Sandra Cipolla (45) y Florencia Forte (32) representan a dos generaciones que trabajan en el puerto de Mar del Plata. Historias de vidas distintas, pero unidas por la misma pasión: los barcos. En Bacap te invitamos a conocer más sobre el camino de ellas en el puerto.
Por Martín Zelaya
Sandra Cipolla tiene 45 años y hace 34 que trabaja vinculada a la actividad portuaria. Va camino a cumplir 10 años como presidenta de Servicios Portuarios Integrados (SPI), una de las empresas modelo del puerto marplatense.
Nacida y criada en la ciudad, con formación en la escuela pública y con un paso fallido por la facultad de Ciencias Económicas. Sandra tuvo que decidirse por el estudio o el trabajo, y optó por la segunda. Así, en los comienzos de los 90´ con apenas 21 años, llegó al puerto en búsqueda de una oportunidad laboral.
– ¿Cómo fue ese momento en el que entraste al Puerto?
– Veníamos de la hiperinflación y luego llegaron los 90 ́ que destruyeron la industria nacional, el panorama no era muy alentador para el rubro. Ingresé en el año 92 ́ en el astillero SPI y pude percibir que había un proceso de deterioro de la industria. Pero, tuve la oportunidad única e irrepetible de entrar a la industria naval sin ser una especialista.
Trabajé primero para poner de pie una empresa industrial y una vez que se consolidó pude dedicarme junto a otras organizaciones a cuestiones más amplias, como la defensa de la industria naval nacional e impulsar una oferta educativa que contemplara a la ingeniería naval.
-¿De dónde nació tu amor por el puerto?
– Antes que nada fue la necesidad de trabajar y caí acá. Fue un poco la búsqueda laboral y las ganas. Cuando vi el trabajo que hacen los obreros navales, el retiro de hélices o pintar el nombre de un barco, el amor que le dedican.
Cuando veía las embarcaciones salir de una reparación o construcción, esas formas femeninas, me enamoraron.
A esta industria le puse mucho amor y ni hablar a la empresa, tuve la oportunidad de ayudarla a crecer y ponerla en valor. Se me infla el pecho cada vez que lo digo.
– ¿Qué recuerdos tenés de los primeros tiempos en SPI?
– No fue fácil, estábamos en los 90 ́ no había créditos, no había capital de trabajo, nos prestábamos cosas con los talleres de al lado, se hacía todo con esfuerzo y compromiso. Había mucha hermandad, pasábamos días enteros dentro del astillero y la realidad es que está la misma gente que cuando yo empecé a trabajar.
El desafío de ser mujer
-¿Qué particularidades tiene el puerto para trabajar?
– Siempre le digo lo mismo a las personas que entran al astillero, al puerto lo querés o lo odias. No hay medias tintas. Al que le gusta, le tiene que gustar su cultura y su gente, ese sentido de identidad que le falta a la Argentina. Somos hijos de inmigrantes y esa es nuestra identidad, eso nos hace lo que hoy somos.
-¿Qué se hace en el astillero?
-Trabajos de reparación y construcción de embarcaciones, de artefactos navales. Somos prestadores de servicios a una comunidad industrial como la pesquera, del comercio exterior a través de buques mercantes, por ejemplo.
Pero también prestamos servicios para aquellas industrias que necesitan desarrollarse, para todo el parque naval, podemos diseñar procesos productivos para las personas que nos contratan.
– Siendo mujer ¿cómo fue manejarse en un ámbito donde la mayoría son hombres?
– Fue un desafío. Éramos 15 personas y era la única mujer. Tuve la suerte de ser muy bien recibida por mi jefe en ese momento. Él vio algo en mí que ni siquiera yo lo veía y me trató como un par, sin tener en cuenta el género.
No todo el mundo me aceptó de entrada, los que me hicieron fuerte fueron los trabajadores y los socios. Me pude fortalecer en el camino.
El cupo femenino
– ¿Cómo se lleva el rubro con la incorporación de mujeres?
En 2005 llevamos adelante una etapa de profesionalización. En una industria que es masculina. Era muy difícil conseguir mujeres para el rubro, hasta ese momento no existían muchas mujeres que se abocaran a esto.
Ya con la carrera en la oferta académica de la ciudad, las nuevas generaciones se animaron a estudiar ingeniería naval y eso colaboró a mejorar el cupo femenino. En ese sentido hemos trabajado mucho con la Cámara de la Industria Naval para abrir la carrera en Mar del Plata.
– ¿Cómo es la situación de SPI en este sentido?
– Hoy somos más de 250 personas trabajando y el 17% somos mujeres en una industria pesada. Y gran porcentaje de ese número tiene afectación técnica, es decir, están incorporadas dentro del sistema de producción (soldadoras e ingenieras).
El hombre y la mujer tienen dos visiones de una misma cosa estamos con mayor participación femenina en términos de producción y cómo las nuevas generaciones trabajan mejor en género que generaciones anteriores por algo cultural nunca vi malicia, habré tenido algún descabezado todo el puerto se portó generosamente conmigo porque me enseñaron mucho de lo que hoy sé.
-¿Qué materia pendiente hay en cuestiones de género en la actividad?
En términos de género necesitamos mayor participación de mujeres en la industria naval. Tampoco hay tantos astilleros, hay que reconstruir el tejido industrial para poder dar trabajo.
Falta la base para incorporar más mujeres, si el Estado no entiende que la industria naval es una industria que genera empleo, que es un círculo virtuoso, poco podemos hacer para la integración.
La nueva generación
Florencia Forte es de Buenos Aires y tiene 32 años, pero hace 18 años que vive en la ciudad. Actualmente está cursando la carrera de ingeniería naval en la Universidad Tecnológica Nacional y hace 5 años que trabaja como jefa de obra en la firma Tecnopesca (TPA).
“Cuando terminé la escuela siempre tuve que trabajar, empecé a estudiar a los 20 años el profesorado de matemática y me di cuenta que no me gustaba. Me anoté en la UTN por recomendación de un amigo, no es que tengo familia que venga del puerto o algo así, sino que me dio curiosidad la carrera y me inscribí”, comenta Florencia.
A la futura ingeniera, le quedan dos materias para recibirse. En su momento comenzó sus labores en rol de asistente, cursando el cuarto año, y llegó a ganar la confianza de sus jefes y compañeros para ocupar el puesto actual.
“Estoy a cargo de buques que ponemos en seco en el varadero y me encargo de la parte de organización de los trabajos para que se lleven a cabo las distintas reparaciones en el barco”, explica.
El rol en la empresa
Florencia está a cargo de distintos grupos de obreros que trabajan a bordo como caldereros, soldadores y mecánicos.
“En el puerto conseguí trabajo hace 6 años, el primer año trabajé en la fábrica de balsas y pontones para la Armada Argentina y al año empecé a repartir currículums y conseguí trabajo en TPA”, recuerda.
Forte remarca que siempre la trataron muy bien y nunca tuvo inconvenientes por ser mujer en el rubro. “De alguna manera pude lograr que me tomen como la persona que ocupa el puesto en el que está. Me obedecen en muchas cuestiones, pero ayuda que sea trabajo en equipo, cada departamento tiene su jefe y siento mucho apoyo de la empresa. Una empresa familiar, que siempre me ayudó y acompañó en el aprendizaje”, destaca.
Estas historias de vida hablan de la hermandad que se vive en la comunidad portuaria. El esfuerzo de muchas personas que han aportado para que abriera la carrera de Ingeniería Naval en la ciudad, por ejemplo. Sin ese empujón, Florencia no hubiera podido formarse. Ella y tantas otras, hoy tienen la posibilidad de estudiar y trabajar o de mirar al mar en busca de una oportunidad.
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