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noviembre 24, 2024
Lo de Allá

Debate sobre la ciencia: ¿qué investigar en los próximos diez años?

El 11 de octubre la Cámara de Diputados convirtió en ley el Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2030.  Tres investigadores de diferentes disciplinas y trayectorias reflexionan sobre la importancia de la ciencia y señalan dónde debe ponerse el foco en el desarrollo de políticas científicas.

 

Por Natalia Concina

A días de la sanción de la Ley del Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2030, investigadores de diferentes disciplinas y trayectorias reivindicaron que la ciencia contribuya al desarrollo productivo del país, pero sin dejar de destacar la importancia de la ciencia básica o las sociales, en tanto que algunas voces reclamaron políticas científicas que acompañen más a las comunidades y la naturaleza.

El 11 de octubre pasado la Cámara de Diputados convirtió en Ley el Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2030, que establece 10 desafíos estratégicos que deberían abordarse que van desde erradicar la pobreza y reducir la desigualdad y la vulnerabilidad socioambiental hasta promover el desarrollo de la industria informática y de las tecnologías de la información para la innovación productiva y la inclusión digital, pasando por impulsar la biotecnología para potenciar las producciones regionales, lograr una salud accesible, fortalecer la investigación marítima, entre otros.

«Se trata de un plan muy amplio con 10 desafíos abordables desde el punto de vista multidisciplinario; uno podría armar equipos de muchas disciplinas o un equipo de una sola disciplina que va a atacar un pedacito de esos desafíos y eso solo ya daría lugar a montones de temas de investigación», indicó a Télam el físico e investigador de CONICET, Jorge Aliaga.

«Pero, además -continuó- están las agendas territoriales con intereses estratégicos de cada región, entonces, no hay un listado de temas obvios porque justamente hay una diversidad enorme relacionada a los desafíos y las agendas territoriales».

Para Aliaga, quien fue decano de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de Buenos Aires y tiene una vasta experiencia en gestión, «la fortaleza que tiene el plan 2030 es que fue construido en consulta con todo tipo de sectores no solo con las sociedades científicas, sino también con los sectores empresariales y sindicales, entre otros; entonces, quizás se puede criticar que hubiera estado bueno que tenga metas más concretas o indicadores de éxito, pero los temas fueron generados por consensos y eso es una enorme fortaleza».

Convencido de que el plan de ciencia y técnica debe ser «un elemento imprescindible para hacer realidad el modelo de desarrollo» que establezca un país, Aliaga remarcó que «esto no implica que solo se deba investigar lo que demande el mercado».

«La historia está llena de ejemplos de investigaciones que en un momento parecían ser absolutamente abstractas, básicas y alejadas de la realidad y tiempo después tenían una salida en la aplicación práctica que dio enorme cantidad de posibilidades de negocios», sostuvo.

Y añadió que «también hay otros temas que no están ligados con una respuesta inmediata pero que son importantes que se estudien, muchos relacionados con algunos de los desafíos estratégicos como erradicar la pobreza y reducir la desigualdad o vulnerabilidad ambiental, la construcción de políticas para fortalecer la democracia y ampliar los derechos ciudadanos, etc., es decir, investigaciones absolutamente básicas e imprescindibles».

Por su parte, la bióloga e investigadora de CONICET,  Claudia Capurro, sostuvo que «no se planea el desarrollo de un país de un día para el otro, por lo tanto al hacer una proyección de la ciencia a 10 años uno debe pensar una ciencia que acompañe a las necesidades sociales y contribuya a mejorar la vida de las personas; estas son las bases para un desarrollo dinámico que se va modificando a medida que las necesidades van surgiendo».

«Un ejemplo bien claro de esto fue la pandemia, cuando se manifestó una problemática social inesperada y hubo una respuesta inmediata; entonces, más allá de lo que uno pueda planear, el surgimiento de nuevas situaciones requieren de un sistema activo, dinámico y convertible en la medida que la sociedad lo requiera», señaló Capurro, vicepresidenta de Asuntos Científicos de CONICET.

También convencida de que hay que «tener una ciencia al servicio de la sociedad y que contribuya al desarrollo del país», la investigadora defendió la importancia de hacer ciencia básica en el contexto de las naturales porque «son fundamentales para llegar al desarrollo de tecnologías», pero también sostuvo que «las ciencias sociales están insertas en la sociedad mucho más de lo que nosotros creemos».

En este contexto advirtió como desafío para la comunidad científica la necesidad de «lograr una comunicación más eficiente y poder difundir, por ejemplo, qué problemática hay atrás de cada una de las investigaciones sociales que se realizan».

Guillermo Folguera (en la foto  de la nota) es biólogo y filósofo y miembro del Grupo de Investigación de Filosofía de la Biología (UBA-CONICET) y su trayectoria académica está muy ligada a las comunidades que sufren los efectos de lo que él denomina el modelo «productivo-extractivista».

Desde este lugar identificó que el Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2030 tiene «al menos cinco aristas que son importantes marcar y problematizar, tanto para hacer diagnóstico como para pensar alternativas».

«Lo primero es hay poca comprensión respecto a la enorme diversidad de disciplinas y esta exclusión no solo contempla a las ciencias humanas prácticamente en su totalidad, sino también a importantes líneas dentro de las ciencias naturales que no están dirigidas a estas fases productivas-extractivas, como por ejemplo, las interacciones entre especies; es decir, todas las investigaciones que rescatan a la ciencia en su valor cultural propiamente, más allá de si genera o no divisas», sostuvo.

En segundo lugar, el investigador se preguntó «hasta qué punto realmente los objetivos están contemplando como prioridad la situación de tener a la mitad de la población bajo la línea de pobreza y una situación de destrucción ambiental inédita».

«En tercer lugar, y en línea con lo anterior, -continuó- es por qué se insiste con formas de producción extractiva cuando, por ejemplo, tenemos 25 años de utilización de cultivos transgénicos uno podría preguntarse si ha generado mayor justicia social y ambiental o más bien generó situaciones de concentración de propiedad y uso de la tierra; desmonte asociado, contaminación química, apropiación de semillas, expulsión de comunidades a los cordones de pobreza urbano, etc.».

El cuarto y quinto punto que marca Folguera se vinculan a la relación entre lo público y lo privado. «Como personas que hacemos ciencia tenemos distintos actores para vincularnos; una cosa es hacerlo con multinacionales y grandes corporaciones otra es con pequeñas pymes, que quizás es un vínculo sobre el que habría que trabajar más; y por último está el trabajo con las comunidades, con escucharlas realmente, y se limita a la voluntad de algún investigador más que a una política científica general», dijo Folguera.

«Por último, y vinculado con lo anterior, en gran parte de estos abordajes no queda claro qué es lo público y qué lo privado; qué es el cuidado de lo común y qué es enriquecimiento de un sector de la sociedad; qué rol van a cumplir las políticas públicas; creo que falta dar en la comunidad científica una discusión frontal sobre esto y no seguir reproduciendo por inercia experiencias como por ejemplo con los transgénicos donde ya podríamos hacer un balance con la experiencia vivida», concluyó.

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