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noviembre 20, 2024
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Lo de Acá

Dígalo con memes: los desafíos de la conversación ante la avanzada de un nuevo lenguaje de signos

¿Cuál es el futuro de las palabras ante la avanzada de la comunicación no verbal? ¿Qué pasa cuando se pierde el sentido? ¿Vamos camino a habitar el malentendido?

Los emojis, los stickers y los memes parecen haber tomado el control de la comunicación en las redes sociales y en los chats para marcar el pulso de los días como parte de una nueva gestualidad que llama a repensar cómo la tecnología impacta en el lenguaje y cuál es la opacidad de las metáforas que creemos compartir.

El emoji de berenjena se conjuga con otras verduras para componer una ensalada pero su uso solitario viene cargado de connotación sexual, los intercambios de stickers en Whatsapp parecieran tener la misma avidez que antes regía el canje de figuritas, mientras que el ingenio de los memes se viraliza en comunidades interpretativas.

Según los especialistas, el 80% de la comunicación es no verbal y el uso de la tecnología refuerza esta ecuación porque permite apuntalar las limitaciones del lenguaje escrito.

El primer SMS

Cuando en 1992 el programador Neil Papworth le envió -en un experimento informático que era más bien una apuesta nerd- un sencillo «Happy Christmas» a su compañero Richard Javis no se imaginó que ese breve SMS modificaría la forma de comunicarse de los habitantes del planeta por los próximos treinta años.

A mediados de la primera década del 2000, el SMS llegó a su apogeo: se mandaban 15 millones de mensajes por minuto en el mundo hasta que el WhatsApp y las redes sociales oficiaron de verdugos. El fin de aquella tecnología dejó una huella que llega hasta el presente: el uso de los emoticones que se formaban combinando signos de puntuación, aquella versión beta de los actuales emojis.

«Cuando aparecieron los SMS, desde la academia, había una suerte de crítica que sostenía que deformaban el lenguaje. El mensaje de texto inauguró una forma más económica de comunicarse y también, la tendencia a pensar que eso empobrecía el lenguaje», recuerda Ingrid Sarchman, licenciada en Comunicación, docente, investigadora y ensayista.

Sarchman advierte que veinte años después de ese diagnóstico sombrío, el escenario es otro: «Atendiendo a la historia larga en la que hoy son protagonistas los memes y los emojis, no puedo más que pensar que asistimos a distintas maneras de la comunicación. No existe un lenguaje puro sin suponer el uso», plantea.

Los emojis y el sistema Unicode

Unicode Consortium es la organización sin fines de lucro que se encarga de estandarizar letras y caracteres siguiendo el sistema Unicode. Dentro de esa maquinaria, el Subcomité de Emojis define cómo se representan conceptos relevantes a nivel mundial, busca que sean accesibles, inclusivos y que sigan la conversación coyuntural.

Son 3.000 ilustraciones que representan emociones, fenómenos naturales, banderas y personas en diversas etapas de la vida. Así nació un código que compartimos, que cambia y que también da lugar al malentendido: nos acostumbramos a que la jeringa con un poco de sangre goteando corresponde a alguien que recibió la vacuna de coronavirus, a que las manos juntas en posición de orar sirven para dar las gracias y a que cada uno de nuestros interlocutores «ría» con la intensidad del emoji que elija.

Las últimas incorporaciones al teclado de dibujos que usamos a diario para comunicarnos fueron el de Papá Noel sin género y un hombre con velo de novia, pero todas las semanas el Subcomité de Emojis recibe pedidos y propuestas desde distintos puntos del mapa que son analizados por un equipo de voluntarios; el proceso de creación de cada uno lleva en promedio dos años.

Emojis, la nueva lengua

«Aprender un nuevo idioma es realmente difícil y los emojis son como una nueva lengua. Siguen la forma en la que ya nos comunicamos y evoluciona a medida que evolucionamos nosotros. La manera en la que nos comunicamos y nos presentamos cambia, como nosotros», sostuvo Jennifer Daniel, la primera mujer al frente del Subcomité de Emojis del Consorcio Unicode, en una entrevista publicada por el MIT Technology Review a principio de mes.

Daniel es defensora de los emojis inclusivos, se opone a una visión ascética y reconoce que administran un mapa conceptual porque fundan un mundo: «Las imágenes no son apolíticas de ninguna manera. Son políticas. Como por ejemplo los símbolos del baño. ¿Por qué una mujer lleva falda?».

Para Karina Galperín, doctora en Letras por la Universidad de Harvard, profesora y directora de la maestría en Periodismo de la Universidad Torcuato Di Tella, «la conversación en redes tiende a la rapidez, a lo económico, a lo sucinto. La velocidad determina todo». Eso explica por qué el vuelco a lo no verbal: nos ofrece condensación. «Pero además, los intercambios en redes suelen ser informales. La informalidad es el ámbito ideal para que intervenga la gestualidad, el humor y la liviandad; un terreno para que triunfe el lenguaje no verbal».

Tomás Balmaceda, doctor en Filosofía, periodista y docente, es el creador de una versión de «Cuentos de la selva», de Horacio Quiroga, escrita a medias con emojis. «Jugar y experimentar es la base de lo que me gusta hacer. Y Quiroga escribió ‘Cuentos de la selva’ para sus hijos, para entretenerlos. Ahí pensé: ¿Cómo le escribiría a un niño de hoy? Me armé un código que combinaba emojis y letras y surgió la versión», cuenta a Télam sobre el origen de una idea que le valió algunas críticas: «Se armó una suerte de escándalo. Me decían que deshonraba la memoria de Quiroga o que era un vago. Todavía hoy me lo siguen recriminando por Twitter».

No cree que aquellas repercusiones hayan sido a título personal. «Hay una sobreestimación del alfabeto tradicional, como si fuera sagrado. Las maneras de comunicar son infinitas», dice.

Stickers

Los stickers -las imágenes que los usuarios lanzan por Whatsapp como parte de un arsenal personal y curado, diseñadas con una aplicación accesible- son la evolución de los emojis y conservan su esencia.

«Los seres humanos podemos transmitir muchas cosas en paquetes livianos, como las palabras. Los emojis y los stickers recopilan un montón de sentido que posiblemente se perdería si usáramos la palabra», sostiene Balmaceda. La gracia de los stickers está, entonces, en la sutileza del gesto: «No creo que banalicen el lenguaje, más bien lo llena de matices. Van directo adonde con palabras no alcanza».

«Por cuestiones históricas, la escritura había quedado relegada al ámbito formal. Las redes sociales volvieron relevante a la escritura y, desde ese punto, la informalidad ha tomado estado público. Entonces, los emojis funcionan como una corporalidad: los usuarios ponen en juego más recursos para transmitir por escrito lo que podrían decir oralmente. Buscamos reconstruir nuestros cuerpos en la escritura», analiza el director del Departamento de Investigaciones Lingüísticas de la Academia Argentina de Letras, Santiago Kalinowski.

Plantea, además, que en la comunicación escrita el peligro es la uniformidad, no queremos tener todos el mismo registro: «Los stickers reconocen esa necesidad de compartir la individualidad. El emoji viene de fábrica pero el sticker es artesanal, apunta a remarcar la sutileza de un gesto que se comparte en el intercambio».

Los memes

Pero tal vez sea en los memes, esas instalaciones visuales que recurren a la parodia y a la sátira y que se viralizan en las redes hasta agotar su sentido, que el registro de lo informal y la impronta personal alcanzan su mayor esplendor. ¿Entendemos todos los memes? ¿Qué referencias compartimos para poder comunicarnos?

Para Sarchman, la construcción artesanal tiene sentido si hay alguien, del otro lado, que puede hacer algo con esa especificidad. «Las comunidades interpretativas son cada vez más endogámicas. Hace rato que el esquema tradicional de comunicación de emisor y receptor no funciona, pero ahora eso se hace más evidente. Hay memes que son como jeroglíficos, solo tienen sentido en contextos específicos. Además, van pasando de moda, son inestables y requieren de un nivel de sutileza que está lejos de un empobrecimiento de la comunicación. En todo caso, deforman y contaminan el lenguaje».

Los medios, atónitos ante la velocidad de reproducción de los memes y con la intención de parasitar el fenómeno y generar clicks, suelen publicar notas sobre «Los mejores memes de» en las que recopilan pero también explican de qué va la broma de turno, una traducción poco agraciada en la que se suele perder parte del chiste.

Pero la emotividad, la gestualidad y las bromas viralizadas hasta su agotamiento no siempre reinaron en internet. Según la lingüista canadiense Gretchen McCulloch, autora de «Because Internet», algunos rasgos atribuidos a los textos por internet como la frialdad, la distancia y el malentendido, eran habituales dos décadas atrás y hoy compartimos un sentido porque los usuario pasamos «una curva de aprendizaje».

«¿Este fenómeno empobrece el lenguaje o lo vuelve más customizado y enriquecido? Diría que depende del contexto. En una monografía no espero memes porque las convenciones todavía importan», advierte Sarchman, aunque deja abierta la puerta de cara al futuro: «Eso no impide que uno acepte que el lenguaje, efectivamente, cambia».

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