológico.
«El tratamiento farmacológico ataca dos patas de la enfermedad: para la pata cognitiva solo hay tratamientos que tienen como finalidad demorar, retrasar o hacer más lenta la progresión de los síntomas; mientras que para la pata conductual lo que se recomienda es medidas en lo posible no farmacológicas, que pueda lidiar con sus problemas con otras herramientas», dijo Olleri.
En ese sentido, Brusco apuntó que «hay retiro de medicación que hace daño, como los antisicóticos, que se daban con liviandad» hasta que se demostró que «duplican la mortalidad a los tres años de usar esos medicamentos» en pacientes con Alzheimer.
«Antes, el Alzheimer se diagnosticaba más tarde, no había tratamiento especializado, el paciente evolucionaba librado a su suerte. Hoy se diagnostica mucho antes y al empezar el tratamiento más temprano garantizamos un enlentecimiento de la progresión de la enfermedad», concluyó Ollari.