Esta es la historia de Ayelén Tarabini, una atleta que desafió las probabilidades y se embarcó en un viaje extraordinario para seguir haciendo lo que más ama. En una charla a corazón abierto desde Moscú, la deportista surgida en el club Quilmes mostró su satisfacción por haber logrado el objetivo de volver y confesó que va por más.
Por Florencia Cordero
A los 32 años, la gimnasta marplatense Ayelén Tarabini volvió a la acción compitiendo para otro país después de un largo y arduo período de ausencia de cinco años.
En 2015 llegó a ser número 1 del ranking mundial en suelo y viga, pero en 2019 la “borraron” de la selección argentina cuando soñaba con llegar a los Juegos Olímpicos. En busca de nuevas oportunidades, Ayelén decidió trasladarse a Moscú y unirse a la selección de Kirguistán para enfrentarse al desafío de reintegrarse a la competencia internacional superando lesiones contra todos los pronósticos. Un camino de perseverancia y determinación marca su regreso.
Durante estos cinco años, no solo tuvo que lidiar con la espera y el entrenamiento, sino también con el dolor y la incertidumbre de dos cirugías. La más impactante de ellas fue la extracción de su tendón de Aquiles, una lesión que en un deporte de alto impacto como la gimnasia artística, podría haber significado el final de su carrera. Sin antecedentes similares en su deporte, Ayelén decidió seguir adelante, demostrando que su pasión y amor por su deporte eran más fuertes que cualquier obstáculo.
Esta es la historia de Ayelén Tarabini, una atleta que desafió las probabilidades y se embarcó en un viaje extraordinario para seguir haciendo lo que más ama. En una charla a corazón abierto desde Moscú, la deportista surgida en el club Quilmes mostró su satisfacción por haber logrado el objetivo de volver y confesó que va por más.
– ¿Cuándo tomaste la decisión de cambiar de bandera y competir para otro país?
– Cuando me echaron de la selección argentina me dijeron que, por más que quisiera entrenar o competir para Argentina, no me iban a convocar. Entonces pensé: «Bueno, si ni siquiera me dejan entrenar, listo, la gimnasia la voy a terminar y voy a finalizar mi carrera. No voy a depender de alguien que me diga ‘hasta acá llegaste'». Si yo estaba para clasificar a los Juegos Olímpicos, lo voy a intentar. Si no me quieren en la selección, bueno, mi sueño no lo voy a dejar así».
– ¿Y qué pasos tuviste que dar para llegar a donde llegaste?
– Fue muy difícil, la verdad. Ya venía con lesiones. En 2019, cuando me dieron esa mala noticia, empecé a ver a qué país podía representar. Tengo muchos amigos a nivel internacional y quería buscar un país hermoso, un país en desarrollo para poder ayudar al deporte.
– ¿Cómo fue volver a competir para vos? ¿Cómo te sentiste? ¿Cumpliste tus expectativas?
– Se hizo muy largo, esperé muchísimo. Sufrí dos cirugías el año pasado, y ya no tengo el tendón de Aquiles. Cuando me operaron, me dijeron que era imposible, que se acabó la gimnasia. Yo dije: «No, la gimnasia se acaba cuando yo digo». No cuando me digan que ya no se puede. Lo voy a intentar de vuelta. Si no puedo, al menos me quedo tranquila de que lo intenté. Si no puedo competir, di el máximo y hasta aquí llegué. Cuando llegó la competencia, creo que pesó mucho más mi palabra que la de todo el resto. Dije: «Ok, se acaba de cumplir lo que yo dije». Fue pesado competir así, no estaba preparada al 100%, claramente. Va a ser muy largo hasta el año que viene, así que necesitaba un poquito más de adrenalina.
– ¿Fue también una satisfacción personal por seguir superando barreras y demostrarte a vos misma y al resto que se podía?
– Sí, es más por mí, más que nada. Hoy no le debo nada a nadie, sinceramente. Estoy muy contenta, terminé y competí. Eso fue un montón para mí porque mi cuerpo no se recupera tan rápido como antes. Pero la verdad es que estoy súper contenta. Terminé con una sonrisa, a pesar de que me haya caído, terminé recontenta y con salud, que es lo más importante hoy en día. Cuidar mi herramienta de trabajo, que es mi cuerpo, es fundamental.
Para mí fue mucho más que para todo el resto. El resto era decir: «Uy, te caíste». Me tocó competir en paralelas y acá todas son especialistas, campeonas olímpicas, mundiales, europeas. Siempre tenés a las que están progresando y creciendo, entonces era imposible buscar un resultado. Pero mi resultado era competir con lo poco que hacía, disfrutar y volver a experimentar eso, para que el año que viene solo me enfoque en entrenar y cuando venga la competencia, sea más natural.
– ¿Llamó la atención tu caso en este contexto?
– Es difícil que te vean competir y, si te caes, se pregunten por qué te estás riendo o por qué te estás riendo si no lo hiciste correctamente. Pero para mí era mucho más. Estaba compitiendo con chicas de 16, 17, 18 años. La más grande creo que cumplió 25. Pero bueno, el cuerpo cambia. No es la edad, sino el cuerpo que arrastra cosas. Es muy difícil competir así, pero se pudo.
– Todos pensaban que te habías retirado pero… ¿sabías que había una puertita que se podía abrir?
– Cuando me dijeron «por más que entrenes o quieras competir, no vas a estar en la selección», me lo dijeron en la cara, yo dije: «Bueno, espero dos años y voy a representar a otro país, busco otro país». No importaba el país, a mí no me iban a sacar del deporte. Uno ama representar a su país. Escuchar el himno, llevar los colores. De repente, aparecen decisiones políticas. La verdad es que el país que yo estoy representando ahora, Kirguistán, es un país con una gente y una cultura maravillosa, realmente maravillosa. Me enamoré del país y de su gente. Son solidarios, súper buenos, te dan hasta lo que no tienen. Aprendí muchísimo. Es como que la vida te prepara. O te pasa algo porque necesitabas estar en ese momento y lugar. Son cosas que uno aprende y, sinceramente, creo que hoy estoy donde estoy y como estoy porque aprendí mucho.
– Vos seguís ahí, con tu sonrisa, con tu mente positiva, sobreponiéndote a una cosa y otra, tanto en lo físico como en lo estructural del deporte argentino. Esto que hiciste deja una huella…
– Mirá, aprendí a dejar las cosas atrás, sinceramente. Porque la gente que no quiso estar en esos momentos, si estaba, tenía que estar al 100%. Sin embargo, me hicieron a un lado y, en los malos momentos, me dejaron aún peor. Ya está. Me costó aceptarlo y entenderlo porque yo pensé que la gente que estaba a mi lado realmente me quería, quería ayudarme o simplemente estaba conmigo. Pero la verdad es que en esos momentos uno se da cuenta de cómo son realmente las personas. Entonces, cuando lo entendés, aprendés que estás totalmente sola. Y, a veces, es más fácil estar sola que depender de alguien que no quiere ayudarte o simplemente no quiere estar. Cuando terminé de competir es como que había cumplido un sueño. Quedé nockout, quedé contentísima. No tenía fuerza para nada después, pero tenía el alma tranquila. Y me dije: “Mirá, se pudo. Hice posible lo imposible”.