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mayo 30, 2025
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SAUNTRACK | Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa

Por Martina Migliorisi

Hola, ¿Cómo estás? Se termina el quinto mes del año y es momento de afrontar la dura realidad: vendrán días más fríos, temperaturas más crueles, infinitas capas de abrigo. Habrá gente en situación de calle que batallará con ello, pero también con el hambre, con la indiferencia de quienes pasan a su lado, con los peligros de la intemperie, con un Estado cercenado, ineficiente y vil.

Mientras me pregunto cuánto tiempo más durará esta pesadilla, afino una lupa invisible y busco tesoros que nos lleven a la distracción. Después de todo, “sacar belleza de este caos es virtud”. Henos aquí, con tres motivos —musicales, claro— para brindar: Bob Dylan cumplió 84 años; Robbie Williams anunció un nuevo álbum para el otoño del hemisferio boreal (nuestra primavera); “Corazones”, cuarto álbum de Los Prisioneros, celebró su trigésimo quinto aniversario.

Tres pérdidas, porque esto también es parte de la vida: Marcelo Simoni, pionero del heavy metal nacional y fundador de Bloke, dejó este mundo a sus 65 años; se cumplió un nuevo aniversario del fallecimiento de Robin Gibb (Bee Gees), cuyo paso a la inmortalidad data del 20 de mayo de 2012; Rick Derringer, músico, compositor y productor norteamericano, recordado por integrar la formación The McCoys, falleció a sus 77 años.

De postre, una ensalada de títulos: Cher cumplió 79 años; Conociendo Rusia y Nathy Peluso se unieron para “Perfecto Final”, su nuevo material; Marilina Bertoldi estrenó “Para quién trabajas”, su flamante álbum de estudio; Lali llenó el Estadio José Amalfitani no una ni dos, sino tres veces en lo que va del año y va por más; Wilco volvió a tocar en Argentina, esta vez con Delfina Campos como artista invitada.

Bienvenidos/as a una nueva edición de Sauntrack. Arremánguense, porque lo que viene será tedioso. 

Siglo indeterminado

Si en 2018 nos escandalizaban títulos como «Una fanática de los boliches, que abandonó la secundaria» o «Femicidios: cómo detectar a los que matan por amor», hoy parece demasiado lógico, casi ofensivo, creer que cualquier expresión que justifique la violencia caerá en gracia.

La denominación “violencia de género” creó un quiebre en el lenguaje, en la percepción social de la ciudadanía e incluso en las figuras jurídicas. Una imagen recurrente de 2009 en adelante sería la de militantes feministas explicando una y otra vez, hasta el hartazgo, por qué la especificación “-de género” existe, qué intenta visibilizar y por qué no es utilizada en casos de roles inversos (es decir, cuando una mujer ejerce la violencia contra un hombre)

A pesar de los ilimitados intentos por esclarecer, una parte de la sociedad reposó a la sombra. Fito Páez, que a ojos de quien lea podrá ser más o menos progresista, más o menos conservador, más o menos músico que otro, y más o menos sexista, evadió, así sea por un instante, nuestro adorado sol.

“Si vas a bailar que te van a perrear y te van a garc*ar toda la noche… problema tuyo. Después, cuando vayas a defender los derechos al Congreso no me pidas que te apoye”. La reflexión es expresada en los estudios de Futurock. El programa, un ciclo de entrevistas, se llama “Mirá quién vino” y su artística de presentación está entonada por la misma persona que ahora, frente a uno de sus micrófonos, desbarranca en una de las emisoras más progresistas y feministas del país.

Fito Páez nació en Rosario en 1963. Su historia de amor con la música bien podría compartir su fecha de cumpleaños. Quizá por eso, el cantautor enseña su radical postura sobre determinados géneros en lo que parece ser una invitación a pensar qué consumimos y de qué manera lo hacemos.

Al evaluar la música popular que hoy lidera los charts a nivel nacional, es contundente: «La música que está generando el mundo, de una sola nota, a mí me aburre». Para un músico de su formación, la presencia del ritmo como única variable es una infracción grave: «Termina atentando contra dos elementos centrales. La melodía y la armonía desaparecen».

Ante este primer statement, la observación del colega Facundo Arroyo dio en el clavo: “La música, según la etnomusicología, son las músicas. No hay una sola forma de entenderla. No tiene que estar centrada en la melodía y en la armonía para que sea buena”. Strike uno.

Páez bien podría estar hablando del trap, el género que, a pesar de sus raíces noventeras, conquistó tierra argentina en demasía alrededor del 2016, pero esto no quedará claro durante su descargo. De hecho, parece trazar —a propósito o sin querer— una línea difusa entre el trap y el reggaetón, utilizando el nombre de este último como un todo.

Amén del fallido, una primera contradicción comienza con la afirmación «todo se puede bailar». Y es que automáticamente después, el rockero enumera diversas obras musicales que van desde el legado de Luis Alberto Spinetta hasta Joni Mitchell. Curiosa forma de ver la danza, teniendo en cuenta que dicho «todo» incluye a Steely Dan pero rechaza al reggaetón en su totalidad. Strike dos.

“Si vas a bailar que te van a perrear y te van a garc*ar toda la noche… problema tuyo. Después, cuando vayas a defender los derechos al Congreso no me pidas que te apoye”. ¿En qué momento los gustos musicales, la diversión o la afición por un determinado género delimitan el nivel de respeto que una persona merece? ¿Por qué el enojo con una canción llevaría al atropello de un derecho constitucional? ¿De qué tipo de efecto mariposa pesadillesco se trata? ¿Por qué nos molesta el machismo del reggaetón y no aquel que expresa, por ejemplo, el rock? O parafraseando a Makano, “¿qué tiene él que no tenga yo?”. Strike tres.

Indignación selectiva

«No trates de alcanzar el timbre de alarma/ Tu resistencia me desarma/Tus padres no nos van a oir/les encerré en el montacargas”.  En 1987, Un pingüino en mi ascensor publicó su disco “El balneario”. Su tracklist incluye una canción llamada “Atrapados en el ascensor” (aquí citada), y relata el planeamiento de un abuso sexual con acceso carnal: “Sácame de una vez el codo de la boca/Sabes que no me va el rollo masoca/Deja de llamar a la portera/Contigo no hay manera/Yo que puse toda mi ilusión/En esta violación”.

Los delitos que narran algunos artistas no escapan a los femicidios. “Hoy voy a asesinarte, nena/Te quiero pero no aguanto más”, entona el conjunto español Siniestro Total en “Hoy voy a asesinarte”, donde luego retruca: “El tendero te regala el coñac/Y el lechero te da leche de verdad”.

Por supuesto que las arcadas no vendrán siempre del mismo lado. La cultura argentina que nos atraviesa, que nos conmueve y que nos identifica también enseña su peor cara en canciones clásicas. Los tangos “Lloró como una mujer”, “Atenti pebeta” o “Contramarca”, son claras pruebas de ello. La milonga “Amablemente”, de hecho, cuenta la historia de un hombre que ha sido engañado por su mujer, y que “…con gran tranquilidad/Amablemente/Le fajó treinta y cuatro puñaladas”.

En 2018, el periodista Patricio Féminis escribió un artículo para Clarín del que rescato: «El deseo varonil salteño va de la galanura al erotismo…» y ejemplifica con «Por invadir tu cuerpo», de Los Nocheros: “Tu cuerpo es la isla que quiero invadir/ después de tanto naufragar/ Si alguna marea te cuenta de mí/ estoy a punto de llegar”.

Un año más tarde, el comunicador Martin Fernández Paz meditó sobre este tópico, no sin antes habitar la incomodidad, las incongruencias, las contradicciones, y dijo: “Por lo pronto, estas manos ya no celebran ciertas canciones. Prefieren, en cambio, aplaudir luchas tan justas como indispensables. Aunque quién sabe por cuánto tiempo más se escucharán los bises de aquellas composiciones. Y resonará el horror de nuevos femicidios. Hace falta mucho más que nuevas canciones”.

Un consejo y un adiós

A modo de apunte —y aunque nunca creí tener que llegar a algo así—, algunos títulos de reggaetón con letras amenas. Considérelos recomendaciones para gozar sin culpa, y corra la voz a su Fito de confianza: “Ella perrea sola”, de Bad Bunny; “Ñeri”, de Trueno; “Tu príncipe”, “Limbo” o “Llamado de emergencia”, de Daddy Yankee; “Moriré”, “Perdóname” o “Todavía”, de La Factoría; “Llorarás por mí”, de Chapa C; “Dime si te vas con él”, de Flex; “Dile”, “Danza Kuduro” o “Virtual Diva”, de Don Omar; “Dejame entrar”, “Te amo” o “Su nombre en mi cuaderno”, de Makano. Hay muchas más. Lo difícil es hallarlas con la venda del sesgo sobre los ojos.

El timing, estimado/a, a veces, es una bendición. El próximo martes se cumplen 10 años del primer “Ni una menos”. Para que no existan más polleras cortitas, nos vemos en las calles. Bailes lo que bailes, escuches lo que escuches e intimes como intimes.

Para irnos, quiero recomendarte tres gemas del mundo musical, sin nexo alguno y con ningún otro motivo más que el de compartir lo que se ama:

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