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noviembre 23, 2024
El País Lo de Allá

«Francoise y Bernard», un libro que recupera la vida y la obra de dos liristas de la imagen

Material muy distinto, inconexo, de diferentes vertientes y forma, «un buen tiempo creí que no iba a saber cómo amalgamar todo eso, cómo encontrar el discurso o la ruta», dice el editor.

Por Dolores Pruneda Paz

La emblemática publicación fotográfica Dulce Equis Negra acaba de editar «Francoise y Bernard», un libro único y hermoso que reúne fotos y textos de 30 fotógrafos, escritores y pintores de tres continentes en torno a la figura de la gran fotógrafa francesa Francois Nuñez, fallecida hace un año, y del maestro francés de fotografía Bernard Plossu, compañeros de vida y de arte.

Ella era quien revelaba las imágenes que él tomaba: un recorrido sobre el amor -filial, romántico, fraterno- «sustentado en un intento por reformular la relación con la muerte física», dice a Télam el editor Marcos Adandía.

«El libro funciona como un abrazo, una reunión de gente querida -explica Adandía-. Surgió en auxilio de un amigo, que es Bernard. Francoise murió de una enfermedad muy rápida, el 23 de diciembre pasado, tenía 64 años, fue casi instintivo asumir el movimiento y hacer este libro con amigos. Fue todo muy vertiginoso, cuando en enero hablé con él seguía esperando encontrarla en algún lugar de la casa, fueron más de 40 años de convivencia».

Pero además, «fue un intento por reformular la relación con la muerte física, de fortalecerse en consejos, palabras y miradas que proponen que la muerte es una continuidad, una forma distinta del espíritu, y como verdaderamente uno no sabe de qué se trata, de un tiempo a esta parte he ido tratando de fortalecer el sentimiento de que es así, de que morir es nacer a otra forma de la existencia», dice el fotógrafo nacido en Buenos Aires en 1964, director de la revista que en 2005 tomó el título de uno de los versos de «Juramento», poema del libro «Un fuego de origen desconocido», de Patti Smith.

Este número especial, precisamente, de tapa dura forrada en tela rústica verde, abre con una cita de Nick Cave: «El árbol de la vida está creciendo donde el espíritu nunca muere», del tema «Death is not the end», algo así como «la muerte no es final».

Nacido en 1945 en Vietnam, Plossu fue esencialmente un fotógrafo de viajes (California, Sahara, México, Nevada, Níger, India), forma parte del grupo selecto de «maestros» de la Historia de la fotografía. Pareciera, como Francoise (1927-2021), fotografiar lo invisible. El abordaje de la fotografía en los dos era similar: «andar por la vida cruzándose con energías que los llamaban, una cosa muy distante al fotoperiodismo, si querés, que sale a buscar determinado objetivo», dice Adandía.

A diferencia de la mayoría, Francoise incluida en ella, «Plossu prescinde de las nociones estéticas de la luz, es un fotógrafo del Mediterráneo que trabaja las luces altas del mediodía de una manera casi opuesta a como por lo general mira la mayoría de fotógrafos; parece fotografiar evocaciones de algo, no la cosa en sí, recorre la luz y las formas de una manera muy despojada y poética -describe-. En la fotografía de ella vas a encontrar una cosa más sombría, más nocturna. Eligen distintos momentos para trabajar. Y ella a la vez le hacía el laboratorio a Bernard, lo que le da una importancia extra».

«Ella se formó como fotógrafa a la luz de Bernard y es difícil separarse de una impronta tan marcada, pasó años copiando y copiando fotos de él, un trabajo muy importante dentro la fotografía analógica porque en el laboratorio se termina de ajustar la intención, una dirección de qué es aquello que se está queriendo decir. De alguna manera ellos recorren una mirada fotográfica muy hermanada, muy cercana», indica el editor.

Plusso contó más de una vez que su manera de comprender la fotografía nacía de los estímulos de infancia, para él era necesario buscar detalles que recrearan el mundo como lo conoció por primera vez. «Cada autor tiene su manera -dice Adandía-, en general la fotografía de Bernard es muy luminosa y liviana como una caricia. Tal vez ella tenía una carga de dolor».

«Qué es la fotografía sino este rebote de una mirada sobre las cosas y su transformación de materia en interioridad -escribe el sociólogo David Le Breton-. En Francoise Nuñez la imagen no está muy alejada del tiro al blanco o del karate, es una práctica de la despreocupación justamente por la profunda continuidad de la mirada y del mundo» da cuenta de «la continuidad de las cosas y de su continuo cambio. Del mundo no hay que captar lo que dura, sino lo que pasa, pues todo es metamorfosis».

No se trata, en su imagen, de imponer un punto de vista sobre el objeto, asume Le Breton en el texto que escribió para este número de Dulce Equis, no se trata para Francoise «de detenerlo por fuerza», sino de formar parte de su movimiento». «Algo del fuego está presente en lo inacabado de los gestos», en esas imágenes «que sólo retienen el fulgor».

¿Cómo se armó el libro? «Durante casi un año estuvimos recibiendo material -cuenta Adandía-. Bernard fue sugiriéndome y contactando a las y los autores. Recibimos muchísimo porque no sabían exactamente qué mandar, es el material con el que cada uno contaba y con el que sentía que podían asociarse a este propósito. Gente de Australia, Francia, España, Estados Unidos, Brasil, Inglaterra, fotógrafos, pintores y escritores de montones de lugares».

Material muy distinto, inconexo, de diferentes vertientes y forma, «un buen tiempo creí que no iba a saber cómo amalgamar todo eso, cómo encontrar el discurso o la ruta», dice el editor.

«De a poco las cosas se fueron asentando, hubo textos que fueron hilvanando todo, recorriendo el libro de principio a fin. Los textos que llegaron de afuera refieren más que nada al trabajo de François y en algunos casos a las fotos de Bernard. Una vez que tuve algo armado, un bosquejo, conversamos bastante con la escritora Florencia Wlafischwolfish cuál era la idea. Básicamente el recorrido era el amor y fuimos trabajándolo, esencialmente imágenes con textos abiertos», describe.

Son muchos los que participaron, hija, hijo, amigas, colegas, amigos, la joven fotógrafa y discípula de Nuñez, Melania Avanzato, por ejemplo. «En su silencio y en su humildad Francoise era una gran maestra, hay gente que funciona así, que enseña desde la humildad y desde el silencio, yo creo que son los mejores maestros», dice Adandía.

«Muchas personas mandaron fotos relacionadas a su familia -grafica-, su manera de estar fue aportar imágenes de sus seres queridos, como una forma de abrazo. En el espacio que queda dentro del abrazo está lo que uno ama y mucho de lo que enviaron es un poco eso».

La fotografía, para él, «tiene ese valor de resistencia obcecada de permanecer en la imagen física o en algo energético de las cosas. Te pasa cuando ves imágenes de gente querida que ya no está y se te complican un poco las lógicas formales, son muchas las cosas que no corren en forma lineal. Las estructuras que tenemos estandarizadas y mecanizadas en nosotros son tabulaciones de un sistema que lo necesita así para que lo entendamos, pero en el universo todo es circular, la memoria, el tiempo y el recuerdo también», dice. Y algo de eso hay en este libro.

«Las cosas pueden ser de tantas maneras, según cada cultura la relación con la muerte es diferente. Algunas culturas le danzan, otras le cantan con frecuencia para mantener la conexión de un corazón a otro, del recuerdo con otra memoria. Y este libro llegó un poco así, para continuar el abrazo, la posibilidad de reír, de seguir buscando la complicidad en este invisible que, al fin de cuentas es un misterio, y que, para mí, se acerca a la decisión de que tomemos las cosas que nos hagan mejor», concluye.

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