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noviembre 23, 2024
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Guillermo Oliva: el joven que rescata lobos marinos en la costa marplatense

Tiene 31 años, se crió en la zona de la banquina y su infancia la compartió con los lobos marinos. Actualmente junto a la fundación Fauna Argentina corta zunchos para poder salvarlos, además de limpiar la zona y ayudar en el medioambiente. Bacap dialogó y compartió una mañana con él y los lobos, conócelo. 

El sol quemaba, el olor invadía, el sonido abrumaba, las voces se expandían, los saludos son moneda corriente. Era jueves por la mañana y aunque la mayoría eran trabajadores algún turista perdido sacó su teléfono y disparó directo a un grupo de lobos marinos, que uno pegado al otro,  recargaban su cuerpo de vitamina D y se preparaban para enfrentarse a un viaje extenso hacia las costas uruguayas, en diciembre, desde la Banquina de los Pescadores marplatense. 

Alrededor de las diez de la mañana y de uno de los locales del Centro Comercial Puerto salió un joven de 31 años con una visera blanca, una campera con estampado “militar”, algo liviana para un agosto crudo en la Perla del Atlántico, un pantalón de jean roto de forma intencional, algún que otro piercing en su cara y una gran sonrisa. “Ey, ¿cómo estás?. Vení sentante acá que te cuento”, fue lo primero que me dijo Guillermo Oliva, el famoso rescatista de lobos marinos. 

Marplatense, criado entre estos animales, la brisa marina, la libertad de la costa, la simpatía de quienes trabajan allí y la musicalización del acordeonista Giuseppe Salerno, se movía con total naturalidad en una de las zonas clásicas para turistas y vecinos en cualquier momento del año. Me invitó a sentarme junto a él en un banquito de madera con vista directa a estos gigantes que tanto quiere y comenzó a relatar su historia: “Desde los 14 años trabajo en un local de conservas en el Centro Comercial Puerto, venía desde muy temprano, a las 7 de la mañana ya estaba acá y empecé a vincularme con los lobos. Luego, con el tiempo, pude conseguir un local propio y ahora trabajo allí”. 

Luego de dar una pequeña introducción, interrumpida por algún que otro transeúnte que lo saludaba y los pequeños sobresaltos que por mi parte me daban los grandes mamíferos, explicó con una gran sonrisa quien fue el que lo sumergió en este mundo: su padre, Claudio. 

“Mi papá domaba lobos marinos, les daba de comer de chiquitos y se fueron acostumbrando a él. Llegaba golpeaba el muelle, los lobos subían y hacia que turistas y vecinos se pudieran sacar fotografías con él. Por este motivo, desde muy chico comencé a familiarizarme con ellos”, asimismo, agregó que su padre saca los zunchos, no los corta como él y es “el verdadero domador de lobos”.  

Claudio le inculcó a su hijo la importancia del cuidado del medio ambiente y éste se enamoró de la banquina, tal es así que encontró su propia técnica: “Me hice un gancho con corte y mi papá al ver que cada día me interesaba más me presentó a los directores de Fauna Argentina”.

Salvar lobos marinos, ser parte de una fundación, generar con conciencia

Guille, Guillermo, también conocido en sus redes sociales como @beatboxguille, habló sobre los lobos como si fueran parte de su familia. Los observó atento y señaló a cada uno con el protagonismo que merecen: “Ahí está Godzilla”, lo marcó orgulloso y comentó que cada vez que los ayuda siente “algo en el pecho, me late fuerte. Sé que los estoy salvando”, me remarcó golpeándose, como si su corazón se fuera a salir. 

Llegó el mediodía, el sol calentaba apenas un poco, pero achinaba nuestros ojos, Salerno tocaba el bandoneón  y  Guillermo explicó que cuando empezó a cortar zunchos, en 2010, les enviaba mediante un mensaje de texto a los directivos de la fundación de Fauna Argentina una especia de parte del día: “Hoy corté un zuncho a un lobo adulto” y mencionó que luego comenzó a filmarse y a subirlo en la página oficial de la fundación.  

Lobos marinos en el puerto, una postal de Mar del Plata. Foto: Mauricio Arduin.

“Lo primero que construí para poder ayudar a estos animales era una caña y en la punta le coloqué una cuchilla. La atornillé y alambré. Actualmente tengo un caño de aluminio mucho más largo”, confesó.

Asimismo, informó: “Tenemos varios lobos marinos que son amigos: Sebastián, Gonzalo, Brian, entre otros. Los distinguimos porque todos son distintos, principalmente con aquellos con los que nos relacionamos más. Ellos saben que no le hago nada y se quedan. Allí generamos un vínculo y los vamos distinguiendo. Los abrazo y los acaricio, es como vincularme con una mascota que está en nuestras casas”. 

Por otro lado, declaró que son  “cuatro personas las que hacemos esto. La fundación Fauna Argentina corta zunchos desde hace 40 años. Este problema se arrastra hace años y no cambia. Somos varios los que trabajamos desde la organización para que las cosas se modifiquen y mejoren”. 

El proceso de cortar un zuncho y el vínculo con los lobos marinos

Luego de un largo tiempo sentados en el banquito de madera Guillermo me invitó a conocer a uno de sus amigos mamíferos y aunque el miedo fue uno de los primeros sentimientos que percibí no podía decir que no. Rodeamos la banquina, en el trayecto mi corazón latía al igual que el del joven cuando rescata a los animales. Guille feliz y un poco intentando calmarme narró: “Sé en qué momento tengo que cortar el zuncho.  Cuando los lobos miran hacia arriba, en la posición de una de las postales clásicas de nuestra ciudad, pierde la visión y ese es el momento en cual tenemos que cortárselo o, también, cuando están durmiendo”.

“Todos los días vengo a la mañana y los reviso. Muchas veces me avisan, vecinos o turistas. Algunos de los zunchos que se enganchan en estos animales vienen de barcos chinos que envasan, preparan, congelan, limpian ahí dentro y cierran esas cajas con el zuncho y viajan por todo el mundo”, expuso y por primera vez su tono se modificó. 

lobos marinos | Noticias de Mar del Plata
Uno de los lobos marinos en la Banquina de los Pescadores. Foto: Mauricio Arduin.

Por primera vez lo noté molesto, aún faltaba para llegar a encontrarnos con Godzilla y esquivando las maquinarias planteó: “Me frustra mucho cuando no puedo ayudarlos. Una sola vez un lobo me lastimó cuando lo quise ayudar. No hay horarios para el rescate, muchas veces hacemos seguimientos de algunos casos. Le ponemos linternas al saca zuncho e iniciamos el proceso. Todo lo que hacemos es a pulmón simplemente porque queremos ayudarlos”. 

Antes de bajar las escaleras que nos llevarían a un Godzilla bastante perezoso, denunció que “el tema de la limpieza es una problemática que persiste en el lugar. Nosotros somos los que en la zona de la banquina limpiamos, esto lo hacemos para poder mantener bien el lugar y principalmente por el impacto ambiental negativo que se genera”.

Luego de sus últimas palabras llegamos a destino. Guillermo lo vio y se convirtió en ese niño de 14 años que jugaba en el puerto. Godzilla dormía plácidamente: “Hola, ¿cómo está mi amigo?”, el lobo lo miró y simulando un pequeño saludo levantó un poco su cabeza. Me sorprendió. Guillermo miró el mar, miró al animal y confirmó lo que tanto pensé durante el tiempo compartido: “Pienso estar con los lobos hasta que no me dé más el cuerpo. No son peligrosos, son territoriales y aunque le enseñé a mi hermano y a mi primo siento que nadie los va a ayudar con el amor que lo hago”. 

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