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noviembre 20, 2024
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Martín Blasco: «Los libros los termina el lector»

Con más de 15 libros publicados, es un autor versátil que propone siempre desafíos.

Por Malena Peña

Martín Blasco es un escritor de la ciudad de Buenos Aires que nació en 1976. Además de escribir libros infantiles y juveniles, Martín estudió música, dirección y guión de cine y televisión. Fue productor en Pasión Tropical y fue en este programa dónde descubrió qué podía y quería escribir literatura infantil y juvenil. 

Su primer libro, Maxi Marote (2007), que comenzó siendo un cuento titulado ¿Para qué sirve la corbata?, ganó el segundo lugar en el concurso Imaginaria-EducaRed. Desde entonces tiene más de quince libros publicados, algunos compartidos con otros autores.

Gracias a la editorial Santillana conseguimos hacerle unas preguntas:

– ¿Cómo fueron tus inicios en la lectura? ¿Qué libros te marcaron?

– En eso tuve suerte, vengo de una casa donde había libros por todos lados y mis padres, ahora lo sé, me compraban buena literatura infantil. Recuerdo con mucho cariño “Cuentos escritos a máquina” de Gianni Rodari, “El pequeño Nicolás” de René Goscinny, los libros de Maria Elena Walsh y los de Elsa Bornemann. Leía mucha historieta también, el Hombre Araña, Batman, Asterix, Mafalda, la revista Fierro. Y también la colección “Elige tu propia aventura”, que estaba muy de moda cuando yo era chico.

– ¿Cómo descubriste que querías escribir libros? ¿Por qué infantiles y juveniles?

– Lo primero que descubrí es que me gustaba inventar historias y que tenía cierta facilidad para hacerlo. Escribir me costaba, por eso estudié dirección de cine, me veía más inventado historias en imágenes. La literatura infantil y juvenil la descubrí recién al ser padre, a los 27, pero venía escribiendo desde mucho antes, intentos fallidos de cine, teatro, televisión y literatura para adultos. Lo que pasó es que encontré en la LIJ el lugar correcto para mis historias.

– ¿Qué es lo que esperas transmitir con tus libros?

– Creo firmemente en eso de que los libros los termina el lector, así que espero que a cada lector mis libros le transmitan algo distinto.

– En tu opinión, ¿cómo se crea el hábito de la lectura y de la escritura?

– Es un tema difícil. Por más que me dedique a escribir para chicos no soy pedagogo ni especialista, ni docente, ni bibliotecario. Yo intento escribir lo mejor posible y tengo la suerte de que los chicos se enganchen con mis libros, pero mi única experiencia real en la difusión de la lectura es como padre, y lo que puedo decir al respecto es: nunca obligar, dejar libros a mano, ayudarlos a que encuentren sus propios gustos. En cuanto a fomentar la escritura, lo importante es estimular más que corregir, la mayoría de los chicos deja de escribir porque se frustra.

– Consejos para jóvenes que quieren ser escritores.

– Los consejos son tres: leer mucho, escribir mucho, reescribir mucho. Leer porque la literatura se aprende de esa manera, vivimos en un mundo tan comunicacional que me encuentro muchos chicos que quieren escribir más que leer. Siempre les digo que lo mejor que pueden hacer para aprender a escribir es leer, mientras más lean, mejor les va a salir lo que escriban. Escribir mucho porque no se puede pretender escribir bien desde el primer momento, el primer cuento será malo, el segundo menos malo y así. Y reescribir es casi tan importante como escribir, aún hoy, mis novelas pasan por muchas versiones hasta llegar a la definitiva.

Martín Blasco
La estación de los espejos, uno de los títulos de Martín Blasco.

– ¿Cómo ves el mercado editorial hoy en día en cuestión de LIJ?

– Con sus cosas buenas y sus cosas malas, supongo que en cualquier época la respuesta sería la misma.

– ¿Cuáles son tus lecturas habituales ahora de adulto? ¿Lees LIJ?

Sigo leyendo de todo, pasó mucho más tiempo leyendo que escribiendo. Leo mucha literatura para adultos por supuesto, pero también leo LIJ, historietas, veo mucho cine y series.

– ¿Algún proyecto a futuro del que te gustaría hablarnos? 

– Mi principal motivación al escribir es escribir algo nuevo, que no se parezca en nada a lo que escribí antes, y si puede ser, que sea lo mejor que escribí hasta la fecha. No siempre me sale, por supuesto.  Pero mi proyecto a futuro es escribir libros que sean mucho mejores que los que escribí hasta ahora. Eso es lo que me gustaría. Me gusta la idea de estar aprendiendo sobre este oficio y espero aprender mucho más.

– ¿Si pudieras elegir uno de tus libros para llevar al cine o serie, ¿cuál sería?

– Creo que La oscuridad de los colores es el que tiene más potencial para una versión audiovisual.

 Algunos de sus títulos que recomiendo:

  • La Estación de los Espejos: En esta novela, nada es lo que parece: la antigua estación de tren es una casa, los gatos son “gardianos” y los espejos, portales a otras dimensiones. Julia y Guille descubrirán estos secretos y, a la vez, que dos hermanos pueden transformarse en grandes compañeros de aventuras.
  • El Monstruo que va a comerse al mundo: Un día aparece en el cielo el monstruo más temible, el más monstruoso que ha existido. Tiene tanta hambre que anuncia que va a comerse el mundo. Las personas y animales de todo el planeta tiemblan de miedo, pero pronto se unen para evitarlo. Conjugan sus saberes, despliegan sus destrezas y virtudes para convencer al monstruo. Sin embargo, el mundo se ve cada vez más apetitoso…
  • Todas las tardes de sol: Damián se va de vacaciones solo por primera vez. Por culpa de una distracción, o quizá del destino, le toca el timbre a Julia, y una frase que se presta a confusión marca el inicio de la banda de rock que deciden formar. Ella aporta una voz potente y seductora; él la acompaña con la guitarra, y compone letra y música. La fría y distante Ana, tercera parte de este triángulo amoroso y musical, es la musa inspiradora de Damián.
  • Quizás en el tren: Alma –o Jiang Li para su familia– tiene diecisiete años. Vive en el barrio chino de Buenos Aires, acaba de enfrentar una mala experiencia amorosa y se siente sola. Jorge tiene treinta años, roba celulares en los trenes y tampoco pasa por su mejor momento. En apariencia no tienen nada que ver. Pero se cruzan. Una vez y otra vez.

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