Con Dawi, Bucciarelli, Fargo y Aramberri al frente, Los Decoradores festejan una década de homenajes al espíritu redondo con dos shows en ciudades emblemáticas. La cita es el 20 de junio en Gap.
Por Ian Punter
Desde 2015, La Kermesse se transformó en un ritual que mantiene viva la llama de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Con más de 100 shows y una formación estable que incluye a miembros históricos de la banda, el grupo vuelve a los escenarios para celebrar el recorrido junto a su gente, en dos noches que prometen ser inolvidables.
En diálogo con Bacap, Sergio Dawi hablo sobre la trascendencia de Los Redondos, el volver a los escenarios y la química dentro de la banda, también se mostró sorprendido de como el show es un puente entre generaciones.
—¿Cómo se vive este regreso a los escenarios en el marco de los 10 años de La Kermesse?
—Se vive con mucha alegría. Te puedo asegurar que nunca pensamos que íbamos a llegar a los 10 años. Siempre fuimos paso a paso, día a día… y esos días se convirtieron en meses, y esos meses en años. Hace poco, casi por casualidad, nos dimos cuenta: “Che, ¿hace cuánto que estamos tocando?” Y bueno, resultó ser una década.
La verdad que nos pone muy contentos, porque es algo que elegimos hacer. Estos encuentros con la música, con el público, y entre nosotros mismos como músicos, son muy potentes. Hacía mucho que no tocábamos estos temas, y reencontrarnos en eso es muy fuerte.
Más allá de lo musical, las letras tienen un sentido muy ligado a esta época. Es un tiempo que se parece bastante a lo que fueron los 90´, un momento de crecimiento para los Redondos. Entonces, poder hacer algo que tenga sentido hoy también nos impulsa y nos hace sentir cerca de lo que queríamos hacer desde el principio.
—¿Qué representa hoy para vos seguir tocando con músicos que compartieron historia en Los Redondos?
—Tenemos un vínculo muy fresco. Por eso te decía que estos reencuentros son potentes. Y no solo pasa arriba del escenario: también en los ensayos hay disfrute, risas, sin enojos. Lo hacemos con liviandad, con mucho disfrute… tanto arriba como abajo del escenario. Eso, para nosotros, ya es un montón.
—¿Qué sentís cuando ves a generaciones más jóvenes cantando estas canciones con tanta pasión?
—Me da muchísima alegría. Cuando arrancamos pensábamos que el público iba a ser, sobre todo, gente que había vivido la época de los Redondos. Pero nos encontramos con que una gran parte del público tiene 18, 20 años… y eso nos sorprendió. A la vez, nos desafía y nos genera una responsabilidad: hacer todo lo mejor posible.
Sentimos también que la gente no viene solo por las canciones, sino porque encuentra un espacio donde puede sentirse libre, compartir algo fraternal con otros. A veces, muchos se ven solo en los shows de La Kermesse o en otros encuentros redondos. Es algo que incluso tiene, te diría, una función social. Se canta, se putea, se llora, se sacan la camiseta… hay mucha emoción. Y ser parte de eso nos toca profundamente.
—En ese público también se ve mucho cruce generacional: padres que llevan a sus hijos, abuelos con sus nietos. ¿Eso lo notan?
—Totalmente. Esa transmisión entre generaciones es muy fuerte. Y claro, esos padres o abuelos vivieron esto de forma muy intensa, entonces compartirlo con sus hijos o nietos los emociona… y nos emociona a nosotros también.
Más allá de lo redondo, la música en sí genera una vibración que va más allá de lo mental. Y en tiempos como los que estamos viviendo, creo que estos encuentros con tanta vitalidad son necesarios.
—¿Qué puede esperar el público que asista a los shows de Mar del Plata y Olavarría?
—Que venga a ser parte de una fiesta. A compartir algo auténtico. A comprobar que si alguien se cae en el pogo, hay otro que le da la mano para levantarse. A cantar juntos. A veces es casi un karaoke, la gente canta y nosotros los acompañamos.
Eso te lo pueden contar, pero hasta que no lo vivís, no se entiende del todo. Por algo el público en Mar del Plata. Porque en esos shows encuentran un lugar que los pone mejor. Siempre digo que los que vienen, se van mejor de lo que llegaron. Y eso, en términos de ánimo, es mucho decir.