El profesor e investigador en las universidades de Buenos Aires, Tres de Febrero y Rosario y autor de «Vidas mediáticas. Entre lo masivo y lo individual», advierte cómo la vida en plataformas siempre pide intimidad y llama a desmalezar la trampa del alcance de Twitter. «El libro es un esfuerzo por ver que no hay una sola nueva mediatización digital, que los medios viejos no se mueren, que van cambiando de lugar, que lo que importa no es lo que se dice solamente sino el sistema en el que se lo dice o se lo muestra», explica.
Por Emilia Racciatti
El semiólogo José Luis Fernández, que acaba de publicar el libro «Vidas mediáticas», sostiene que para pensar las formas de comunicarnos -meets, zooms o videollamadas- hay que prestar atención a qué prácticas ya estaban instaladas y tan solo se acrecentaron durante la pandemia, a la vez que advierte cómo la vida en plataformas siempre pide intimidad y llama a desmalezar la trampa del alcance de Twitter.
Profesor e investigador en las universidades de Buenos Aires, Tres de Febrero y Rosario, Fernández cuenta en entrevista con Télam que está trabajando bastante a pesar de que todavía está en proceso de recuperación de la Covid-19, que el año pasado lo tuvo seis semanas internado. Dice que el trabajo con la cátedra que coordina en la carrera de comunicación de la UBA es «un refugio de actividad constante» y señala que el espacio de intercambio que su materia sostiene anualmente con un mismo curso de alumnos «no es virtual, es cara a cara mediatizado».
El autor de «Vidas mediáticas. Entre lo masivo y lo individual» (La Crujía) dice que «si queremos entender qué estamos haciendo en Zoom o en Meet, es importante tener claro que hace 10 años o 15 venimos haciendo Skype y hace 5 años WhatsApp audiovisual: hay una trayectoria previa. No hay que parar lo que está pasando para que se adapte a la investigación sino ver que hay cosas que vienen de antes. Ese juego entre el antes y el ahora es un espacio de reflexión, de comprensión y de aprendizaje que estamos haciendo todos hace poco tiempo».
– ¿Con la pandemia se profundizó la mediatización de nuestras vidas?
-José Luis Fernández: En términos generales, lo que pasó es que mediatizaciones que venían creciendo desde antes se han expandido o profundizado, pero todavía no se detectan cambios revolucionarios en los sistemas de intercambio. Ahora todos usamos plataformas más que antes pero muchos de nosotros usábamos Skype. Tanto Messenger como WhatsApp tienen posibilidades de hacer conversaciones a través de videoconferencias, no es una experiencia transformadora, pero ahora lo hacés con tus hijas, colegas, alumnos, compañeros de la política, etc…
Esto genera cambios que se producen por tensiones entre los dueños de las plataformas y sus diseñadores, que proponen nuevos intercambios o copian otros exitosos, como las stories. Por ejemplo, Facebook no fue diseñada para temas laborales: fue una plataforma de contacto social. Y otro tanto pasa con WhatsApp, la van convirtiendo en una plataforma generalista. Esos procesos se van a aceptar en la medida en que sigamos ‘hiperplataformizados’, como generó la pandemia.
Por ejemplo los jóvenes, que pensábamos que hacían su vida en plataformas y a través de sus teléfonos, arriesgan la vida por ir a encontrarse con sus amigos, necesitan el cara a cara y no porque estén abandonando la mediatización o porque sean antimediáticos sino porque la vida social está compuesta por intercambios cara a cara.
Hay muchos tipos de intercambio de este tipo: no es lo mismo una clase que un encuentro de amigos o una cita a ciegas, son absolutamente diferentes. En la vida mediática hay diferentes actividades y eso se ve en el smartphone, donde cualquiera de nosotros tiene el banco, el trabajo, distintos grupos, los pedidos de comida, algunas radios.
– Decís que Facebook cambió el nombre de muro por biografía pero los usuarios no llamamos así a ese espacio. ¿Cómo leés ese movimiento?
– Muestra los límites del poder de las mediatizaciones. Imaginate que si Zuckerberg no te puede convencer en una pavada así implica que para que te haga cambiar de idea tiene que pasar algo más que una imposición. Años de investigación demuestran que si me disuadís, cuando no me convenga, en algún momento, me rebelo y no se puede evitar.
Ahora, si vos me persuadís, es porque hay algo en mí que permite el intercambio. El libro es un esfuerzo por ver que no hay una sola nueva mediatización digital, que los medios viejos no se mueren, que van cambiando de lugar, que lo que importa no es lo que se dice solamente sino el sistema en el que se lo dice o se lo muestra.
«Los jóvenes, que pensábamos que hacían su vida en plataformas y a través de sus teléfonos, arriesgan la vida por ir a encontrarse con sus amigos, necesitan el cara a cara», advierte el semiólogo.
: ¿Se estableció una nueva relación entre lo masivo y lo individual en la pandemia?
– Lo masivo y lo individual es una frontera que estamos aprendiendo a manejar porque la gente publica en ámbitos que no sabe hasta dónde llegarán. Publican más de lo que van a publicar dentro de unos años. Una de las cosas que se sabe que no hay que publicar es fotos de chicos en las redes en ámbitos que no sean el grupo que uno controla.
Sin embargo, un padre no puede dejar de publicar fotos de sus hijos. Se está aprendiendo qué va a cambiar. Lo íntimo y lo público parten de la espectacularización de la política, ahí va a haber nuevas fronteras. Las intimidades que antes hablábamos en mi casa y no en otro lado se van a mantener pero con normas del tipo «vamos a cenar y todos los teléfonos afuera». Mucha de la vida que considerábamos privada va a estar sometida a eso que publicás en Instagram y le gustó a alguien que tiene 50.000 seguidores y lo convierte en masivo.
Tengo bastante vida en plataformas, soy un emisor de baja repercusión. Ahora cada tanto pongo algo personal, una foto brindando o una foto del amanecer con un comentario y eso tiene 100 veces más repercusión que cualquier otro posteo.
«Es muy impresionante cómo la vida en plataformas pide intimidad. Entregarse a eso es que triunfe el sistema. Los políticos que dicen que es una época de afectividad, que hay que estar cerca de la gente, y tienen que aparecer con su familia en las plataformas están participando de un sistema de intercambio que no sabemos hacia dónde va.»
– ¿Qué diálogos se establecen en el cruce entre Twitter y política?
– Si querés que algo vincule mediatización y política hay que pensar, es más trabajo intelectual. No todos producen contenido, algunos solo publican. Nadie está libre de publicar y tener mitad de comentarios a favor, mitad en contra. Los políticos aman Twitter. A eso lo llamo «panelismo» porque está regido por los paneles tipo «Intratables».
Esos programas, cuando llegan a 5 puntos de rating festejan y la televisión cuando era agenda era de 30 puntos para arriba. Son programas que ven sectores de la población, porque son de su sector político y le dan elementos para pelearse en Twitter o con amigos. No se tiene que tener en cuenta que es seis veces más chica que Facebook. La sensación de que Facebook es para la vida íntima es de los twitteros que piensan que están en una plataforma que es mejor que otra. En Twitter además tuitea el 20, 30%, el resto no sabés qué hace, mira, pasa el rato.
«Hay una trampa que hay que desmalezar, tanto para los que tengan un canal de televisión o los que quieran agrandar sus juegos comerciales: Twitter le interesa a muy poca gente y se lleva mucha plata porque es increíble la pauta que ponen para tener jugadores, analistas, todo. Un camino que impide la innovación.»
– ¿Qué de todo lo que se fue transformando en este tiempo de pandemia creés que quedará en los modos de acceder a la vida cultural?
– Va a haber hibridaciones y consumos online, en streaming pero también shows en vivo. Así como se extraña ver a los actores en el teatro, los recitales, se han producido muchas escenas que generan nuevos placeres, intereses y desafíos. Van a quedar hibridaciones en la línea de los museos de arte moderno que tienen salas de videoarte y también pintura en la pared o intervenciones en las salas.
Estamos lejos de ver el límite, la frontera, es un espacio de diseminación de la producción artística, lo cultural excede eso. Apostaría a que va a haber una explosión de complejidades, de nuevas materialidades, espacios y tiempos para disfrutar de la expresión artística y el entretenimiento