El hallazgo inesperado de un investigador marplatense aporta información sobre cómo habría vivido este mamífero volador y brinda nuevos datos sobre el clima del pasado en el sudeste de la provincia de Buenos Aires.
Por Agustin Casa
A principios de 2019, el investigador Santiago Brizuela se encontraba en cercanías del arroyo La Ballenera, ubicado a unos 10 kilómetros al sur de Miramar, en una de sus exploraciones por el sudeste bonaerense. La tarea tenía como objetivo la búsqueda de fósiles de lagartijas y serpientes. Sin embargo, en esa campaña realizó un hallazgo inesperado: la rama mandibular de un vampiro gigante que habitó la región hace 100.000 años.
“Apareció esa mandíbula y llamaba mucho la atención. Cuando la llevamos al laboratorio, nos dimos cuenta de qué podría ser y eso derivó en el estudio”, relata a Bacap Brizuela, doctor en Ciencias Naturales e investigador del CONICET en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de Mar del Plata.
El fósil fue encontrado en sedimentos del Pleistoceno en una madriguera, de 1,2 metros de diámetro, de un perezoso gigante. La pieza pertenece a un ejemplar de Desmodus draculae, cuyo nombre hace referencia al personaje ficcional popularizado por la novela de Bram Stoker, que ha tenido numerosas adaptaciones en el cine y la televisión.
“Lo que nosotros recuperamos fue un dentario (la mitad de la quijada). La particularidad es que, si bien encontramos el hueso completo, no tenía dientes”, comenta el autor, junto a Daniel Tassara, del artículo publicado en abril de este año en la revista especializada Ameghiniana.
Vampiro gigante
Es considerado un vampiro gigante porque superaba en un 30 % el tamaño de los vampiros comunes, que tienen una envergadura –medida de ala a ala– similar al largo de un teclado de computadora. El primer hallazgo de restos de este animal tuvo lugar en Venezuela en 1988.
“Hay varias especies extintas de vampiros en América del Norte. Para América del Sur, solo están los registros de Desmodus draculae desde Venezuela hasta Argentina”, indica el biólogo marplatense, quien destaca la importancia del descubrimiento ya que apenas hay doce registros fósiles de murciélagos en Argentina.
Hay un detalle de este hallazgo que llamó la atención de los investigadores: la pieza fue encontrada en una paleocueva que habría sido la madriguera de un perezoso gigante, como el Scelidotherium. “Nos sugiere que el vampiro podría haber utilizado esas mismas cuevas para formar sus colonias. Está en relación con que se supone que estos vampiros predaban principalmente a la megafauna que se desarrolló en América del Sur hacia finales del Cenozoico”, explica Brizuela.
En este sentido, el autor del trabajo comenta: “Como análogo de lo que hacen los vampiros comunes, se supone que el vampiro draculae predaba a la megafauna. Y esta le hacía las madrigueras donde podrían formar sus colonias. Esa es una posibilidad. Se sustenta también en que, en las especies fósiles de América del Norte, hay una correlación entre la distribución de la megafauna y los restos más abundantes de vampiros”.
El otro antecedente de la presencia de esta especie en el país se remonta al año 2000, cuando se halló un diente en Centinela del Mar –en el mismo partido de General Alvarado–, que fue referido a Desmodus draculae. El análisis de los sedimentos arrojó que tenía solo unos 300 años de antigüedad. Esto sugiere que, en esta zona, estos vampiros podrían haberse extinguido en el siglo XIX tras la última pequeña glaciación.
“En Argentina tenemos un registro que es muy austral para esta especie y lo tenemos en un lapso que va entre 100.000 y 300 años”, agrega Brizuela. El fósil encontrado por el investigador marplatense forma parte de la colección del Museo de Ciencias Naturales de Miramar.
Nuevas pistas sobre el clima del pasado
El reciente descubrimiento en cercanías de Miramar también aporta información sobre la temperatura media anual de hace unos 100.000 años en la zona del arroyo La Ballenera.
“Hay estudios sobre los requerimientos energéticos que necesita un vampiro común parar sostener las funciones mínimas de vida y dan unos 10 °C de temperatura media anual como mínimo. Si la temperatura cae pode debajo de ese número, se sabe que los vampiros actuales no se van a encontrar en esa área. Entonces, suponemos que lo mismo ocurría con Desmodus draculae”, cuenta Brizuela.
En la actualidad, el vampiro común habita hasta la altura del Río de la Plata, a unos 400 kilómetros al norte del lugar de este hallazgo. “Uno supone que el clima hace 100.000 años era similar a ese, pero mucho más al sur”, sostiene. Por ello, se estima que en ese momento la temperatura en el sudeste bonaerense era mayor a lo que se creía.
Pariente de los vampiros comunes
Los murciélagos (quirópteros) son el segundo grupo de mamíferos con mayor cantidad de especies en la actualidad detrás de los roedores. Dentro de este grupo, están los vampiros, que pertenecen a la familia de los filostómidos.
En la actualidad, viven tres especies de vampiros: el de patas peludas, el de alas blancas y el común. “Todos se alimentan de sangre. Los dos primeros se alimentan principalmente de sangre de aves, mientras que el vampiro común se alimenta de sangre de mamíferos”, describe Brizuela.
Estos animales habitan en el continente americano, desde México hasta Argentina. En territorio argentino, solo se encuentran el vampiro común y el de alas blancas. El Desmodus draculae es pariente del vampiro común (Desmodus rotundus), que es el que tiene mayor distribución en el país y se extiende al sur hasta la altura del Río de la Plata.
“(Los vampiros) son la única familia de murciélagos en el mundo que despierta curiosidad a partir de las leyendas de las Transilvania y su espeluznante conde Drácula”, señala Mariano Magnussen, integrante del Laboratorio Paleontológico del Museo de Ciencias Naturales de Miramar e investigador de la Fundación Azara, en un comunicado del museo.
Pacíficos
Magnussen aclara que los vampiros “son animales pacíficos que se alimentan de sangre de animales, y a veces de humanos, por unos breves minutos sin generar molestias, tal es así, que sus falsas víctimas ni lo presienten”. Sin embargo, advierte: “Lo único malo es que pueden transmitir rabia u otras enfermedades si están infectados. Seguramente sus representantes prehistóricos tenían comportamientos similares”.
El inesperado hallazgo de Santiago Brizuela aporta datos novedosos. No solo permite ubicar a este mamífero volador junto a la megafauna del sudeste bonaerense hace unos 100.000 años, sino que sugiere que las condiciones del ambiente en aquel momento eran diferentes a las actuales.