En octubre de 2016 leyó en Facebook que abría por primera vez la carrera de medicina en la Universidad Nacional de Mar del Plata y se anotó sin dudarlo apenas terminó de juntar los papeles necesarios, sin saber si podría compatibilizar su vida familiar y laboral con su sueño de siempre, y siete años más tarde, Natalia Pérez -47 años y madre de cuatro hijos pequeños- es una de las 80 mujeres de la primera promoción de egresados.
«Esta semana me tuve que tomar unos días, porque terminé muy feliz pero desbordada. Todavía me cuesta entender que me hablen a mí cuando me felicitan», aseguró Pérez en diálogo con Télam, después de superar un examen final de varias horas, que incluyó 24 postas de ejercicios en el Hospital Privado de Comunidad marplatense.
Pérez pasó noches sin dormir y en muchas de ellas «lloraba porque no daba más», sufrió especialmente con los libros de farmacología, según admitió, y cuando promediaba la carrera, llegó la pandemia del coronavirus, pero tras casi siete años de esfuerzo, siente que «el sueño está cumplido».
Su deseo de ser médica nació a mediados de los años 80, cuando las noticias sobre las supuestas propiedades de la crotoxina para curar el cáncer dominaban la agenda televisiva.
«Me acuerdo que escuchaba sobre un médico que había traído la supuesta cura del cáncer desde Estados Unidos y le decía a mí mamá: ‘Yo quiero hacer eso, quiero curar'», recordó.
El fin de la escuela secundaria, sin embargo, llegó junto al despido de su padre, trabajador ferroviario, en plena ola privatizadora, lo que sepultó cualquier posibilidad de cursar estudios en otra ciudad, ya que la carrera no existía en Mar del Plata.
«Irme a La Plata o Buenos Aires era impensable. Eran momentos muy difíciles en lo familiar desde lo económico. Empecé a estudiar profesorado de matemáticas, pero tuve que dejar para poder trabajar», relató.
Luego pudo avanzar con estudios de diseño gráfico y con algunos proyectos de manera independiente, se casó y tuvo cuatro hijos, Francesco, Giovanni, Alessia y Speranza.
Un sueño que se cumplió
Cuando creía que aquella idea de ser médica era asunto cerrado, a sus 41 años, vio la noticia sobre la apertura de la Escuela Superior de Medicina en la ciudad.
«Lo leí en Facebook unos 15 días antes de que abriera la inscripción y no dudé un segundo. La verdad es que en ese momento aluciné. Siempre había quedado en el tintero aquel sueño. Lo hablé con mi marido, en ese momento mi nena más chica tenía apenas dos años, y me anoté con la idea de hacer la carrera tranquila, pero después no pude detenerme», contó.
Con compañeras que podrían ser sus hijas -«nenas de 20 años»-, que sufrían al igual que ella cuando la veían llegar nerviosa y cansada a algún examen, logró avanzar sin perder materias y recibirse en el tiempo ideal, al igual que otros 88 estudiantes -80 de ellas mujeres- que el último fin de semana completaron los finales y se convirtieron en la primera camada de egresados de la universidad pública.
«Todos me acompañaron durante la carrera, desde compañeros hasta profesores, que me hacían sentir muy cómoda. Esta oportunidad increíble me la dio la universidad pública, en la cual se tiene en cuenta por ejemplo que quienes tenemos hijos, por un decreto de amparo a la madre, podamos tener prioridad con los horarios de cursadas», señaló.
Noches sin dormir
Llevar la carrera al día implicó «muchas noches sin dormir», levantarse a las 4 «para cocinar o lavar en plena madrugada», y aprovechar para estudiar en el club mientras sus hijos hacían deporte.
Cuando promediaba la carrera, la pandemia atravesó su vida y su rutina como un examen sorpresa: «En casa mis cuatro hijos tenían clases virtuales, yo tenía clases virtuales y mi marido hacía trabajo virtual. Teníamos que turnarnos para usar internet, los teléfonos, las computadoras. Y nuestras prácticas tuvieron que postergarse unos meses por la situación de los hospitales», evocó.
En ese sentido, explicó que los estudiantes compartían la preocupación «por el impacto en el sistema sanitario», seguían de primera mano la evolución de la pandemia por la información en tiempo real que brindaban los profesores que trabajaban en hospitales, y ellos participaban además como alumnos del esquema de telemedicina de casos dudosos y sospechosos que montó la escuela.
Tras haber egresado, Pérez explicó que buscará especializarse en dermatología, y en las próximas semanas comenzará las prácticas como médica clínica, pero primero quiere procesar lo que ocurrió: «Tengo que terminar de creer que es real, y que efectivamente pude lograrlo».