Según datos de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia, son más de un millar los jóvenes y adolescentes que luego de vivir desde muy chicos por diferentes hogares convivenciales, lograron hacer una transición a la adultez con apoyo del Estado, gracias al PAE.
Por Florencia Copley
La vida siempre se presentó dura para Evelin Rolón. Sin la contención de una familia, pasó diecisiete años -de los 5 a los 22- en hogares convivenciales e instituciones de cuidado. Creció con historias muy crudas -propias o ajenas- relacionadas con el abandono, la violencia y hasta la trata. Sí, muchas chicas y chicos sufren hasta lo indescriptible cuando su propia familia es la que las/los vende.
“Cada institución tiene un funcionamiento diferente”, cuenta Evelin a Télam. «Y por suerte entre los jóvenes nos ayudamos para salir adelante. Después de vivir tantos años en un hogar, tenemos muchas dificultades para poder egresar a los 18 años, que es hasta cuando el Estado tiene nuestra tutela, y es muy difícil porque necesitamos un acompañamiento específico que nos prepare para la vida adulta”, explica la joven.
La historia de Evelin
Al momento de su egreso del Hogar Madre Teresa de Calcuta, donde pasó los últimos años de la adolescencia y un tiempo adicional realizando tareas de acompañamiento a las más chicas, Evelin accedió al Programa de Acompañamiento para el Egreso de Jóvenes sin Cuidados Parentales (PAE) y hoy, a sus 24 años, vive sola en un departamento en Quilmes y estudia Licenciatura en Administración en la Universidad Nacional Arturo Jauretche, en Florencio Varela.
Evelin Rolón es una de las más de mil jóvenes -1052, más exactamente, según datos de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (SENAF)- que tras transitar desde muy chica en diferentes hogares convivenciales, logró hacer una transición a la adultez con apoyo del Estado, gracias al PAE.
“Vivir en un hogar de protección significa que un niño, una niña, un adolescente, no tiene básicamente quien lo cuide”, explica Mariana Incarnato, psicóloga y fundadora de la asociación civil Doncel y de la Red Latinoamericana de Egresados de Protección. La especialista detalla que “cuando llega el momento del egreso a los 18, por mayoría de edad, o incluso antes, tienen que enfrentar lo que llamamos un proceso de transición hacia el afuera y la vida adulta, que está cargado de dificultades”.
La Ley nacional 27.364, una norma pionera en la región y modelo en el mundo, es la que dio origen al PAE y establece los derechos de adolescentes y jóvenes de entre 13 y 21 años que crecen apartados de sus familias.
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Según detalla Incarnato, “esta Ley tiene dos componentes básicos: garantiza el acompañamiento de un referente a las y los jóvenes hasta los 21 o 25 años si están estudiando y una asignación económica de un 80 por ciento de un salario mínimo” a partir del momento del egreso del sistema de protección.
“Básicamente estos dos elementos fueron los que los propios jóvenes egresados y egresadas identificaron como los más necesarios al momento de salir del hogar”, agrega Incarnato.
Recientemente, con motivo del cuarto aniversario de la sanción de la Ley, el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, a través de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia, y la asociación civil Doncel presentaron un informe sobre los alcances del programa.
Allí se indica que en el país existen actualmente 1.052 adolescentes y jóvenes titulares del PAE y que el número de referentes adultos que recibió capacitación para acompañar a las y los adolescentes en el camino hacia el egreso de los hogares convivenciales o las familias cuidadoras creció de 290 en diciembre de 2019 a 756 en marzo de 2021.
También se registró un aumento en la asignación económica que perciben las y los jóvenes del programa, la cual pasó de 10.000 pesos, en marzo de 2019, a 19.526 pesos, en marzo último.
Un vínculo indisoluble
Desde el inicio de la pandemia de coronavirus, debido a las medidas de cuidado, Evelin no había podido ir al Hogar Madre Teresa de Calcuta al que visitaba asiduamente tras su egreso. Hoy, habiendo consolidado su autonomía, llega junto a Télam para recorrer emocionada los espacios que albergaron su adolescencia y las chicas que todavía residen en el lugar la acompañan en sus recuerdos. “Me di cuenta de que si yo quería cambiar mi futuro o por lo menos no quería repetir lo hecho por mi familia, necesitaba formarme y poder escribir una historia diferente”, reconoce.
Por eso ella admite que la Universidad le abrió un futuro mejor, un aspecto muy valioso para ella, cuyos padres no estaban escolarizados.
Finalmente, frente a la pregunta de qué mensaje les daría a las y los jóvenes que se encuentran en una situación similar a la que atravesó ella, Evelin responde convencida: “Que luchen por sus derechos, que crean en ellos, porque es la única manera en la cual van a poder tener una vida diferente”.