El feminismo en Argentina -planteado en este acto como el claro oponente a la presidencia de Javier Milei- encabezó el movimiento político más transformador de los últimos años. Nos suben al ring todo el tiempo: ¿y si empezamos de nuevo? ¿Y si damos otras respuestas a los enojos de una sociedad apática?
Por Julia Van Gool
Tengo una ilusión. Puedo, incluso, rastrear el momento exacto en el que apareció: cuando el vocero presidencial anunció, en una de sus conferencias de prensa matutinas, que el Gobierno Nacional pasaba a prohibir el lenguaje inclusivo y la perspectiva de género en la administración pública. Hubo algo de ese gesto tan burdo como ilógico en un contexto de profunda crisis económica que me despertó ilusión.
El feminismo en Argentina -planteado en este acto como el claro oponente a la presidencia de Javier Milei- encabezó el movimiento político más transformador de los últimos años y ahora nos suben al ring todo el tiempo: ¿y si empezamos de nuevo? ¿Y si damos otras respuestas a los enojos de una sociedad apática? ¿Y si planteamos otras maneras de mejorar la realidad material de todos y todas?
Que el presidente Javier Milei no nos quiere a las feministas ya lo sabemos. Desde sus inicios en la vida pública como un panelista excéntrico allá por el 2019 hasta su llegada a la presidencia el pasado 10 de diciembre, se encargó de dejarlo en claro. Sin ir más lejos, en la inauguración del ciclo lectivo del Colegio Cardenal Copello, en el barrio porteño de Villa Devoto, no tuvo reparo en decir, ante un auditorio estudiantil, que quienes militaban a favor del aborto legal eran «asesinos de pañuelos verdes». La frase estuvo incluída en la respuesta a una pregunta que le había hecho una de las alumnas del establecimiento sobre cómo su equipo había logrado superávits gemelos. No nos quiere, pero nos tiene muy en cuenta.
Hizo lo mismo en su intervención en la Conferencia Política de Acción Conservadora a fines de febrero, en Washington. Milei aseguró ahí que los socialistas “corrigen” el empobrecimiento del país con “la agenda asesina del aborto” e ironizó de que “Children parenthood tiene más locales en el mundo que McDonalds”, refiriéndose a la ONG estadounidense que ofrece servicios de salud reproductiva, educación sexual, y de aborto en aquel país.
Con medidas económicas que a todas luces afectan de manera directa y brutal la economía de las familias de clase media y baja, y con apellidos como Menem-Bullrich-Scioli-Caputo en su equipo de trabajo, la lucha contra la “casta” se redujo más a un chiste que una realidad, sobre todo cuando el presidente, en su primer discurso de apertura de sesiones legislativas de la historia, le pone épica a una medida como la prohibición a funcionarios a acumular millas para viajes personales con pasajes del Estado. Poco, ¿no?
Entonces, mientras el Observatorio de la Deuda Social de la UCA estima que el nivel de pobreza llegará a alrededor del 60% en marzo, a Javier Milei solo le queda el feminismo. Cierra así el INADI, organismo estatal creado por ley en 1995 que lucha(ba) contra la discriminación, la xenofobia y el racismo; reduce el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad a una subsecretaria silenciosa de Protección contra la Violencia de Género; realiza modificaciones sustanciales a leyes que marcaron historia como la Ley Micaela y la Ley de los 1000 días. Y prohíbe el lenguaje inclusivo y la perspectiva de género.
Lo que también pasa
En el medio: las prepagas -sin regulación desde el decreto del DNU- tuvieron aumentos del 40% en enero, del 30% en febrero y del 23% en marzo en promedio; el poder de compra de los asalariados formales cayó 21% en los primeros dos meses del 2024 y los alimentos acumulan un aumento del casi 300% en el último año. En el medio, la conflictividad es permanente. Con gremios, con gobernadores y hasta con artistas, como fue el caso de su ataque violento contra Lali Espósito al acusarla de vivir del Estado por haber cobrado shows en fiestas provinciales.
Así y todo, algo funciona. La periodista Noelia Barral Grigera, en su columna semanal en el programa Escucho Ofertas del canal Blender, compartió los resultados de un estudio de la consultora Tres Punto Cero donde muestra que la evaluación de gestión del gobierno nacional es 48,7% entre “muy buena” y “buena” y 47,5% “mala”o “muy mala”. Incluso, el 51% de los encuestados creen que el próximo año el país va a estar mejor. La polarización es total y la búsqueda/necesidad de un cambio o respuesta, por más ilógica que parezca, persiste.
Algo funciona, ¿pero por cuánto tiempo? El mismo estudio consultó cuánto tiempo cree que será razonable que Javier Milei se tome para resolver los problemas del país. El 33,4% respondió entre “unos pocos días” y “unos pocos meses”, el 21% dijo “dos años” y el 29,4%, “hasta el fin de su mandato”.
El escritor Miguel Mazzeo reflexionó, en su último artículo publicado en Lobo Suelto, que “la ultraderecha posee indicios de que es posible ejercer la violencia erradicando los efectos que pueden permitirle a las clases subalternas descifrar la realidad”. Algo así como que no nos vamos a dar cuenta de que no nos alcanza para comer pero igual nos contentamos con la prohibición del lenguaje inclusivo o el corte de las millas para los diputados. Mazzeo, además agrega: “[La ultraderecha] considera que la violencia no despertará ninguna inteligencia colectiva, ninguna voluntad general. Supone que ya no hay condiciones para ellas. Tal vez se equivoque”. ¿Y si se equivocan? ¿Y si en medio de esta apatía, de este corrimiento total del Estado, de esta ideología de la crueldad y el vale-todo, hay algo de lo colectivo que resurge y ofrece algo más?
El desafío, los desafíos
Después del triunfo del aborto en 2021, el movimiento feminista se enfrentó al desafío de mantenerse con la misma fuerza y solidez frente a otros aspectos que también mejorarían la realidad material de una sociedad cada vez más empobrecida. En este camino, surgieron las diferencias previsibles: no todo el movimiento que permaneció unido durante la lucha por el aborto legal pudo mantener esa unidad al abordar la discusión sobre políticas sociales y económicas.
El feminismo popular, el cual es profundamente latinoamericanista, viene a plantear un fuerte cuestionamiento estructural, evidenciando las desigualdades que nos presenta un sistema patriarcal, capitalista y colonial, y teniendo como ejes la justicia social, la redistribución de la riqueza, la soberanía política y la independencia económica. Por eso muchas nos enojamos cuando sectores ubicados en “nuestra vereda” señalaron como “pianta votos” la “agenda de las minorías”. No entender al feminismo como algo intrínseco de los movimientos populares es no entender ni el feminismo ni los movimientos populares. Si la sociedad no votó esa opción fue porque faltaron políticas, no porque hubo de más.
Inicio este 8M con una ilusión pero con la sensación de que “ganar la calle” no alcanza. El verdadero desafío para el feminismo actual radica en organizarse en torno a demandas específicas. Ya hemos dejado claro lo que no aceptamos ni permitiremos en el mundo que buscamos, ahora es momento de volver a enfocarnos en lo que sí queremos y ofrecerlo.
En los últimos años el feminismo dio respuestas valiosas a interrogantes sobre la desigualdad, la economía, la política y el poder. No fue hace mucho. De hecho, no fue hace nada. Los sectores de la sociedad que encontraron representación en el feminismo están acá, entre nosotros, y tienen que volver a encontrar respuestas ahí, sobre todo cuando las preguntas giran alrededor de cómo llegar a fin de mes, de cómo alcanzar economías sustentables, de cómo gestar nuevas formas de hacer política y ejercer poder. La única alternativa no puede ni debe ser pedirle esfuerzo a los que están exhaustos, más privaciones a los que están hambrientos y menos Estado a los que nacieron en la parte inclinada de la cancha.
Tengo una ilusión porque sabemos cómo repensarnos, cómo plantear alternativas y encabezar transformaciones políticas y sociales. Ya dimos respuestas y es momento de buscarlas y darlas de nuevo.