Diego Garcíaloredo tenía una peluquería unisex y hace poco más de 10 años comenzó a dedicarse exclusivamente a barbas y cortes masculinos old fashion, convirtiendo su negocio en una de las primeras barberías de la ciudad desde el resurgimiento de un oficio que por varias décadas había quedado en el olvido.
Por Claudia Roldós
Si hay un oficio que tuvo un gran resurgimiento en los últimos años, es el de la barbería.
Diego Garcíaloredo, es uno de los precursores de la ciudad en esta nueva era de la actividad y un curioso apasionado. Desde su barbería en pleno centro -una de las primeras de Mar del Plata en esta nueva era del oficio- explica con detalle y precisión las herramientas, productos y técnicas que utiliza para que sus clientes queden con su pelo y barba perfectamente prolijos “al estilo old fashion”. No es casualidad que esté considerado como el mejor barbero de Argentina.
A principios de la década pasada reconvirtió su peluquería unisex en un espacio “para caballeros”, pero desde mucho antes estaba capacitándose, con los mejores referentes del país y del exterior. Buscando la excelencia, incursionó en el ámbito de las competencias del rubro y resultó Campeón Nacional en corte masculino moderno en 2016, Fue el primer concurso en el que participó. Este año, además fue sub Campeón Internacional en técnica Fade Tradicional.
Desde que comenzó con el negocio se encontró con la falta de productos específicos en el país. Lo poco que se conseguía, era importado. Y no lo dudó: encargó a un laboratorio la investigación de los insumos que traía de cada viaje y desarrolló una completa línea -la primera del país- diseñada específicamente para cubrir las necesidades de los hombres que se preocupan por el aspecto de su pelo y barba. Así nació su marca El Gran Bastardo, que al principio utilizaba en su barbería, pero que, con el paso del tiempo, comenzó a distribuir entre sus colegas, tanto de la ciudad como de otras provincias. En la actualidad, estos productos se encuentran en barberías de Mendoza, Córdoba, San Luis, Santa Cruz, entre otras.
La línea cuenta con tres tipos de pomadas -al óleo, brillantes base acuosa y opaca-, ablandadores de barba, espuma para bigote y barba y cremas de afeitar.
Recientemente la marca compitió en un concurso del rubro a nivel internacional y también fue considerada la mejor. “Fuimos pasando de ronda y llegamos a la final con otra marca nacional muy fuerte y ganamos” reconoció Garcíaloredo, con orgullo.
Desde chico, aunque nadie en su familia se dedicaba al rubro, a Garcíaloredo le encantaba cortar el pelo. Desde hace casi dos décadas tiene su peluquería en el mismo lugar, Cuando comenzó a resurgir el boom de las barberías, acudió a un especialista de la escuela tradicional, de muchos años de experiencia para aprender todos los detalles del oficio, y siguió en cada lugar y con cada referente que encontró. Hasta que también él se convirtió en capacitador.
En su peluquería desarrolló un sistema de atención en el que el equipo se dedica con exclusividad a cada cliente. Cuentan con una carta de cortes, todos tradicionales, especialmente inspirados en los de actores de películas clásicas, para que el público elija.
“Cualquier corte se puede adaptar al cliente, cuando vienen por primera vez, si no se puede lograr el resultado final, lo vamos vamos llevando hasta conseguirlo” explicó Garcíaloredo a Bacap. Para el perfecto lucimiento de algunos de los cortes, las lacas son el complemento ideal.
El especialista también fue categórico al señalar que “para la barba es fundamental trabajar con filos descartables y con la piel perfectamente higienizada. Nosotros mantenemos la tradición de los fomentos, aplicando una toalla húmeda, caliente, sobre el rostro”. Recién después, se utilizan ablandadores de barba -si es necesario- y luego se aplica la crema de afeitar con brocha.
“Tener un buen corte y llevar la barba prolija hacen una gran diferencia en cuanto a la imagen de una persona” valoró el barbero, quién aseguró que “hay muchos hombres que son más coquetos que las mujeres y son muy fieles como clientes. De hecho yo tengo algunos clientes con turno fijo todas las semanas”.
También reconoció que de la mano del buen cuidado, la barba dejó de estar prohibida en muchos ámbitos laborales. “La barba ya no es sinónimo de descuido, una barba bien cuidada, bien mantenida, da presencia”.
Garcíaloredo confió que no puede evitar, cuando anda por la calle, observar los cortes de pelo y barba que llevan las personas con quienes se cruza. Rápidamente puede apreciar un corte bien ejecutado y, también, uno mal realizado.
Estudioso de las historia del oficio, contó que el primer barbero de la Argentina fue un portugués, Manuel Álvarez, quién llegó al puerto de Santa María de los Buenos Aires en 1605. “Me lo contó ‘el conde de Caballito’, uno de los barberos más conocidos del país. A raíz de esa historia está llevando adelante el proyecto de ley para separar el día del Barbero del día del Peluquero, en homenaje a ese hombre”.
La actividad fue creciendo y se mantuvo en el país por siglos, hasta que, como en otras partes del mundo, fue perdiendo vigencia en la segunda mitad del siglo XX. “Fue alrededor de los 60, con el movimiento hippie y la moda del pelo largo y las barbas, que comenzó a decaer la actividad” contó.
De la mano de los cambios sociales y debido a que el cuidado del aspecto masculino dejó de ser tabú, a principios del siglo XXI, los servicios vinculados comenzaron a resurgir, hasta convertirse en boom desde la década pasada, de la mano de las dos escuelas: la tradicional y el estilo urbano y vanguardista, famoso por ser el que muestran algunas estrellas del deporte y la música.
Hasta la pandemia, las barberías estaban en su mejor momento. García Loredo reconoció que en su negocio era casi imposible conseguir turno en el día o de un día para otro. “Cuando el protocolo volvió a habilitar el rubro, en una prueba piloto, fue un boom. En dos días volvimos a trabajar como antes, no dábamos abasto. Luego volvieron a restringir y, cuando la actividad se habilitó nuevamente, fue todo más tranquilo. Fue muy raro, no solamente para este rubro, sino para todos”.
Garcíaloredo recordó que “costó bastante volver a lo que estábamos acostumbrados, la clientela fue volviendo de a poquito. Algunos venían con el pelo larguísimo, otros, directamente habían empezado a pasarse la máquina.Y con el tema del barbijo mucho no se podía usar las barbas. No era cómodo y se despeinaban. Ahora, de a poco, estamos volviendo a la normalidad”.
Diego trabaja con su hijo, Thiago, con Gastón y con Paula y, cuenta con la ayuda -en los tiempos libres que le deja la facultad- de su otra hija . “Paula está hace 14 años con nosotros, desde la peluquería y con Gastón, son prácticamente parte de la familia, así definimos la barbería, un negocio familiar”.