Un grupo de investigación del CONICET y la UNMDP trabaja con compuestos naturales de origen marino para su potencial uso como filtros de protección de rayos UV con menor daño en el ambiente.
Por Agustín Casa
Cuando calienta el sol, y empiezan los días de calor para disfrutar la playa, cobra mayor importancia una recomendación muy difundida desde hace tiempo: el uso de protector solar para proteger la piel de los rayos UV.
Esos protectores suelen contener compuestos orgánicos sintéticos –producidos por el ser humano– que brindan protección de la radiación ultravioleta. Sin embargo, son compuestos que pueden tener un impacto negativo en el ambiente.
En este contexto, el grupo de investigación de Fisicoquímica de Sistemas de Interés Ambiental de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UNMDP, vinculado al Instituto de Investigaciones Físicas de Mar del Plata (IFIMAR), de CONICET y la universidad, estudia compuestos naturales extraídos del ambiente marino para lograr fotoprotectores más eficientes y con menor impacto ambiental.
“Nos enfocamos en estudiar las propiedades fisicoquímicas para ver cuáles son las mejores alternativas en cuanto al diseño de sistemas que sean más ventajosos y factibles de implementar para una potencial explotación industrial y comercial de los compuestos”, cuenta a Bacap Sandra Churio, doctora en Ciencias Químicas, investigadora del CONICET y directora del grupo perteneciente al Departamento de Química y Bioquímica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales.
El equipo dirigido por Churio se dedica desde hace años al estudio de aminoácidos tipo micosporina y gadusol, ambos compuestos de origen marino. En sus trabajos extrajeron aminoácidos tipo micosporina de algas rojas y realizaron ensayos de laboratorio de estas moléculas en agua. De esa manera, observaron que esos compuestos absorben los rayos ultravioletas de manera muy intensa y liberan su energía como calor, a la vez que no producen especies reactivas que podrían generar alguna complicación en la piel.
“Estamos limitados en obtenerlos en grandes cantidades, pero el comportamiento es muy superior en cuanto a que revisten menor riesgo de daño y son eficientes absorbentes del ultravioleta”, asegura la química.
En tanto, Churio afirma que en Europa se comercializan algunas pantallas solares que contienen aminoácidos tipo micosporina, pero que no están muy difundidas.
Protección solar y economía circular
En paralelo, el grupo participa de trabajos de investigación que incluyen el concepto de economía circular. El objetivo de estos estudios es aprovechar residuos de la pesca o de la acuicultura para obtener productos de interés comercial. Es decir, reutilizar compuestos que podrían emplearse para la producción de cosméticos, como protectores solares, o incluso para pinturas o barniz.
Por un lado, el ingeniero químico Agustín Behrens realiza su tesis doctoral sobre el uso de residuos de la acuicultura. Este proyecto se lleva adelante en colaboración con las biólogas Analía Fernández Giménez y Nair Pereira del Laboratorio de Fisiología de Organismos Acuáticos y Biotecnología Aplicada, de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales y el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (IIMyC), y una empresa dedicada a la acuicultura.
Por otro lado, la licenciada en Química y tesista doctoral Rocío Isla Naveira estudia la potencial reutilización de residuos de la pesca. Esa investigación es codirigida por Churio y Agueda Massa, bióloga del CONICET con lugar de trabajo en el Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (INIDEP), que trabaja con productos de la pesca.
“Hemos encontrado en la literatura y en las investigaciones que realizamos la presencia de gadusol en gónadas –órganos reproductivos– de peces hembras de algunas especies. Los biólogos que trabajan con peces nos dieron sus muestras y ahí verificamos que algunas especies tienen mayor contenido que otras, pero no lo hemos rastreado muy extensivamente. La propuesta es averiguar en qué especies se acumulan en forma más abundante, y cuál convendría aprovechar más”, explica Churio.
Impacto ambiental de los protectores solares comerciales
En noviembre, desde CONICET Santa Fe informaron que científicos argentinos demostraron que la benzofenona 3 o BP-3, utilizada en protectores solares para absorber la radiación ultravioleta UVA y UVB, provocaría retraso de crecimiento intrauterino y alteración en la proporción de sexos.
La investigación fue liderada por Horacio Rodríguez, biólogo e investigador del CONICET en el Instituto de Salud y Ambiente del Litoral (ISAL) de Santa Fe y en la Universidad Nacional del Litoral, y Ana Zenclussen, que se desempeña en el Laboratorio de Obstetricia y Ginecología Experimental de la Otto von Guericke University de Alemania.
El paper, publicado en la revista Archives of Toxicology, fue elegido por la entidad de la Unión Europea que asesora en riesgos de seguridad y salud asociados a productos no comestibles, la Scientific Committee on Consumer Safety (SCCS). Es uno de los cincos trabajos que integran la última publicación de este organismo en la que opina y da recomendaciones sobre la reglamentación del uso de BP-3 en productos cosméticos.
Asimismo, Churio señala: “Algunos fotoprotectores, como la benzofenona 3 o el octilmetoxicinamato, que son o eran muy comunes de encontrar en las formulaciones comerciales, se entiende que han ejercido un efecto nocivo en ambientes de corales en el mar Caribe. Esto ha llevado a que sean prohibidos actualmente o se prevé hacerlo en los años venideros limitando la formulación de pantallas solares con algunos de estos ingredientes”.
La investigadora agrega que “esto, además, tiene como un efecto dominó porque hay mucha interrelación en esos corales con otros organismos, y estos también se ven afectados”.
La química remarca que en los últimos años, por la adopción de actividades al aire libre, el ser humano ha requerido un mayor uso de estos compuestos, por lo que hay una gran dispersión en el ambiente de estos ingredientes fotoprotectores que, tras aplicar los protectores solares en la piel, se arrastran con la ropa y se barren con el agua, en el océano, en ríos, lagunas e incluso piletas.
Al advertirse que pueden tener efectos nocivos sobre los organismos vivos y sobre el ser humano, Churio subraya que “algunos de estos fotoprotectores solares más difundidos –como los mencionados– son considerados contaminantes de preocupación emergente”.
En este marco, su grupo también realiza un trabajo para estudiar si es posible diseñar combinaciones en las que la benzofenona 3 sea menos nociva para el ambiente. Se trata de una tesis de doctorado de la becaria Priscila Gigena, dirigida por Churio y Cecilia Mendive.
“Tomamos el fotoprotector sintético problemático, la benzofenona 3, y vemos si asociada a una matriz específica, constituida por compuestos mixtos metal-orgánicos, su reactividad y sus propiedades de transporte podrían ser afectadas modificando su impacto”, detalla Churio, quien agrega que “esta podría ser una estrategia para que esa molécula sea menos nociva para el ambiente”.