Por Laura Romeo
Soy Laura, marplatense de raza. Docente, y amante de mi profesión, hoy ya jubilada. Me gusta recordar cómo eran los espacios y lugares en los que niños y niñas participaban, como son los actuales en donde crecen, aprenden y se desarrollan, los cambios a lo largo del tiempo de los escenarios en las ciudades.
Mi familia habita estas tierras increíbles, desde hace 112 años, cuando mi nono llegó en barco desde Italia.
Me animo a afirmar que poseemos todo para decir que Mar del Plata es la ciudad Feliz para que los niños y niñas también lo sean. Playa, mar, sierras, laguna, historia, cultura, deporte y ciencias. Una ciudad que es un aula a cielo abierto para múltiples aprendizajes para nuestras infancias.
Un montón de opciones
Recorrí mi niñez entre asados familiares, en el Parque Camet, la Sierra y la Laguna de los Padres. Allí jugábamos con los primos a la pelota, y aprendimos a andar en bicicleta sin rueditas, empujados alternadamente por algún adulto dispuesto.
Los veranos siempre eran en la playa, el lugar de encuentro con amigos que llegaban de otras ciudades.
Esperar las tres horas fatídicas de digestión para poder meternos al agua para saltar o barrenar las olas. Cavar profundos pozos, para enterrarnos hasta el cuello. Construir castillos con baldes, palas y rastrillos.
La llegada de marzo, significaba el comienzo de clases y la partida de turista. Allí aparecían las canias de pescar, que traían mágicamente peces, de un inmenso mar, que mirábamos con la curiosidad de no entender dónde terminaba.
Esta infancia, como la de muchos marplatenses.
Ya de adulta y desde mi rol docente, estimule y acompañe cada proyecto educativo que logrará que cada alumno se apropiara de la ciudad, y aprehendieran jugando en los distintos escenarios que nos ofrece la ciudad, en la convicción que el juego es la experiencia más importante de los niños para el desarrollo de toda la vida.
Espacios culturales con maravillosas exposiciones como el Museo Castagnino, ubicado en la Villa Ortiz Basualdo una residencia veraniega de 1910; el Museo Mar de arte contemporáneo, que nos recibe con un enorme lobo marino de 11 metros de altura construido con más de 50 mil envases de alfajores inflados con aire, realizado por Marta Minujin; la Casa Bruzzone, ubicada en el barrio El Grosellar donde vivía el maestro Bruzzone y nos invitaba a ser artistas; la Villa Victoria, la casa de Victoria Ocampo que en el verano nos invitaba a llevar la manta y escuchar música en sus jardines, y recorrer la casa de 1912 que fuera trasladada en barco desde Inglaterra; la Villa Mitre, donde funciona el Museo Archivo Histórico Municipal Roberto T. Barilli que cuenta con objetos, postales y fotografías que pertenecen a la historia de la ciudad.
Visitar el Teatro Colon, que ofrecía conciertos didácticos de la orquesta Sinfónica Municipal ó alguna obra de teatro infantil que significaba la primera visita a un teatro, así como también ir al Teatro Auditórium, donde te invitan a «Desaburrir el invierno».
Nos apropiamos empíricamente de los espacios naturales, con la oportunidad de investigar la fauna de la Reserva del Puerto, recorrer sus pasarelas y observar el hábitat de los lobos marinos, que son un símbolo de la ciudad.
Imperdible el paso por la Plaza Mitre, quien no ha aprendido a andar en bicicleta, carting, patines ó patineta, en esas cuatro manzanas con esculturas y juegos de plaza, que entre las veredas y las calles eran un lugar seguro donde encontrarse con amigos en donde uno puede alejarse, pero estar cerca.
El Museo de Ciencias Naturales “Lorenzo Scaglia”, nos enseña sobre los restos de fósiles que tienen hasta seis millones de años de antigüedad, que se han encontrado en las barrancas del sur y norte de la ciudad, y nos muestran la evolución del territorio y la fauna que habitó en ese entonces.
¿Sabían que Mar del Plata es un yacimiento paleontológico muy importante de Sudamérica? ¿Y que en febrero de 2023, fue una niña de 9 años que encontró los restos de 2 gliptodontes de casi 3 millones de años en Chapadmalal? ¿Y un niño de 8 años, en 2022 encontró el cráneo de un camélido sudamericano que puede tener 700 mil años de antigüedad en playas cerca de Santa Clara del Mar?
Niños jugando en escenarios naturales, con un balde y una pala, pequeños paleontólogos …
Visitar el puerto, ver las lanchas amarrillas que traen el pescado y son parte de la identidad, la cultura y el trabajo del puerto.
Aprendimos a escalar en la Sierra de los Padres, y llegar al mágico mundo de gruta de los pañuelos, que lleva su nombre por la enorme cantidad de pañuelos que fueron dejados por los visitantes a lo largo de los años.
Descubrimos la historia de los nativos de esas tierras y de los campesinos, en el gran Museo José Hernández, que funciona en el casco de la antigua Estancia Laguna de los Padres, construido en 1882.
Nos divertimos y nos reímos mucho recordando todas las veces que nos perdimos e intentamos salir del laberinto de La Casualidad.
Tener la oportunidad de pernoctar junto al mar en el Camping del Faro, armar las carpas y la fogata de la noche y durante el día hacer volcanes de arena, carreras de posta y cinchadas. Ser testigos del paso de las Ballenas Francas que van a Puerto Madryn.
Caminamos por La Rambla, subir y bajar las escaleras, encontrarnos con los Lobos de Piedra, llegar al Torreón del Monje y sorprendernos con su historia.
Y así la lista se hace infinita…
Los tiempos modifican y cambian ciertas formas…..pero las características evolutivas de los niños y las niñas siguen siendo las mismas que en mi infancia y eso nos une en el tiempo, la curiosidad, el experimentar, preguntar, investigar, explorar, jugar, asombrarse, probar, aprender y aprehender .
“Los niños y las niñas necesitan interactuar en su entorno para aprender” nos dice Francesco Tonucci, pedagogo, escritor, investigador y defensor de la libertad para el desarrollo de los niños.
Entonces los invito a que tomen de la mano a sus niños y juntos redescubran con la mirada de asombro y curiosidad cada espacio de la mejor ciudad del mundo mundial.