Por Claudia Rodríguez
Los Reyes Magos deben tener georeferenciadas las ciudades donde llegan con sus regalos especiales, porque no es poco común que los niños marplatenses reciban patines cada 6 de Enero. Hace casi cinco décadas atrás, a la tardecita de ese mismo día, se los podía ver haciendo los primeros pasos sobre los zapatos con ruedas en la pista del “Campo Municipal de los Deportes” y así me pasó a mí ,que tenía la suerte de vivir cerca en el barrio Peralta Ramos Oeste y unos padres que la salida del fin de semana, era llevar a sus hijos a jugar al Parque y ver la carreras de patín y ciclismo.
Es un misterio o quizás no tanto si indagamos en la historia más remota de Mar del Plata, pero los patinadores abundan y sobre todo los que recuerdan con anhelo que sin ser propietarios de patines, iban a la pista a dar unas vueltas de la mano de una chica o chico con la música de fondo que ponía Don Julio Cambón, que era el encargado de alquilarlos.
El Patinodrómo
La posibilidad de tener un lugar – como el patinódromo “Adalberto Lugea”- donde desarrollar un deporte atrevido, dinámico, divertido y hace muchos años novedoso por las distintas características que se presentan cuando los patinadores se transforman en aguerridos competidores, por lo menos en mi caso personal, significó una punta de lanza, la apertura de un camino de vida que ya no tuvo retorno.
Me parece oportuno relatar un hecho, quizás no tan conocido pero sustancial, en la vida institucional del patinaje de velocidad y es que la pista, inaugurada en Diciembre de 1969 que fue agregando mejoras a lo largo del tiempo, fue construida a raíz del grave accidente que sufrió Raúl Scafati, en ese momento uno de los corredores emblemáticos, quien fue atropellado por un vehículo en la Avenida Independencia durante una jornada de entrenamiento, porque justamente la actividad era callejera y así concitaba el interés de las barriadas que alentaban a sus representantes de los clubes, allí estaban los de Huracán, Deportivo Norte, Sporting, Kimberley, Unión entre otros.
Sin embargo, en virtud del crecimiento de la ciudad y sus actividades ameritaba la realización de un lugar donde cientos de jóvenes y niños pudieran encontrarse a andar en patines y esa casi tragedia puso en acción a los dirigentes.
Durante muchas temporadas veraniegas el patinódromo apareció en la Cartelera de Espectáculos como atractivo y el Torneo de Verano proponía en la programación carrera para principiantes y turistas, y los más osados se calzaban los extensibles de “tiritas” para ponerse en la línea de partida.
Cuando las ruedas eran de madera, década del 70, al llegar a la pista por la calle 12 de Octubre y la Diagonal “Ángel Firpo”, se podía ver una nube blanca que iluminada por los reflectores de las torres se hacía gigante.
La adrenalina
Resulta difícil explicar con palabras esos momentos de adrenalina pura. La nube enorme era el polvo de tiza que se echaba en las curvas peraltadas para que no se resbalaran los que andaban fuerte en la pista, que en ese tiempo era de mosaico granito y uno entraba con el ruido de cientos de ruedas armoniosas que piernas musculosas las hacían chillar con cada paso para meterse entre los talentosos del patín carrera que se habían consagrado en los sesenta.
Unos años después miles de personas que acudieron a el Campeonato Mundial del 83, usaron las torres de iluminación para apostarse a ver las carreras y después del primer día de competencias tuvieron que cerrarse las puertas por la capacidad colmada y Mar del Plata admiraba a las delegaciones extranjeras con su pasión por el patín carrera.
Abel Guariste transmitió en directo el Campeonato por Canal 10 y sin saberlo en aquel momento me regaló imágenes que hoy mis nietos pueden encontrar en Youtube.
Pude esa vez pasar primera por la línea de llegada luchando palmo a palmo con una patinadora italiana y obtener el que sería mi tercer título mundial de los cinco que conseguí durante mi trayectoria deportiva. Hechos que me llenan de orgullo, porque no sólo forman parte de mi vida, sino también la de la Mar del Plata deportiva que tiene tanto para contar.