La experiencia comenzó como prueba piloto en un juzgado de San Miguel y ya funciona en varias jurisdicciones bonaerenses entre ellas, Mar del Plata. Convoca a personas dispuestas a cuidar a niñas, niños y adolescentes de más de diez años que por diferentes motivos no quieren o no pueden ser adoptados.
Adopción: Cómo ayudar a chicas y chicos
Existe otra forma de poder acompañar a niñas, niños y adolescentes que no quieren o no pueden ser adoptados. Una alternativa impulsada en 2019 y que a la que ya se sumaron ocho juzgados bonaerenses entre ellos el Nº 5 de Mar del Plata.
Se trata de una herramienta que permite a las juezas y jueces bonaerenses tener a mano una lista de personas o parejas dispuestas a cuidar a preadolescentes y adolescentes sin cuidados parentales, de entre 10 y 17 años, alojados en hogares, ya sea porque no se han encontrado postulantes en el Registro Central de Aspirantes a Guardas con Fines de Adopción, o porque las y los jóvenes no brindan su consentimiento subjetivo para ser adoptados.
Se trata de una iniciativa impulsada en 2019 por el juez Pablo Raffo, que depende de la Suprema Corte de Justicia bonaerense, surgida con el objetivo de contar con una alternativa más, cuando la adopción o las convocatorias públicas no dan resultado. “Este Registro parte de reconocer que el Estado tiene que darle una respuesta a estas chicas y chicos más grandes, que les debe una protección especial”, asegura Raffo.
El caso que inspiró su propuesta fue el de un chico de 12 años que estaba internado en un estado muy grave, y que una vez que obtuvo el alta, si el juzgado no conseguía un entorno que lo cuidara, corría riesgo de morir. Gracias a que una familia se propuso para ser sus cuidadores, hoy está sano, estudia y sueña con una vida mejor.
La idea es que, así como existe el registro de adoptantes, haya uno de cuidadores, y que cuando aparecen casos como los de estos jóvenes se cuente con estos legajos de familias, con la ventaja de que las y los inscriptos ya fueron previamente evaluados y capacitados, lo que hace que el proceso sea mucho más rápido.
“Ese es uno de los rasgos distintivos de esta iniciativa”, señala la jueza Alejandra Obligado, del Juzgado N° 5 de Mar del Plata, que también se sumó a la experiencia. Para la magistrada, “es lo que permite que quienes quedan inscriptos realmente lo hacen sabiendo y conociendo la realidad de estos chicos y para qué fueron convocados”.
La jueza Obligado lo explica sin rodeos: “Imaginate. Tenés 14 años, estás en un hogar donde vivís con hermanitos y con otros niños. Ves que los de 2, 3 y 4 años se van inmediatamente en adopción; los de 8 lograron seguramente una familia y vos hace tres años que esperás. Lo ves vos, no necesitás conocer las estadísticas de la Corte”. Frente a ese escenario, subraya: “Es entendible que te digan no va a haber familias para mí o yo no quiero ser adoptado”.
Por eso, la funcionaria marplatense destaca la importancia de que para estos casos exista una herramienta que permita abordar a estas niñeces desde otro lugar: “Le decís, bueno, no te van a adoptar, no vas a cambiar tu apellido, pero vas a salir los fines de semana, vas a estar cuidado”. Es que muchas y muchos adolescentes ya atravesaron varios intentos fallidos y rechazos, y volver a confiar es lo más difícil.
Sumar herramientas para devolver derechos
A la iniciativa ya se sumaron ocho juzgados bonaerenses de diferentes jurisdicciones, pero tiene impacto en toda la provincia. Primero, comenzó como una prueba piloto, en el mencionado juzgado de San Miguel; luego se incorporaron los juzgados de Familia Nº 5 de Mar del Plata; Nº 1 de Tigre; y Nº 5 de La Plata. Recientemente, se extendió el alcance con la participación del Nº 3 de La Matanza; el Nº 2 de Junín; el Nº 1 de Tandil; y Nº 2 de Ituzaingó.
Raffo detalla que todos los magistrados que son parte del proyecto están recibiendo muchos pedidos desde otros juzgados, porque hay muchas situaciones de niños que no pueden o no quieren ser adoptados, pero sí desean vivir en familia, egresar y hacerlo en un proyecto de convivencia.
Sin embargo, “por ahora no hay muchas personas inscriptas”, se lamenta la jueza Obligado. “En Mar del Plata y Dolores, por ejemplo, dos grandes departamentos judiciales, tenemos una sola familia en vinculación y una terminando las evaluaciones”. Por eso, anhela que haya más difusión y que se conozca la existencia de este registro.
“Tenemos que salir en busca de los vecinos, que sea territorial, que la gente de cada jurisdicción se acerque a consultar. Hay muchas familias que pueden convertirse en cuidadores, hay muchas personas idóneas con realmente empatía y ganas de abrir la puerta de su casa”, asegura Obligado. Llegar a ellos y visibilizar esta herramienta es para la magistrada marplatense esencial, “porque el impacto para estas infancias es enorme”.
Como requisitos, las personas deben residir en la provincia y estar dispuestas a asumir la tarea de cuidado de forma estable y sostenida –puede ser con o sin convivencia familiar–, y así acompañarlos en sus trayectorias hasta que puedan tener una vida autónoma. “Los chicos no necesitan lujos, simplemente quieren ser mirados”, concluye Obligado.
Cambiar vidas
“¿Una familia para nosotras?”, respondieron, sorprendidas, dos hermanas de 14 y 15 años al juez Pablo Raffo, del Juzgado N° 2 de San Miguel, cuando les contó que había una pareja interesada en conocerlas. Ellas le habían dicho que no querían ser adoptadas, pero sí que deseaban crecer en una familia. Sabían que para las chicas y chicos más grandes la espera suele ser más larga, a veces, demasiado larga, y no pensaron que las buenas noticias les iban a llegar antes que a sus hermanitos más pequeños.
El matrimonio de Lucila (45) y Federico (46), la pareja que el juez Raffo eligió para las hermanas mencionadas al comienzo de esta nota. Ellos habían sido dados de alta en Registro de Cuidadores Familiares dos meses antes, luego de hacer los talleres y pasar las evaluaciones. “Hace algunos meses nos enteramos de la existencia del registro buscando en Internet formas de acompañar a chicos más grandes. Escribí un mail y al poco tiempo nos respondieron”, cuenta Lucila, que vive en la zona norte de Buenos Aires.
Ella había trabajado en un hogar y junto a su marido tenían algo en claro: “Pensábamos en poder cambiar la historia de un pibe de 14, 15 o 16 años, que son a los que más les cuesta encontrar una familia, porque si no aparece alguien, no les queda tiempo para transformar su realidad”.
Lucila cuenta que, aunque suene raro, ellos no tenían temores por la edad. “Al contrario –asegura–, cuando tomamos la decisión creímos que justamente porque ya son grandes se iban a dejar acompañar”. Después de la entrevista donde les contaron cómo eran las niñas, su situación familiar y la cantidad de hermanos que tenían, Lucila y Federico conocieron a las chicas. Ellas estaban en un hogar en el interior de la provincia –suele pasar por la falta de vacantes en instituciones cercanas a los registros– y empezaron a visitarlas. Comenzaron con salidas; luego, a quedarse a dormir, y hace un mes se fueron a vivir con ellos de forma definitiva.
Vínculos
Por supuesto que construir el vínculo lleva más que tiempo. En ese sentido, Lucila habla de una palabra y una actitud que en su caso resultó clave: “Nosotros todas las semanas mandábamos un audio breve, de 5 minutos, contando cómo había sido el fin de semana. Una vez pasó que habían escupido toda una pared y lo explicamos contando lo que hicimos para acompañar y que no vuelva a pasar. Y nos dijeron que lo que estaba bueno era que nosotros desdramatizábamos las cosas. Y creo que justamente eso, el no ser dramáticos, ayuda muchísimo”.
También comparte algo que sintió una de las primeras noches: “Pensé, cuánta vulnerabilidad junta. Yo estaba en mi casa, con mis cosas, pero ellas estaban en un lugar totalmente nuevo. No solemos ponernos en su lugar”. Y justamente destaca que, como suele ocurrir en otras situaciones, lo más difícil llega al final del día. “Son algunas noches enteras sin dormir –resume Lucila–. Porque les cuesta, por llantos, por recuerdos, porque se paralizan. Les leemos, les cantamos, charlamos, o simplemente las acompañamos en silencio hasta que se quedan dormidas”.
Entre las cosas más difíciles que implica el proceso y que Lucila aconseja tener muy en cuenta, ya que “no es solo un tema voluntad”, están la coordinación con diferentes actores (hogar, escuela, juzgado), los tiempos para dedicarle a los chicos, y la economía y dinámica familiar (licencias, trabajo), ya que esta figura no está contemplada como la de adopción.
“¿Qué es lo que cambió en cada uno de nosotros desde que estamos juntos?”, preguntó Lucila hace un par de días a su familia. Una de las chicas le dijo: «La confianza. Nunca me imaginé poder tener confianza en alguien grande». Y la otra agregó: «Poder estar tranquila«. “Con Fede dijimos la paciencia”, y suelta un carcajada.
¿Por qué animarse? Lucila pide recordar que los hogares se siguen llenando de chicos más grandes que esperan y que “hay muchos pibes que están necesitando otras oportunidades y que necesitan tanto o más amor que los más chiquititos”. Y sintetiza, de alguna manera, lo que significó para ella y Federico la llegada de las niñas: “Te sacan una sonrisa, sentís que vale la pena levantarte y cocinar, que la familia de pronto se agranda y es un carnaval de alegría”.