Paula Giménez, psicóloga y becaria del CONICET, quien investiga el consumo de alcohol en adolescentes, analiza la situación de consumo actual y algunas posibles acciones para disminuir los riesgos en esta población de cara a las fiestas de egresados y la temporada de verano.
Paula Giménez es licenciada en Psicología y becaria doctoral del CONICET en el Instituto de Psicología Básica, Aplicada y Tecnología (IPSIBAT), dependiente del CONICET y la UNMDP. Allí investiga el consumo de alcohol en personas jóvenes y publicó recientemente, junto a otros especialistas del Instituto, un artículo donde evalúan la eficacia de “Intervenciones Breves” para motivar cambios en el consumo de alcohol en esta población.
Giménez indica que la edad de inicio de consumo de alcohol en Argentina es cada vez más baja, actualmente se ubica en los trece años, y afirma que este cambio podría generar una mayor probabilidad de tener problemas en la etapa adulta, considerando que el cerebro de los adolescentes está en desarrollo hasta aproximadamente los veinticinco años.
“El consumo durante esa edad afecta los procesos cognitivos y puede ser peligroso tanto para la persona, en este caso el adolescente, como para su entorno porque, como sabemos que el consumo de alcohol puede generar incidentes de tránsito, problemas de violencia, o dejarse llevar por impulsos sin calcular los riesgos de sus conductas”, señala Giménez.
La especialista cuenta que Argentina tiene una cultura de consumo de alcohol que se conoce como Mediterránea, lo cual se traduce en una gran aceptación por el consumo de esta sustancia de manera frecuente en reuniones sociales y en soledad de manera periódica con una brecha de consumo entre hombres y mujeres cada vez menor. Sin embargo, según informes internacionales, en el caso de los más jóvenes, la ingesta se denomina episódica: consumen grandes volúmenes en ocasiones aisladas.
“Hemos encontrado que uno de los principales problemas que trae este tipo de consumo en adolescentes son los episodios de amnesia, es decir, que no recuerden lo que hicieron después de la ingesta de alcohol. En un estudio que realizamos desde el grupo de investigación comparamos estas situaciones entre estudiantes de nivel secundario y universitario y esa problemática aumenta casi el doble con la edad. Lo más preocupante es que esta situación es considerada como divertida o positiva y eso trae otros problemas como tener relaciones sexuales sin protección o exponerse a situaciones de violencia”, detalla Giménez.
Desde el grupo de investigación “Sustancias psicoactivas y lesiones por causa externa” realizan y evalúan la efectividad de “Intervenciones Breves”, un conjunto de herramientas que desarrollaron para disminuir el consumo de esta sustancia y que luego fue plasmado en un artículo que publicaron en la Revista de Psicología Clínica con Niños y Adolescentes.
La psicóloga explica que las intervenciones se realizan en quince minutos y consisten en diez preguntas que evalúan el nivel de consumo y, de acuerdo a los resultados, se toman decisiones. Las intervenciones pueden ser llevadas a cabo por personal del ámbito de la salud y la educación que se haya capacitado previamente. Cuando en el primer paso se detecta un consumo de riesgo, se realiza una intervención propiamente dicha, en la que se emplean distintas herramientas utilizando un estilo empático, sin prejuicios y basadas en la compresión y motivación para modificar los niveles de consumo.
“En esta instancia se buscan las razones personales que el adolescente tiene para dejar de beber alcohol o reducir su consumo y se lo invita a pensar en las consecuencias negativas que este le trae. A partir de ese diálogo, la persona elige una meta concreta que puede ser no tomar nada de alcohol o no superar determinado nivel de ingesta. Además, se realiza psico-educación, que consiste en recomendaciones basadas en la reducción de daños”, reflexiona Giménez.
Los resultados de las intervenciones breves, que se encuentran en el último artículo que publicó junto a Karina Conde, Raquel Peltzer, Romina Brandariz y Mariana Cremonte, también integrantes del IPSIBAT, muestran que esta herramienta es efectiva. En el análisis hallaron que las personas que recibían la intervención reducían el consumo con buena aceptación.
“Encontramos que modifican determinantes del consumo, como las normas sociales relacionadas con las creencias que los adolescentes tienen sobre sus pares y sobre la aceptación del consumo de alcohol en las familias. Suelen creer que sus pares consumen mucha cantidad de alcohol, y por eso se ven presionados a consumir y estas intervenciones modifican esas percepciones”, señala la especialista.
Giménez indica que es recomendable que los adolescentes cuenten con el acompañamiento de adultos para hablar si consideran que tienen un consumo problemático. “Es necesario no validar el consumo de alcohol, no naturalizarlo pero tampoco juzgarlo. Existe la creencia de que es mejor que si van a tomar sea en casa porque están controlados y protegidos y eso genera una falsa idea de control sobre él. Por el contrario, es importante poder dialogar sobre el consumo de alcohol y seguir algunas recomendaciones como tomar agua junto a la ingesta alcohólica, no hacerlo desde un recipiente común, porque se pierde el control y no hacerlo con el estómago vacío”, analiza la psicóloga.
Giménez explica que la reducción del consumo de alcohol requiere de medidas que exceden las decisiones individuales, que incluyen la reducción de bocas de expendio, evitar la publicidad en programas y canales de televisión, pero también en las redes, que es una de las formas más innovadoras en que la industria capta el consumo adolescente. Según la especialista, una de las causas del aumento en el consumo de alcohol radica en la falta de regulación sobre la industria y la falta de control de las normativas existentes.
”La industria presiona para que los menores consuman alcohol. En estudios en los que analizamos las campañas de responsabilidad social que realizan las empresas terminan siendo publicidades encubiertas. Además de realizar estrategias que no son efectivas”, sostiene Giménez.
Por otro lado, entre las posibles medidas para reducir el consumo de alcohol la especialista señala que se pueden aumentar los precios de estas bebidas a través de los impuestos. También se puede reducir la disponibilidad de las bocas de expendio de alcohol, una medida que ya demostró desalentar el consumo, como así también disminuir la disponibilidad horaria, una medida que en Mar del Plata ya existe desde hace varios años.
Para Giménez, así como para el resto del grupo de investigación, es importante investigar la temática porque si el consumo de alcohol continúa en aumento habrá muchos problemas relacionados a la salud.
“Hablamos de más de doscientas enfermedades que están relacionadas con el consumo y sesenta que se explican directamente por el consumo de alcohol: desde cáncer a enfermedades hepáticas. Y si la edad de inicio es cada vez más baja eso predispone a que el futuro no sea muy prometedor, además de las lesiones que se pudieran generar a ellos o a terceros bajo los efectos de esta sustancia”, concluye.