El actor debutó como director con “La muerte de un comediante”, presentada en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y ahora llegó a salas comerciales. En diálogo con BACAP Noticias, cuenta cómo vivió su primera experiencia detrás de cámara, su vínculo con el cómic y el inusual modelo de producción colaborativa impulsado por Hernán Casciari.
Entre proyecciones, charlas y abrazos cinéfilos, Diego Peretti se sienta a conversar tras la presentación de “La muerte de un comediante”, su ópera prima como director. La película, producida por la Comunidad Orsai, se filmó en Bélgica y propone una reflexión entre el humor, la enfermedad y la identidad de un actor que fue héroe popular.
—Tu debut como cineasta: ¿cuál fue la primera escena que grabaron y cómo fue planificarla?
—La primera escena que se filmó es cuando el personaje de Debré va a un estudio de televisión para recibir un homenaje por su rol en la serie El Escorpión de la Justicia, un héroe urbano de cómic. Llega en shock, recién enterado de que tiene una enfermedad terminal. Está sensorial, vulnerable, casi sin racionalidad. La escena termina con un golpe al locutor porque lo irrita esa sonrisa tan forzada que tiene (risas).
Esa fue la primera que hicimos, y estuvo buena porque sirvió para seducir a todo el equipo. Algunos tenían dudas sobre cómo íbamos a filmar, y esa jornada despejó muchas cosas.
—La película tiene una estética muy particular, como si estuviera narrada desde un cómic o una mente en crisis. ¿Qué referencias cinematográficas tuvieron?
—Con Javier (el director de fotografía) queríamos contar la historia desde “adentro” del personaje, no como un narrador omnisciente, sino desde su cápsula emocional. Vimos muchas películas con ese tipo de cámara cercana: los hermanos Dardenne, Birdman de Iñarritu, El luchador de Darren Aronofsky.. Nos influenciaron mucho esos seguimientos con cámara al hombro y planos secuencia. Hay uno en particular que nos llevó todo un día de rodaje y que demandó una postproducción de sonido muy grande.
—El cómic aparece como universo estético y simbólico en la historia. ¿Qué vínculo tenés con ese lenguaje?
—Me hice fanático del cómic gracias a esta película. Quería meter el guion dentro de ese código visual y narrativo. Hace unos ocho años empecé a consumir cómics de todo tipo, y ahora tengo una biblioteca entera. Me fascina esa combinación entre literatura e imagen, donde el autor describe algo y luego el dibujo lo concreta. Es muy cinematográfico.
—La película se produjo bajo el modelo de la Comunidad Orsai, un sistema colectivo e independiente. ¿Cómo viviste esa experiencia?
—La Comunidad Orsai, impulsada por Hernán Casciari, hizo posible que pudiéramos filmar con libertad absoluta. No es un método tradicional de producción: hay una participación activa de los socios, un seguimiento, una confianza total. Es muy difícil tener esa independencia si no sos un director muy consagrado dentro de los modelos habituales. Acá la libertad fue total, y eso es un regalo enorme.
—Estás en un momento muy activo: tres películas en paralelo y tu debut como director. ¿Qué significa para vos presentarla en Mar del Plata?
—Sí, vengo de filmar La casa de Gustavo Triviño, también Risa de Juan Cabral, que se estrenará en abril. Pero La muerte de un comediante es la que más me atraviesa personalmente. Presentarla en el Festival de Mar del Plata, que es tan emblemático para nosotros, es un placer enorme. Esta ciudad tiene algo especial con el cine argentino, y poder mostrar mi primera película acá me emociona mucho.