Fue el suceso internacional más importante en la historia de la ciudad con la presencia de 34 presidentes y cuerpos diplomáticos. Se ejecutaron obras millonarias en poco tiempo. Seguridad, infraestructura, hotelería, luminarias y la puesta en valor de escenarios con estándares internacionales son algunos de los ejemplos aún vigentes.
Por Daniel Villarreal
Noviembre, la ciudad descontractura su vestimenta como anticipo de verano. Sin embargo en los espacios públicos proliferan hombres y mujeres con trajes en un escenario poco habitual. Fue un invierno y comienzo de primavera con incesantes labores de operarios multiplicándose en las arterias más transitadas. El sordo ruido de martillos neumáticos y motores abren paso a las rejas de metal. Un vallado de 250 manzanas acaba de transformar temporalmente a la costa y el centro urbano en “la zona de exclusión”, dividida en tres “anillos” al que sólo pueden ingresar los residentes y periodistas acreditados.
Está empezando el anteúltimo mes del año. Hace una semana que los cancilleres de todo el continente -excepto Cuba- se desdoblan en estrategias diplomáticas para consensuar un documento común.
Mientras tanto hay 7.500 oficiales de seguridad asignados en el área. Helicópteros y cazas A-4AR Fightinghawk de la Fuerza Aérea Argentina surcan el cielo permanentemente. Ningún avión tiene permitido ingresar a un radio de 200 kilómetros bajo amenaza de ser destruido. Y desde cualquier playa se observa el despliegue de naves de Prefectura Naval y la Armada Argentina.
Es 4 noviembre de 2005. Los ojos del mundo se posan en Mar del Plata. Comienza la IV Cumbre de las Américas. Se trata del mayor encuentro presidencial registrado en la historia de estas latitudes que formalmente se extenderá hasta el día siguiente. Serán también las horas sociopolíticas más intensas que se hayan vivido en materia internacional, incluso las que marcarán los designios de toda la década siguiente en la región.
A 15 años y en rigor de los acontecimientos no caben dudas que fue “el momento” de Mar del Plata. La ciudad como vidriera del país estuvo a la altura de las circunstancias con una organización minuciosa y descomunal desde el ámbito nacional que dejó un legado aún vigente. Fueron obras millonarias que se ejecutaron en calidad y tiempo récord, acorde a un Estado presente que ante un hecho estrictamente vinculado con la geopolítica dejó beneficios tangibles a la ciudadanía local.
Las obras
El contexto estaba realmente convulsionado y las medidas de seguridad no resultaban exageradas. Estados Unidos venía de ejecutar invasiones en Afganistán e Irán, al tiempo que redoblaba su posición bélica declarando la “guerra al eje del mal”. Así que la presencia del presidente George W. Bush no resultaba un tema menor. “Mientras nosotros estamos preocupados por los piquetes y protestas, la seguridad norteamericana evalúa de dónde puede caer un misil”, graficó por aquel entonces, entre risas y fuera de micrófono, un funcionario municipal. Pero la posibilidad de un atentado terrorista estaba latente no sólo en el mandatario texano sino también en figuras contrapuestas como la del venezolano, comandante Hugo Chávez Frías.
Es por ello que desde el comité organizador se demandaron obras de infraestructura relacionadas con accesos, vías de escape y estándares del mayor nivel existente.
Fue así que se realizaron ensanches de avenidas, equipamientos sanitarios o mejoras en el aeropuerto. Sin ir más lejos, el Teatro Auditorium fue la sede de la apertura y deliberación principal, mientras que la sala contigua del Casino albergó la cena de gala. Esa programación conllevó una serie de inversiones que no hubieran sido posibles sin un evento de tales magnitudes.
De hecho, la sala Astor Piazzolla fue equipada con los mejores equipos de sonidos; se levantaron las mil butacas existentes y reemplazaron por otras “antipánico” que al contar con respaldos más bajos permiten el desplazamiento entre las filas y saltarlas ante una emergencia. Además, los cientos de metros de alfombras, telones, tapizados, cortinas exteriores y telas que revisten las paredes para acústica fueron cambiadas en su totalidad por materiales ignífugos. Eso por citar sólo el ejemplo un espacio jerarquizado, que además de ser sede el Festival Internacional de Cine y ubicarse entre los mayores Centros de Artes del país, quedó en beneficio para toda la comunidad.
Según el detalle oficial de obras se destacan la puesta en valor, alumbrado y embellecimiento de Plaza España, Plaza de Las Américas – Punta Iglesias (puente + Molinos de Viento), Paseo de las Esculturas, Paseo Alfonsina Storni, Plazoleta de Luro y Entre Ríos, manzanas 115, 116 y 117 (frente al Casino), Parque San Martín, Parque Primavesi, Plaza Colón, Playa Chica y Playa Grande, Paseo Base Naval y Rotonda Mástil.
En materia de alumbrado se realizó la iluminación ornamental cantero central de avenida Constitución, perímetro exterior del Cementerio de la Loma, remodelación de iluminación paseo Jesus de Galíndez y el Boulevard Patricio Peralta Ramos al sur.
También se repavimentó y renovaron luminarias en Boulevard Marítimo (Constitución a Juan B. Justo), Avda Champagnant (doble mano + alumbrado), terminación de la Ruta 2 desde rotonda Aeropuerto hasta Avda. Constitución y la colectora Ruta 11.
Además se trazó un mejoramiento de la red de infraestructura de energía eléctrica y de comunicaciones (fibra óptica + internet) y se impulsó la renovación y ampliación de servicios en la industria hotelera privada.
De acuerdo a un informe elaborado por el diario La Nación, el costo total de la cumbre ascendió a unos US$ 70 millones. De los cuales 44 millones se destinaron en inversiones de infraestructura, 11 en gastos de la Cancillería, 11 de los ministerios de Defensa e Interior y 4 en la Policía Bonaerense.
En tanto se calculó en alrededor de 7 millones lo que gastaron en la ciudad los visitantes durante los días del acontecimiento.
Ayer, hoy, mañana
Sin dudas quedarán para la historia el “No al ALCA”, la Cumbre de los Pueblos (contracumbre), el Tren del ALBA con Diego Armando Maradona, Emir Kusturica y Evo Morales. También Manu Chao marchando por las calles o tocando en Plaza Italia, el doble de Michael Moore, Silvio Rodríguez frente a un estadio clamando por Chávez y su “¡ALCA, al carajo!”. Se recordarán como anécdotas algunos incidentes callejeros y la mano de Néstor Kirchner sobre la rodilla de George W. Bush.
Y por sobre todas las cosas, el hecho político. Es decir una cumbre con 34 presidentes que tenía una agenda. Fuera de todo programa estaba la mayor potencia mundial tratando de imponer el Área de Libre Comercio de las Américas que pretendía asegurar la libre circulación de mercancías a través de la aplicación de normas comerciales supranacionales y limitar la capacidad de acción de los Gobiernos en sus propias economías otorgándole el poder a los inversores. Junto a Bush, los mandatarios de Canadá, Paul Martin y de México, Vicente Fox.
En contrapartida se gestó un sólido bloque regional con Nicanor Duarte Frutos (Paraguay), Tabaré Vazquez (Uruguay), Hugo Chávez (Venezuela), Lula Da Silva (Brasil) y Néstor Krichner (Argentina) para torcer el objetivo norteamericano.
Hasta aquí lo histórico y lo político, pero fundamentalmente lo tangible. Las obras que perduran fueron concebidas en acontecimientos internacionales. Ahora el desafío será volver a poner a la ciudad nuevamente en el primer plano y no volver a dejar escapar la oportunidad turística que se tuvo. El reto será entonces de un Estado presente y un sector privado que actúen en la misma sinergia para que Mar del Plata vuelva a estar encumbrada ante los ojos del mundo.