Conocido por diseñar las tapas de discos más emblemáticos de la escena del rock, desplegará su faceta más bailable en una fiesta el sábado 20 en el club Tri.
Por Alejandra Bertolami
Alejandro Ros es un abanico de arte donde en cada despliegue muestra una de sus tantas facetas. Nacido en Tucumán en 1964, es egresado de la primera promoción de la carrera de Diseño Gráfico de la UBA.
Diseñó para Página/12 (Radar, Las/12, Soy, Página/30), Goethe-Institut, Malba, CCK, Morocco, Soda Stereo, Daniel Melero, Juana Molina, Fito Páez, Spinetta, Babasónicos, Illya Kuryaki, Gustavo Cerati, Leo García, Divididos, Liliana Herrero, Bersuit, Auténticos Decadentes, Los Fabulosos Cadillacs, Jaime Roos, Vicentico, Tan Biónica, Sandra Mihanovich, Pedro Aznar, Bajo Fondo Tango Club, Javiera Mena, Julieta Venegas, Wos, Conociendo Rusia, Juanse, Miranda!, y Mercedes Sosa, entre otros. También diseñó libros para Nicola Costantino, Maitena, Cambre, Jacoby y Mondongo. Y ha ganado algunos premios, como el Konex de Platino en diseño gráfico (2002), 8 premios Gardel por tapas de discos y 3 Grammys por tapas de discos.
Luego de su charla del miércoles en Club TRI, el espacio de 20 de septiembre 2650 será sede de la fiesta de disfraces diseñada por el propio Ros el sábado 20 de julio, para celebrar la amistad.
En diálogo con Bacap, el destacado diseñador recuerda momentos de su carrera y su manera de ver el arte.
Yendo de Tucumán a Buenos Aires
-Sos de la primera promoción de egresados de diseño de la UBA, ¿cómo fue para vos, oriundo de Tucumán, ir a Buenos Aires a estudiar?
-Llegué a Buenos Aires un día antes de que empiecen las clases. Yo me quería ir de Tucumán, sabía que lo que yo quería hacer, ahí no lo podía hacer. No sabía bien qué era, porque era chico, pero estaba seguro de que ahí no lo podía hacer. Yo quería hacer tapas de discos. Pero eso era un sueño. Se cumplió.
-¿Recordás tus primeros trabajos o cuál fue el primero que empezó a marcar tu carrera?
-La primera tapa importante fue para Soda Stereo. Ya había hecho tapas porque trabajaba para un estudio de un diseñador que se llama Sergio Pérez Fernández que hacía tapas de disco de Fito, de Spinetta, y yo trabajaba en ese estudio y ahí lo conocí a Fito, pero, en ese momento, él trabajaba con Sergio. Después renuncié y trabajé en otros lugares. Luego, conocí a Daniel Melero y él me llevó a conocer a Soda.
-“Bocanada” de Cerati cumplió 25 años al igual que “Miami” de Babasónicos. ¿Qué recuerdos tenés de esos trabajos?
-Me acuerdo bastante. El de Cerati, primero escuché el disco y me parecía muy sofisticado, muy nocturno, muy refinado y por eso hicimos esa foto. Le propuse hacer una captura nocturna, como si estuviera en un lugar que no se define si es la Antártida o dónde, muy abrigado, muy invernal, por el sonido del disco. En cambio, en “Miami” (Babasónicos), es más con las letras, con lo que tenía en ese momento. Bueno, ahora también, porque nunca se fue la idea de que “el argentino se quiere ir a Miami a comprar cosas y cree que Miami es una ciudad de Argentina, más o menos, y van ahí de vacaciones y a hacer compras”, por eso la tapa de ese disco.
Pasado, presente y futuro
-¿Cómo evalúas la evolución de tu arte ahora que llegaste a los 60?
-Cambió mucho con todas las tecnologías que hay. Cambió un montón el acceso a las herramientas. Antes me manejaba con fotocopias, las fotos había que mandarlas a revelar, todo más trabajoso, ahora todo es más fácil. Y también, como es más fácil, hay un montón de gente haciendo diseño y música, y un poco perdió mística. Antes para hacer música tenías que ser músico, ahora no. Ahora cualquiera hace música. Para mí, más de viejazo lo que voy a decir: esa especie de sobreinformación que hay en la jungla de la red, en un momento te marea, no sabés dónde está la verdad, eso está bien y está mal. Son situaciones distintas.
-¿Cómo hacés para fusionar diseño, video, instalaciones y bailes en un solo Alejandro Ros?
-Me gusta correrme de los formatos, investigar formas nuevas. No me gusta hacer siempre lo mismo, me gusta meterme en lugares donde no sé hacer. No sé hacer instalaciones. Bueno, a ver, ahí es un terreno nuevo y no es mi profesión y me equivoco o acierto, es rejuvenecedor.
Las fiestas, los bailes de disfraces, como el que vamos a hacer en Club Tri, es un terreno de experimentación. El baile es como si fuera una performance donde el público es el actor. No hay escenario, están todos actuando en una obra que son ellos los actores, porque cuando te disfrazás sos otra persona, ya te libera muchísimo. Es muy excitante porque la gente está en otra. En esta fiesta está todo sobre montado, entonces, sos otra persona.
-¿Qué proyectos te quedan este año?
-Ahora estoy haciendo la tapa del disco nuevo de Javiera Mena, un disco de Mercedes Sosa que hizo en Nueva York, estoy trabajando para una fiesta que se llama Fagot, en Buenos Aires, hago los flyers y es muy divertido. Estoy diseñando el libro de Maitena con toda su obra, acabo de terminar el afiche de la película nueva de Valeria Bertuccelli, y salió bastante bien todo. Es distinto trabajar para cine que para música…
-¿En qué se diferencia ese trabajo?
-Yo tengo más la cultura de la música, yo hablo con el músico nada más. En cambio, en el cine tenés que hablar con el director, los productores… En la música, los productores no opinan.
-¿Sentís que es más fácil trabajar con un músico o con un director?
-Con el músico me pasa que yo soy un músico frustrado, mi manera de hacer música es el diseño. Los entiendo, tengo una vibración que conecto bien con los músicos. Con los directores también tengo buena onda, después todos opinan, el productor, el director, mucha gente y es más agotador. Pero bueno, esta salió bien, Valeria luchó un montón para que salga así.
El trabajo de diseño, como yo lo veo, como yo trabajo, exijo mucho del que me pidió el trabajo: le hago preguntas, le hago reuniones, es una cosa que hay que trabajar. Parece que, en el mundo del cine, que es como en la publicidad, es sí o no, me gusta o no me gusta, y a mí me gusta trabajar integralmente con el que me viene a pedir el trabajo. No es hacer un dibujito y si te gusta o no. Lo que hago es porque hablé un montón con la persona que me vino a pedir y, si esa persona no quiere dialogar, no sale. Hay gente que tiene ese feeling con el marketing y esas palabras que yo detesto, estudio de mercado… Esas cosas que no me gusta laburar así, yo prefiero: equivocarme, hacer cosas que no existen, ir por caminos inexplorados.
-El sábado te encontrará realizando una fiesta de disfraces en Club Tri. ¿Es la primera vez que traen la fiesta acá?
-La hicimos en Trimarchi, pero eran 5.000 personas, hacía un frío terrible y muchos vinieron sin disfraz. El problema que tienen las fiestas de disfraces, “no problema” pero el inconveniente, es que el espectador tiene que involucrarse en la fiesta.
-Tiene que darlo todo…
-Realmente es un nivel de exigencia y de compromiso con el evento que la gente común no tiene, entonces, mucha gente quiere divertirse, pero el que sí “trabaja” para la fiesta, la pasa bomba, porque entrás en un mundo que no existe, un mundo de fantasía.