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noviembre 23, 2024
Especiales

Ella Fitzgerald, reina del scat

El ascenso de Ella Fitzgerald a la cumbre del jazz está lleno de improvisación, scat e historias increíbles. Mientras leés podés escuchar nuestro podcast aquí.

Por Remigio Gonzalez

El origen

Afuera llueve. El taxista le avisa que prepare su paraguas, que ya casi está por llegar. Son 5 dólares. Baja. Las luces lo enceguecen: las letras gigantes y rojas se duplican por su reflejo en la vereda. Levanta la vista y lee Apollo – Amateur Night. Es 1934, en Harlem, Nueva York. Adentro, Ella Fitzgerald, de 17 años, titubea algunas notas. Estimado lector, sea consciente de su privilegio: está siendo testigo de la concepción del jazz de vanguardia.

Junto con sus dos mejores amigas, Ella se había anotado en la noche de amateurs en forma de chiste, para no perder una apuesta. Después de una trágica adolescencia en la que repentinamente muere su madre cuando tenía 13, la joven pasaba sus días bailando por las calles neoyorquinas. Sabía que con algunos pasos de swing y bop podría arreglárselas en el Apollo. Jamás pensó que a los pocos días la llamarían para actuar frente a 1500 personas. Jamás pensó, además, que justo antes de salir al escenario, el número que la precedía era el de las hermanas Edwards, que tuvieron la audacia de irrumpir en la escena del tap siendo negras y mujeres. La coreografía de las mellizas deslumbró al público y a Ella. Era la siguiente en la fila, y estaba esperando que Ralph Cooper, el icónico maestro de ceremonias de las Amateur Night, le diera el pie para salir al escenario.

“No hay manera de que salga al escenario a intentar bailar” dijo Ella, pero en inglés. La performance de las hermanas Edwards había sido deslumbrante. Segundos antes de salir, Ella toma una decisión que cambiaría la historia del jazz como la conocemos. No bailaría: ella cantaría. Con nervios, empezó a cantar The object of My Affection, de las Boswell Sisters. Ella confesaría décadas después que imitó bruscamente el estilo de Connie Boswell, y que las primeras notas salieron muy desafinadas. Esa noche de noviembre de 1934, Ella le dejó saber a Harlem que sabía cantar. Ganó la Amateur Night, y se llevó los 25 dólares del primer premio.

Marquesina actual del teatro Apollo, en Harlem, durante la pandemia. Foto de Roy Rochlin.

 

El idioma del jazz

A esta altura del artículo habrá notado que Ella, el nombre de la artista, se escribe igual que ella, el pronombre personal. Cuando lea “Ella” al principio de la oración, usted podrá elegir leerlo de la manera que prefiera: libertad morfológica para el lector moderno. Espero no ser confuso. Ella, o Ella, se lo merece.

La carrera musical de Ella Fitzgerald está repleta de historias sorprendentes. Esa anécdota de su primera presentación en el Apollo es solo la primera nota de una larga melodía, mayormente improvisada. Ella fue y sigue siendo una de las máximas exponentes del scat, o scat singing. El scat es una técnica vocal que los cantantes usan para improvisar como lo haría un músico con su instrumento. Utilizan sílabas, letras y sonidos sin sentido, que les permiten crear nuevas melodías. Aunque es muy popular en el jazz, hay ejemplos de scat en otros géneros musicales. Pero ojo: la falta de sentido no simplifica el recurso. Se espera que un cantante que utilice la técnica del scat se mantenga afinado, en armonía, y que ese solo vocal tenga cierta dirección que converja con el resto de la música. El talento y oído musical de Ella la ayudaron a perfeccionar el método, porque en sus solos de scat jamás se encontró ni siquiera una corchea fuera de lugar.

Existe en el slang jazzero otro término que tenemos que conocer para apreciar las próximas hazañas de Ella. Estoy hablando del quoting. El quoting es otra técnica de improvisación, donde yo, como virtuoso cantante que soy, remplazo la letra de mi canción con la de alguna otra canción del género. El quoting es una señal de respeto y de admiración a los músicos que vinieron antes, un brevísimo homenaje. Al igual que el scat, el quoting también sigue algunas reglas: debo trasladar la letra ajena al ritmo, tono y progresión de acordes de mi canción. Hacerlo en vivo y sin ensayar, créanme, no es para nada fácil.

El ascenso

Repasemos. La historia en el teatro Apollo en Harlem fue en noviembre de 1934. Un año después volvería a ganar en una Amateur Night, pero esta vez en el Harlem Opera House. Ya se empezaba a hablar de Fitzgerald en otro tono, convencidos todos de que ella era un caso especial. En 1935 es contratada por la Chick Webb Orchestra como voz principal femenina. El conjunto ya tenía cierta fama, en especial gracias a Chick Webb, baterista y líder. Comienza aquí una seguidilla de años de grabaciones, giras por el país y firmas de autógrafos. En 1938, Ella graba A-Tisket, A-Tasket, un éxito instantáneo, que pone su nombre (recuerde, el que se escribe con mayúscula) en todas las hit-charts del país. Un año después, en 1939, Chick Webb fallece, por complicaciones de salud relacionadas con su columna vertebral: Desde pequeño sufrió de tuberculosis y, al momento de su muerte, apenas superaba el metro veinte de altura.

Ella en un show con la Chick Webb Orchestra. Podemos ver que la batería estaba adaptada al tamaño del cuerpo de Webb.

Pero no desespere. La banda pasaría a llamarse Ella and Her Famous Orchestra, con Ella como frontwoman y líder. 

La cúspide

Incluso en la década de los 50, el tiempo hizo lo único que sabe hacer: pasar cada vez más rápido. La época del swing empezó a dejar paso al bebop. Con algunos altos y mucho bajos, Ella tuvo que cantar y grabar con múltiples bandas en simultáneo para mantener el sueldo a sus músicos. En esa mescolanza conoce a Dizzy Gillespie, padre fundacional del bebop y del jazz rápido, a quien seguramente le dedicaremos su correspondiente capítulo en el futuro. En este período Ella perfecciona su scat, y sus presentaciones en vivo son mucho más enérgicas, rápidas, intensas. Empiezan las giras internacionales: pasan por Australia, Francia, Inglaterra. En 1960 visita nuestra hermosa Buenos Aires con un show en el Teatro Ópera y un mes antes, de forma muy trascendental, toca en Berlín, Alemania. 

Ella canta y, a su lado, Dizzy Gillespie suspira con los ojos

Para entender la importancia de este show en tierras germanas, permítanme explicarlo de la forma más argentina que se me ocurre. En 1986, Maradona metió dos de los goles más recordados de la historia del fútbol, el gol de la mano de Dios, y el Gol del Siglo. Que ambos goles hayan sido de Maradona no es sorpresa. Pero que ambos hayan sido en el mismo año si que lo es. Más sorpresivo aún es que hayan sido durante el mismo partido, en el mismo tiempo, con 6 minutos de diferencia. De pronto es mucha historia de un deporte condensada en media docena de minutos.

Por las dudas no pestañee, porque Ella hizo algo parecido con el jazz. En su show en Berlín, en febrero de 1960, grabó en vivo uno de los discos más emblemáticos de la historia del género: Ella in Berlin. Hay dos canciones que, comparables a los goles del Diez, son consideradas obras maestras del bebop y de la excelencia musical. La primera es la interpretación de Mack the Knife, más conocida en latinoamérica como Pedro Navajas. Llegando al segundo verso de la canción, Ella olvida la letra. Sin temblar, empieza a improvisar otra letra, sumando scat e interactuando con el público. Ovación tedesca. Por esta versión mitad improvisada, Ella Fitzgerald ganó dos Grammys. Dos. Grammys. Por improvisar parte de una canción que había olvidado. Dos Grammys. Dos

Portada del disco Ella in Berlin grabado en vivo, que contiene ambas performances trascendentales para el jazz.

El segundo gol fue la canción que cierra el lado B del disco. How High the Moon es una canción grabada e interpretada muchísimas veces, y era la oportunidad justa de Ella para destacarse entre la multitud. De los siete que dura la canción, los últimos cinco minutos y medio son de scat improvisado y quoting. ¿Gol? Golazo. Agreguemos algunos números: en esos cinco minutos y pico hizo quoting a más de 40 composiciones musicales de jazz, música clásica, rock y música country. No olvidemos: todo de forma improvisada, ajustando la letra de esas canciones a la velocidad y tono de How High the Moon. Es tanto talento que pasa a ser gracioso.

Estoy seguro que volveremos a hablar sobre Ella Fitzgerald. Hay muchas historias que tuvieron que ser recortadas, como la estrecha amistad entre Ella y Marilyn Monroe, o ese triste episodio en el que Ella y Dizzy Gillespie fueron encarcelados por motivos raciales. Reconozco, además, que este fue un capítulo algo desordenado. Noto cierta espontaneidad (o distracción) que se traduce en mi forma de escribir. Capaz tengo algo en común con Ella Fitzgerald: ambos somos muy buenos improvisando notas.

 

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