La Selección Argentina disputó su segundo encuentro, venció a México y logró tener un poco de aire en el Mundial. Los hinchas, desde afuera, se quedaron sin aire.
Por Juma Lamacchia – Corresponsal
Doha, Qatar – ¿Where is Messi? Eso decían las banderas de los hinchas saudíes durante toda la semana. ¿Where is Messi? Nos decían en la calle con risas irónicas. ¿Dónde está Messi? Aprovecharon los mexicanos para burlarse de nuestras caras largas por la derrota del primer partido y la posibilidad de quedar afuera del mundial en sus propias manos. ¿Dónde está Messi? Nos preguntábamos nosotros, aunque sabíamos la respuesta.
La semana fue larga, el golpe había sido durísimo. Los hinchas árabes y mexicanos se aprovechaban de nosotros y gozaban de una posibilidad única. Pero si algo caracteriza al hincha mundialista es que no tiene opción. Había que creer, confiar y alentar.
Se criticó mucho el aliento del público argentino en el debut del equipo, como si los partidos de las selecciones nacionales (cualquiera del mundo) sean comparables con un clásico barrial de primera división. Más allá de eso, el hincha argentino tomó bandera de esa crítica y notó que necesitaba una reorganización.
Si nos organizamos
El viernes no era un día más. No sólo era el día previo al partido Argentina – México en el cual la selección podía quedar eliminada. Era, también, el aniversario de la muerte de Diego Armando Maradona.
Había que festejar, pero los motivos no eran muchos. Había que alentar(nos), y los motivos sobraban. El centro de Doha, Souq Waqif, fue el punto de encuentro. El lugar tiene la incomodidad de que a la plaza central la rodean restaurantes y pasillos angostos, pero el argentino entra en cualquier metro cuadrado. La concentración estaba programada para las 19: 30hs, pero para las 18 ya la gente colapsaba sus alrededores. La policía decidió intervenir y vallar el lugar, es decir, no se podía ingresar al mercado más importante de la ciudad, incluso, algunos argentinos quedaron afuera o tuvieron que rebuscárselas para tomar algún atajo o convencer a un seguridad.
Se vio una cantidad superior de hinchas que en los primeros días del mundial, pero con la confianza y las ganas de siempre. Pasaron varias horas. Se cantó por el equipo, por la victoria y por el Diego. El combo estaba completo, faltaba la frutilla del postre.
Canta y no llores
Debido a la crítica por el aliento y a la organización posterior del público argentino, por las redes sociales corrieron mensajes invitando al hincha a ubicarse detrás de unos de los arcos, sin importar su asiento (claramente no se puede, pero había que intentarlo). Los mexicanos compraron entradas de reventa (ilegal) durante toda la semana en busca del batacazo. “Si México va a hacer un hecho histórico, quiero estar ahí” me dijo uno el día anterior, sin querer ni decirme cuánto pagó la entrada (por encima de los 1000 dólares, su precio original promediaba los 200).
De esta manera se esperaba que, por lo menos, el 60% de la capacidad del Estadio Lusail sea mexicana, dejando un resto para los argentinos y árabes-argentinos (ya son casi una nacionalidad nueva).
Discusión mediante con algún grupo de mexicano y seguridad del estadio, el público cumplió y se posicionó detrás de un arco, alentó todo el partido, como nuestra cultura y “folklore” lo indica, y esperó a que el equipo recupere la memoria, lo que lo llevó a llegar a Doha como candidato.
El primer tiempo dejó preocupación, tensión y hasta decepción. Pasaba el tiempo, aquel reloj de arena seguía descargando a toda velocidad. El pedido de la hinchada comenzaba a desesperar.
El segundo tiempo cambió, el equipo cambió su actitud y apareció él. Para estas cosas están los mejores del mundo, para este momento esperamos al mejor del mundo. Después de un primer tiempo malo en líneas generales, acá está Messi. Destrabó el partido, cambió los aires, de las cenizas surgió un nuevo partido, Argentina estaba en el mundial, respirábamos el poco aire que teníamos y Enzo Fernández le puso la frutilla al postre. Chapeau.
Al finalizar el encuentro, los argentinos nos quedamos por lo menos media hora más, viendo como el rival abandonaba cabizbajo el estadio, escuchando el grito ensordecedor de alegría argenta. Los celular se elevaban, como es normal en esta época, pero no grababan a los jugadores saludando, ni a los miles de hinchas que agitaban su remera al grito de ‘cada día te quiero más’, sino que todos estaban en comunicación, vía videollamada, con familias y amigos. Compartir la felicidad, después de la angustia. Porque en las malas, está cualquiera. La distancia es larga, muchos están solos. O aunque estés con amigos, nuestras familias solo lo viven por televisión, y sufrir, sufrimos todos.
Buscaban a Messi, y apareció. Pero las cartas están sobre la mesa. El miércoles, con Polonia, hay que hacer de cuenta que esta crónica no es más que más que una aventura que ya finalizó.