Antes de dejar boquiabiertos a locales y turistas en las playas de la Costa Atlántica, Jorge Malatini fue comandante de Aerolíneas Argentinas y paracaidista. La primera vez que se subió a un avión tenía nueve años y un único objetivo: volar, volar y volar. La historia de una estrella que lleva 22 temporadas haciendo piruetas sobre el mar.
Por Azul Paci
Verano tras verano, cientos de personas son maravilladas por la destreza del “loco de la avioneta roja” que sobrevuela en las playas de Mar del Plata, pero pocos conocen su rostro. Jorge Malatini es capturado en fotos, anécdotas y videos desde hace más de dos décadas, aunque su amor por los aviones comenzó mucho antes y en un ambiente menos atractivo que el de las piruetas.
A los nueve años se obsesionó con volar cuando veía pasar por el cielo de su pueblo, Carlos Casares, las avionetas fumigadoras de los campos de la zona y quería estar ahí, en esa mínima cabina. En ese momento, comprendió que no le interesaba nada de lo que a un niño de tercer grado le importaba hace medio siglo y que haría lo posible para cumplir su sueño en las alturas.
Empezó siendo banderillero de aeroaplicación, a lavarlos, a cebar mate, a andar en el ambiente y, de vez en cuando, iba como acompañante. Comenzó a hacer cursos, estudió para ser piloto privado, comercial, a traer modelos volando de Estados Unidos, y después ingresó a Aerolíneas Argentinas, donde hizo toda su carrera y llegó a ser comandante. “Nunca lo proyecté, tenía un objetivo: volar, volar y volar, y la única manera era entrando a una línea aérea”, recordó.
— ¿Nunca tuviste miedo?
— Nunca me dio miedo volar. El miedo es aquello a hacer algo hacia lo desconocido y yo nunca fui hacia lo desconocido. Siempre fue algo lindo y divertido para mí. Nunca improvisé. Las cosas tienen sus dificultades, pero cuando uno estudia y se prepara, no existe el miedo. Es una linda aventura.
La aviación en sí, incluyendo al mecánico y los que asisten, es una pasión. No es un trabajo, o sea, yo aprendí a sentirme a gusto e integrado con lo que hago. Lo único que hay que saber son los límites de uno y el avión.
— ¿Qué pensas allá arriba?
— Arriba del avión nada me tiene que tomar por sorpresa. Tengo que estar siempre preparado. No pienso en nada, o más bien, pienso en que tengo que concentrarme. Quién soy, para qué estoy, a dónde voy y qué voy a hacer. Siempre estoy cinco minutos adelante del avión, cuando hago una maniobra, ya estoy pensando en lo siguiente.
Aviones, a punto de salir
Con el glamour de la década de los ochenta, llegaron las piruetas a la vida de Jorge Malatini. Primero fue en Estados Unidos, luego siguió por deporte y en el 87’ empezó a competir de manera más firme, cuando se armaron las primeras competencias de acrobacia en Argentina. Poco después ya era el mejor del país. Ganó los campeonatos nacionales de vuelos acrobáticos de 1988, 90 y 91. Lo empezaron a contratar de festivales, exposiciones agroganaderas y también en carreras de autos.
La primera vez que visitó Mar del Plata desde que comenzó con esta faceta, que sumó la licencia de exhibición acrobática a las de paracaidista, aeroaplicador, instructor de vuelo, piloto de planeador, de helicóptero, de ultralivianos, parapentes, de línea aérea, de remolcador de planeadores y de combate contra incendios, fue invitado por un programa de la fuerza aérea – “o algo así”, confiesa – donde presentaron varios aviones acrobáticos en la costa.
“A partir de ahí, todos los años, por un motivo u otro, empecé hacer acrobacias y ya llevo 22 veranos ininterrumpidos. Ningún Municipio me paga, solamente, aprovecho para hacer entretenimiento y el sponsor me paga por mantenerme en la Costa”, cuenta.
“La aviación siempre fue cara. Yo no tenía las instancias para llegar y sin embargo llegué, con mucha disciplina. Detrás del loco del avión va una persona que tiene mucho estudio y mucha preparación, y que no sólo hace acrobacias, sino que voló 30 años en Aerolíneas Argentinas como comandante”, expresó el piloto estrella que descubrió su pasión de niño y hoy maravilla a cientos de personas frente al mar.