La Trochita constituye un patrimonio cultural e histórico del país, y actualmente solo viaja con fines turísticos, pero antes, entre 1950 y 1993 tuvo una importante función en el traslado de pasajeros.
Por Florencia Copley
Viajar en La Trochita es una experiencia única que lleva a los pasajeros que abordan ese tren a vivir tiempos remotos, a sumergirse en la inmensidad de los paisajes patagónicos y a conocer, durante el recorrido, la historia de los pueblos que habitaron y habitan esos parajes lejanos.
El trayecto Esquel – Nahuel Pan, en la provincia de Chubut, es un paseo de tres horas (ida y vuelta), el cual comienza en la estación original donde funciona el Paseo Ferroviario, con un boleto de cartón (ciertamente un recuerdo de la experiencia) y la maniobra de enganche de la locomotora, en una especie de ritual que arranca aplausos de los espectadores.
El silbato suena, La Trochita echa humo, las guías a cargo piden a los pasajeros que tomen sus ubicaciones y el paseo comienza a un ritmo tranquilo que permite observar algunas casas alejadas de la ciudad de Esquel, enmarcadas por un muro de montañas, para comenzar a atravesar luego una vegetación desértica.
El Viejo Expreso Patagónico es un tren de trocha angosta que comenzó a funcionar en 1922 y se conoce como La Trochita debido a que la distancia entre los rieles es de 75 centímetros de ancho, una adaptación de las vías pensada para circular en esta zona, algo que lo hace único en el mundo.
El tren en sí es una reliquia de más de 100 años, con salamandra en todos los vagones y categorías de primera y segunda clase, donde la única diferencia consiste en que los asientos son acolchados y forrados en cuero o de madera, pero el precio del boleto es igual en todos los casos.
Una vez que los pasajeros se encuentran en sus lugares y la formación comienza su camino, las guías informantes dan la bienvenida para luego brindar información relevante sobre este singular medio de transporte y dar detalles del recorrido que realiza.
La Trochita constituye un patrimonio cultural e histórico del país, y actualmente solo viaja con fines turísticos, pero antes, entre 1950 y 1993 (año del cierre del ramal), tuvo una importante función en el traslado de pasajeros, ya que conectaba Esquel con Ingeniero Jacobacci, un pequeño pueblo de la meseta central de Río Negro, desde donde se podía hacer un trasbordo para llegar a la estación de Constitución, en Buenos Aires.
Inicialmente, el tren solo transportaba carga y las locomotoras eran impulsadas a carbón, aunque luego fueron reconvertidas a fuel oil para causar menor daño al ambiente.
Tiene una capacidad de 190 personas en sus seis vagones, además del furgón donde viaja el guarda y el coche bar, decorado como a principios del siglo XX, donde los turistas pueden sentarse a tomar un café, una cerveza artesanal o un whisky, además de degustar las especialidades de una deliciosa panadería de Esquel.
Bárbara Price es una de las informantes que acompañan el recorrido en cada vagón y, en diálogo con Télam, cuenta orgullosa que los pasajeros celebran mucho “el mantenimiento del tren, la atención y la calidad de la gente, porque eso lleva al turista a relajarse”.
“Viene mucha gente de ciudad a relajar el día a día y les encanta que se siga manteniendo el tren con la misma modalidad de hace muchísimos años atrás”, comenta, mientras el tren avanza apacible sobre sus rieles.
El trayecto, que comienza en Esquel, cubre una distancia de 19 kilómetros, con un total de 49 curvas, y a medida que el viajero se deja absorber por la inmensidad de esos parajes, comienza a notar el cambio en la vegetación, conocido como “ecotono”.
“Acá tenemos la oportunidad de estar dentro de Patagonia, en el bosque andino patagónico, y transportarnos a la estepa, así que tenemos dentro del recorrido un cambio de paisaje, de flora y fauna”, explica Bárbara.
Cada vez que La Trochita atraviesa rutas de acceso a la localidad de Esquel, los vehículos frenan y la gente saluda al tren con algarabía, mientras los pasajeros hacen lo mismo desde las ventanillas del tren.
Al llegar a la estación Nahuel Pan, la formación se detiene durante unos 45 minutos y las personas tienen la posibilidad de recorrer puestos de comida, ferias artesanales y el Museo de Culturas Originarias, donde es interesante conversar con la población mapuche-tehuelche que habita el lugar, uno de los aspectos que más valoran los turistas, según cuenta Bárbara.
Durante esta parada, la locomotora realiza las maniobras de desenganche y enganche para ubicarse nuevamente al frente y así poder retornar a la ciudad de Esquel.
El silbato suena tres veces, los pasajeros vuelven a ocupar sus asientos en la formación y el tren comienza lentamente su tramo de regreso en el sentido opuesto.
Los viajes turísticos en La Trochita se hacen durante todo el año y en temporada alta aumentan la frecuencia debido a la gran cantidad de turistas argentinos y extranjeros que quieren acceder a esta experiencia única en el mundo.
Es un recorrido amable para todas las personas que incluso tienen la posibilidad de viajar con su mascota en uno de los coches habilitados con esta finalidad.
Actualmente, existen dos formas de disfrutar un paseo en La Trochita, desde Esquel o desde El Maitén, este último es un tramo que tiene menor frecuencia y mayor duración.
Para Bárbara, quien nació en Esquel, vivió su infancia a dos cuadras de la estación y hoy es guía informante del Viejo Expreso Patagónico, “este tren es un monumento para todos nosotros, para todo el país, son cien años de muchísima historia que a diario dan ganas de seguir estudiando e investigando lo que fue pasando en todo ese tiempo”.
Al llegar al mismo punto de partida, los pasajeros bajan de La Trochita alegres y distendidos, comentando el viaje, la aparición de alguna liebre en el camino o la diferencia del paisaje con sus lugares de origen y residencia, seguros de haber vivido una experiencia memorable.