En un rincón del Departamento de Química y Bioquímica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UNMDP, un proyecto se propone tender un puente entre los saberes ancestrales y la tecnología analítica moderna. Allí confluyen los caminos de la doctora en Ciencias Químicas y Farmacéutica, Cristina Ramírez.
Junto a un equipo multidisciplinario, trabajan en el desarrollo de técnicas de cultivo y formulaciones con hongos adaptógenos, con el objetivo de crear productos terapéuticos y/o nutracéuticos estandarizados, seguros y científicamente validados. También, trabajan en conjunto con el doctor en Genética y especialista en microbiología industrial Esteban Espinosa Vidal.
El nombre del proyecto es directo, aunque ambicioso: “Desarrollo de técnicas de cultivo y formulaciones con hongos adaptógenos para aplicaciones terapéuticas y/o nutracéuticas”. En el grupo participan, además de Ramírez y Espinosa Vidal, las investigadoras Dalila Orallo, Miriam Iurlina y Alejandro Parise, mientras que el Lic. Juan Poo, del INTA, actúa como colaborador externo desde el Laboratorio de Toxicología y Bioquímica Veterinaria.
Superalimentos
El punto de partida no es menor: los hongos —como los adaptógenos Melena de León o las gírgolas comestibles— han ganado notoriedad en la escena internacional como “superalimentos” o “nutracéuticos” por sus propiedades beneficiosas para la salud. Sin embargo, su uso cotidiano carece en la mayoría de los casos de estudios científicos rigurosos que permitan establecer con claridad qué cantidad de principio activo contienen y cómo incide en el organismo humano. Esa es, precisamente, la brecha que buscan cubrir.
“Lo que hicimos con cannabis nos dio una base”, explicó Cristina Ramírez, en referencia al recorrido iniciado en 2017 por el equipo de Farmacología y Química Analítica del Departamento, centrado en productos naturales. “La idea ahora es replicar ese abordaje científico en el campo de los hongos. Mucha gente hace extracciones y consume derivados sin saber cuánto principio activo tiene lo que toma. Eso implica riesgos, porque no hay control ni dosificación adecuada. Nosotros queremos cuantificar esas sustancias, conocer su perfil químico y garantizar su seguridad y eficacia”.
Del otro lado de esta alianza se encuentra Esteban Espinosa Vidal, licenciado en Ciencias Biológicas por la UNMDP, con Maestría y Doctorado en Genética por la Universidad Federal de Pernambuco (Brasil). Su trabajo está centrado en el cultivo, la domesticación y la selección de cepas fúngicas, con énfasis en el aprovechamiento de sus compuestos bioactivos. “Yo aporto la materia prima y el conocimiento sobre la biología del hongo. El micelio, el cuerpo fructífero, las condiciones de cultivo. Pero la estandarización química y la validación para uso humano requiere de análisis complejos, y ahí es donde el laboratorio de Cristina marca la diferencia”, apuntó.
Trabajo en equipo
La conjunción de saberes se vuelve clave en este tipo de desarrollos. Ramírez insistió en que la falta de parámetros científicos dificulta el uso seguro de estos productos. “No hay otra institución en el país que esté cuantificando principios activos en hongos adaptógenos con este nivel de detalle. Nosotros tenemos los equipos, la experiencia y la metodología para hacerlo”.
Entre las especies que utilizan se encuentra hericium erinaceus, más conocido como Melena de León, un hongo adaptógeno con propiedades sobre el sistema nervioso central. “Refuerza la generación neuronal y mejora el estado de las neuronas y la glía. Tiene efectos importantes en el sistema neuroadaptativo”, señaló Ramírez. También trabajan con distintas cepas de Pleurotus, las conocidas gírgolas, cuyos beneficios apuntan al fortalecimiento del sistema inmunológico. “Lo que falta es aislar los principios activos, identificar su comportamiento, las dosis adecuadas, y definir si estamos ante un medicamento o un nutracéutico”, explicó.
Espinosa Vidal, por su parte, detalló el proceso de selección de las cepas. “Los hongos que usamos son domesticados. A lo largo de muchos ciclos de cultivo se han ido seleccionando por su capacidad de producir cuerpos fructíferos grandes, su velocidad de crecimiento, su resistencia. No se trata simplemente de ir al monte y recolectar lo que aparece. Es un trabajo largo y cuidadoso”.
El concepto de adaptógeno, si bien está en boga, tiene una historia milenaria en diversas culturas orientales. “La diferencia hoy está en que buscamos aportar evidencia científica. No se trata solo de tradición o uso popular. Queremos entender cómo actúan estos compuestos a nivel celular, cómo ayudan al cuerpo a lidiar con el estrés fisiológico, a mantener la homeostasis”, apuntó Ramírez. En este sentido, subrayó que los hongos adaptógenos no se enfocan únicamente en curar enfermedades, sino en prevenir, en fortalecer el sistema inmune y mejorar la resiliencia orgánica frente a situaciones adversas.
Esa línea de trabajo no está exenta de desafíos. La doctora Ramírez reconoció que se encuentran “en una etapa equivalente al comienzo de los estudios con cannabis”. Es decir, un terreno fértil, con mucho por descubrir, pero también con barreras regulatorias, técnicas y culturales que deben sortearse. “Todavía estamos aprendiendo. Hay juegos de dosis y efectos que pueden llevar al producto hacia un medicamento o hacia un nutracéutico. Tenemos que entender bien cada molécula, su biodisponibilidad, sus efectos colaterales”, aclaró.
En paralelo al trabajo de laboratorio, el equipo presentó una solicitud de beca de entrenamiento para una estudiante, con el fin de incorporar nuevas manos a la investigación. También se proyecta una tesis doctoral centrada en hongos y microbiota, lo que expandirá el alcance del proyecto dentro del Departamento de Química. “Es importante que este conocimiento se transmita. Que los y las estudiantes puedan formarse en ciencia aplicada, en investigación con impacto real”, resaltó Ramírez.
El proyecto conjuga tres aspectos claves en el ámbito científico local: cooperación interinstitucional, voluntad de innovación y contacto directo con las necesidades de la comunidad. “Hoy la gente está usando hongos sin saber exactamente qué toma. Nosotros queremos ofrecer una alternativa basada en datos. Que un médico pueda decir: ‘Tome tal cantidad, que contiene tanto de esto y produce tal efecto’”, sintetizó Espinosa Vidal.
Fuente: www.portaluniversidad.org.ar