Carlos Brelles hace 20 años que es buzo deportivo y se ha sumergido en experiencias inolvidables, como participar de un Vía Crucis submarino en Madryn, bucear en el Mar Rojo para encontrar un naufragio de la Segunda Guerra Mundial o hundir barricas de cerveza en aguas marplatenses.
por Martín Zelaya
La cruz baja iluminada e imponente ante la mirada de unas 5 mil personas que, con velas en las manos, no pueden creer lo que están viendo. Niños y niñas miran asombrados, boquiabiertos. Buscan en sus padres una respuesta que los adultos no tienen. La escena la completan un montón de buzos, nadadores y snorkelistas en el agua del Golfo Nuevo (Puerto Madryn) y una jaula sumergible que desciende poco a poco con un “Jesús” interpretado por un buzo profesional, que tiene la función de llevar hacia las profundidades del océano Atlántico, la cruz con la que se completará el recorrido final del Vía Crucis. Sí, un Vía Crucis submarino. Una tradición que tiene 19 años en la ciudad chubutense, pero que hace 5 años sumó una particularidad gracias al aporte de un grupo de marplatenses.
Carlos Brelles de la Asociación Civil Thalassa -que significa ´del mar´ en griego-, después de haber participado del tradicional Vía Crucis en la Patagonia, decidió junto a sus compañeros donar una cruz de luces led para que brille en la inmensidad del mar, y desde entonces este “pequeño gran detalle” le ha dado un atractivo adicional a semejante puesta en escena.
Carlos tiene 51 años y hace 20 que está sumergido en el mundo del buceo. Es su “pasión”, como le gusta decir, ya que no trabaja puntualmente como un profesional pero lo vive como el primer día -el de su bautismo- convirtiéndolo así en un amante de la exploración del mundo submarino.
“Creo que como a todos los de mi generación nos marcó Jacques Cousteau, ese espíritu explorador y curioso, ese que te lleva a lugares impensados”, remarca Brelles. Él junto a su familia en el 2000 realizaron un viaje, donde Carlos hizo su bautismo en el agua. “Las sensaciones de bajar son similares a las de estar en el espacio, no hay gravedad. No hay arriba, no hay abajo. Y el único sentido que cobra realmente valor, es el de la vista. Leer la mirada es lo que más te despierta el buceo”, recuerda.
Es tal el amor por el buceo por parte de Carlos, que en 2016 junto a sus compañeros de la escuela Thalassa fueron a bucear en las profundidades del Mar Rojo a conocer el famoso buque británico “Thistlegorm” hundido por fuerzas nazis en 1941, durante la Segunda Guerra Mundial y redescubierto 15 años después por Jacques Cousteau. Es considerado uno de los más espectaculares naufragios por la belleza escénica del sitio y por contar en su interior con numeroso material bélico de la época, además de la vida marina que allí habita, como atunes, barracudas, peces león, morenas, peces labios dulces, peces león, peces murciélago y peces piedra.
La sencilla tarea de hundir barcos
El barco “Kronomether” perteneciente a la ex Unión Soviética quedó varado en el puerto marplatense y sin bandera, al disolverse la URSS. Por lo que pasó a formar parte del patrimonio del Estado Argentino.
Pasaron poco más de dos décadas, hasta que en 2014 la embarcación rusa fue hundida con el objetivo de sumar una nave más al parque acuático submarino “Cristo Rey”, ubicado a 4.000 metros de la costa marplatense, a la altura del Faro. Dicho parque nace en 1981 con el hundimiento de la embarcación que llevaba el mismo nombre y la iniciativa fue impulsada por el CASE (Centro de Actividades Submarinas Escualo).
La escuela de buceo Thalassa junto a otras entidades participaron de dicho acontecimiento hace 6 años, con la dirección y coordinación en el proceso de hundimiento, a cargo del técnico naval Carlos Paz y del director en remolcadores Sergio Di Napoli, con el apoyo de Prefectura Naval y el Consorcio Portuario.
Con los debidos trámites ante las autoridades correspondientes y protocolos para cuidar el mar, este tipo de prácticas suele ser rutina para sumar un atractivo turístico más a los amantes del buceo deportivo.
“Este tipo de hundimientos son para el mundo, no es que lo hacemos para divertirnos, es público, cualquiera con la debida instrucción y acompañamiento puede bajar y disfrutar de bucear el perímetro de estos barcos, que son parte de la historia de nuestro puerto. En el mar no se alambra nada”, explica Carlos.
Este hundimiento resultó aún más sorprendente, en un mar rico como el argentino, porque fue la primera vez que se pudo determinar cuánto tiempo tarda la vida marina en apropiarse de los objetos ajenos a ella. Es que luego de un estudio que encabezó la Universidad Nacional de Mar del Plata, se determinó que el “Kronomether” en apenas 6 meses ya alojaba formas de vida.
“De 6 a 8 meses el barco ya tenía toda la vida que hay en el lugar, se formaba una cadena trófica en la embarcación. Desde algas hasta peces chicos y grandes. Después de 6 años no se le ve ni la chapa, hoy el casco son sedimentos calcáreos”, destaca Brelles.
Las barricas, el mar y un fin social
En 2021 saldrá al mercado una cerveza macerada en el mar, son 3750 litros que se hundieron en barricas durante el 2019, luego de la iniciativa impulsada por tres cervecerías marplatenses junto a la escuela de buceo Thalassa. “Para poder hacer los trabajos, contamos con el apoyo de Sergio Di Napoli con su equipo de trabajo de remolcadores y a Jorge Canal con su gente de Canal y Canal Salvamento Buceo, quienes rápidamente se sumaron a colaborar en esta aventura”, remarca Brelles.
Lo recaudado con esta cerveza de mar será destinado a comprar equipamiento para el Museo de Ciencias Naturales Lorenzo Scaglia y además cuenta con el reconocimiento del Concejo Deliberante de General Pueyrredon.
Las emociones debajo del agua
Si bien Carlos destaca que los sentidos en el fondo del mar se reducen a la vista, con las emociones no pasa lo mismo. El buceo es una actividad que lejos está de ser solitaria, generalmente se bucea de a dos o más personas.
Brelles se ha perfeccionado para ser instructor infantil y adaptado. En esta línea, comenta su experiencia en este tipo de buceo con niños y niñas, y con personas que requieren una adaptación para poder “bajar” en el mar, y concluye: “Cuando uno baja con alguien y lo mirás sabes si está disfrutando o no, si tiene pánico o no. Es toda una responsabilidad. Niños, niñas o jóvenes que con alguna dificultad igualmente tienen esa pasión por sumergirse y conocer algo que nunca imaginaron, es algo único, es cuando soy plenamente feliz. Porque ellos se meten por primera vez y atraen ese recuerdo a mi mente, por eso es importante que el buzo nunca se olvide de su bautismo”.
1 comentario
Grande Charly!!!