Con sueldos menores hasta en un 27%, los productos destinados a las mujeres son habitualmente más caros. Disfraces, rasuradoras y desodorantes son algunos de los artículos alcanzados por ese arancel al género que se traduce en subas desmesuradas. El costo de ser mujer también se ve en las góndolas.
Por Azul Paci
La desigualdad de género no solo se nota con fuerza en el ámbito laboral, donde las mujeres ganan un 27% que los hombres, sino también en otros gastos cotidianos que terminan impactando en su economía. Cuando van al supermercado, por ejemplo, terminan pagando hasta un 30% más que ellos por el mismo producto.
Solo basta con recorrer las góndolas para comprobar que ese «impuesto de género» se aplica fundamentalmente en artículos de perfumería, gestión menstrual e higiene personal, farmacia, juguetes y útiles escolares.
Estos sobreprecios se traducen en que una máquina de afeitar orientada al público femenino cuesta hasta un 65% del valor pagado por los hombres. Los desodorantes, tanto en aerosol como en polvo, también sufren una discriminación importante, donde la brecha alcanza un 15%. El shampoo, por su parte, tiene una diferencia del 30% en perjuicio para ellas.
El llamado «pink tax» tampoco discrimina por edades y las niñas también se ven perjudicadas desde que nacen. Chupetes, platos y vasos de plástico, mochilas y disfraces son algunos de los artículos alcanzados por ese impuesto al género que se traduce en subas desmesuradas.
En perfumería, higiene personal y hasta juguetería y librería, la tendencia es clara: los ítems para varones son más baratos que sus versiones para ellas. La variante local de un fenómeno mundial, donde las mujeres no solo ganan menos, sino que también pagan más por los mismos productos.
Sobreprecio
Desde Mar del Plata, Romina Hernández, contadora pública y docente de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Nacional de Mar del Plata, confirmó los datos emitidos por la organización Economía Feminita y aseguró que en la ciudad las versiones femeninas también tributan un sobreprecio.
Sin embargo, explicó que no se trata de un “impuesto propiamente dicho”, sino que es “un término que se elige para denominar al precio extra que se paga en algunos productos sólo por el hecho de estar destinados a las mujeres”.
“Los artículos que están más atravesados por esta cuestión son todos aquellos que se pueden ofrecer distinguidamente a mujeres y a varones. Donde hay más injerencia es en lo relacionado con la higiene personal: perfumes, desodorantes, maquinitas de afeitar, talco, jabones. Esto es muy importante porque tiene que ver con un estereotipo social donde la mujer es la que tiene que estar siempre limpia, higienizada, bien arreglada”, señaló.
“El problema se agudiza cuando empezamos a ver que esto también sucede con productos para la niñez. Si uno se pone a ver disfraces infantiles, puede observar que disfraces, platos hondos y perfumes destinados a mujeres salen hasta un 40% que su versión masculina. La mayor cantidad de diferencias de precios donde se ve este pink tax más fuertemente es en productos para niños y eso es muy grave”, concluyó.
De esta manera, las mujeres no sólo ven amedrentados sus ingresos, debido a la brecha salarial, la tasa de actividad, la tasa de empleo y la proporción de trabajo, sino que también son atacados sus egresos por este sobreprecio, que es, simplemente, una expresión más de discriminación.