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Mar del Plata, AR
noviembre 21, 2024
Mar del Plata 150 motivos

La historia de Mar del Plata bajo la mirada del tataranieto del fundador de la ciudad

Por Pablo Arauz Peralta Ramos

Gracias Mar del Plata por dejarme estar dentro de los 150 motivos de festejo que, para mí, son muchos más. 

Patricio Peralta Ramos (el Fundador) llegó a estas tierras por el año 1860, en diligencia de correo, la cual tardaba 8 días y 8 noches en realizar el trayecto que lo separaba de Buenos Aires.

Ya por esos años, era acompañado por dos de sus hijos, Jacinto (mi bisabuelo), el hijo mayor después de 6 mujeres, y Eduardo, su hermano. Tendrían entre 10 y 12 años.

Puedo llegar a imaginarme el páramo que sería esta zona de la provincia en esa época, pero como todo idealista -que ve más allá de lo tangible-, don Patricio vio una perla a orillas del Atlántico, un mar de plata y, seguramente, imaginó con el tiempo, una ciudad feliz. En definitiva, un soñador y un visionario. 

En 1874, y ya haciendo historia, pide al estado provincial la fundación de un pueblo, que ya tenía habitantes permanentes, una escuela, un boticario y una capilla -construida un par de años antes en homenaje a su esposa fallecida-.

Y como todo visionario, que soñaba con una gran ciudad, no se quedó allí. Hizo construir 7 plazas de 4 manzanas cada una, hoy denominadas las plazas fundadoras, entre otras acciones iniciáticas.

Muchas fueron las familias de pioneros que acompañaron el desarrollo del pueblo fundado, y que por aquel entonces formaba parte del Partido de Balcarce. Hasta 1879, cuando pasa a ser el Partido de Gral. Pueyrredon (sin acento) y, ya en 1907, es declarada ciudad.

Por su particular desarrollo e impronta, durante mucho tiempo fue llamada la Biarritz sudamericana, todo ello sostenido por Jacinto y Eduardo, quienes continuaron las iniciativas de su padre, que partió de un incipiente saladero, que zonificó el pueblo para estimular la actividad productiva y social.

Así, la agricultura, la ganadería, el primer cordón frutihortícola, la pesca artesanal y el turismo fueron protagonistas de su crecimiento. Los grandes chalets, los hoteles de lujo, la producción de bienes y servicios le aportaron sus características únicas e irrepetibles.

Jacinto tuvo un establecimiento rural al que llamó Cabo Corrientes, al sur del partido y sobre la actual Mario Bravo. Se dedicó a la producción lanar hasta su fallecimiento y su familia, posteriormente, lo transformó en producción lechera, de donde sale el famoso Queso Mar del Plata.

Es el mismo Jacinto quien sitúa de Mario Bravo al norte un nuevo asentamiento llamado Cabo Corrientes, y que luego fue denominado Peralta Ramos.

Según sus dichos, su propiedad rural -Cabo Corrientes- estando de Mario Bravo al sur estaba fuera del ejido urbano del pueblo fundado por su padre. Con ello, fijaba algunas características que a posteriori determinaron las cualidades del sur de la ciudad. 

 Su hija Celina (mi abuela paterna) heredó una parcela de tierras sobre Mario Bravo y hasta la actual avda. Jacinto Peralta Ramos, donde había un galpón de arreglo de maquinaria agrícola, algunos puestos y un tambo mecánico -el 1ro de la zona-. 

Mi padre, Guillermo Arauz Peralta Ramos (Willy), hijo de Celina, transformó ese galpón en vivienda unifamiliar, donde se instaló, y con la anuencia de sus hermanos desarrolló a partir de 1964 el barrio Santa Celina. Este loteo, a mi entender, se constituyó en el 1er barrio cerrado de Mar del Plata.

Willy, Atila o don Guillermo fue un adelantado a su época. Arquitecto de profesión, declarado Ciudadano Ilustre de Mar del Plata, mi papá.

Nació en Capital Federal, en Santa Fe 2020, en la casa de su abuelo Jacinto. Se trasladó a Mar del Plata para hacerse cargo de las tierras de la familia, de Barrio Norte al medio del campo, y con él vinimos mi hermano mayor y yo, los únicos que nunca más nos fuimos.

Vivió hasta su muerte en el denominado Casco de Santa Celina, en el barrio homónimo, en honor al nombre de mi abuela. Fue un lugar compartido con la ciudad y su gente y que, risueñamente, decía que Mar del Plata era un barrio de Santa Celina.

Mucha historia, mucha vida y un legado que se sostiene en el tiempo con mi presencia. 

Estos personajes de nuestra patria chica me guían e iluminan para seguir aportando valores e ideales a la constante transformación de esta bendita ciudad. 

Con una impronta de respeto, cariño, inspiración y admiración por aquellos que hicieron de su vida un ejemplo de servicio y grandeza para que Mar del Plata sea una gran ciudad para quienes la habitamos y para quienes nos visitan.

Que Dios nos bendiga y Mar del Plata nos una.

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