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noviembre 23, 2024
El País Lo de Allá

Un archivo digital rescata a las artistas olvidadas por la historia del arte argentino

Se trata de «Historias entre Lienzos», creado por las investigadoras Paloma Etenberg y Guadalupe Lobeto, quienes iniciaron la ardua tarea de recuperar vida y obra de artistas plásticas locales desde el siglo XIX que han sido muy relevantes en la escena artística nacional pero luego invisibilizadas.

«Historias entre Lienzos» es un inédito archivo virtual, de acceso gratuito, creado por las jóvenes investigadoras Paloma Etenberg y Guadalupe Lobeto, quienes hace tres años iniciaron la ardua tarea de recuperar vida y obra de artistas plásticas argentinas desde el siglo XIX que han sido muy relevantes en la escena artística nacional, muchas de ellas poco reconocidas, otras muy activas y premiadas, con obra incluso que integra algunas de las colecciones de los museos más importantes del país, pero que han sido borradas del canon de la historia del arte argentino.

Lola Mora, Raquel Forner, Luisa Isella, Julia Wernicke, Grete Stern, Eurgenia Berlín Sarmiento y Procesa Sarmiento o Julie Méndez Ezcurra. Son pintoras, dibujantes, grabadoras, fotógrafas y esculturas, a veces inéditas, otras exhibidas en mecas artísticas locales de la época pero luego invisibilizadas: no aparecen en los libros, no se enseñan en las currículas tradicionales de las universidades, prácticamente no guían las muestras de los museos.

La plataforma www.entrelienzos.org es resultado de un trabajo que empezó cuando Etenberg y Lobeto, estudiantes de Comunicación y de Humanidades, respectivamente, de la Universidad San Andrés, cayeron en la cuenta de la casi nula información que circulaba en Internet sobre artistas plásticas que venían descubriendo en una materia dedicada al género en la historia del arte, responsabilidad de Georgina Gluzman, y que involucró un trabajo de hormiga virtual, el grueso de la primera parte de la investigación fue durante el aislamiento obligatorio de la pandemia de Covid, y que las llevó por acervos museísticos, colecciones privadas y archivos familiares.

«No hay información online pero tampoco hay mucha información en general –dice a Télam Paloma Etenberg-, a no ser que sepas muy bien dónde buscarla. Si te pasás horas y horas en el archivo nacional esa información existe, pero está en cajas y en sobres, no muy accesible. A menos que estés no sólo interesada, sino que te dediques a esto y tengas los contactos específicos para asesorarte, tenés un montón de obstáculos para llegar al trabajo de esas mujeres».

Hoy el archivo está formado por 40 artistas con sus correspondientes biografías, obras y contextos. Con un lado B en Instagram más ligero y secular, que suma breves perfiles de artistas en proceso de investigación e informaciones que rondan los intereses de este trabajo, declarado «de interés» por la Cámara de Diputados de la Nación porque «es fundamental para contribuir a garantizar una igualdad de oportunidades entre varones y mujeres que históricamente ha sido ajena al mundo del arte».

«Parte de nuestro objetivo fue acortar ese proceso de búsqueda, lo que hacemos en esta plataforma es presentar a esas artistas» indica la investigadora de 26 años Bibí Zogbé, Ana Weiss de Rossi, Carlota Stein forman parte de esa vidriera virtual, «que no es que trabajaban en las márgenes del circuito artístico, no es que pintaban en sus casas por hobby, son pintoras, fotógrafas, escultoras, grabadoras estaban realmente profesionalizadas», indica Lobeto.

Lanzado en 2021 en ese intento por reparar la escasez de información sobre artistas que vivieron entre los siglos XIX y XX -Elina Querel y Anita Payró son ejemplo de eso-, el archivo suma a las biografías e imágenes de alta calidad la localización de las obras, así como bibliografía suplementaria recobrada del desinterés de un canon masculino y patriarcal; y viene a sumar su granito de arena para enriquecer la historia del arte con otras narraciones y, muy probablemente, con un concepto de pérdida -de documentos, de obras- aún muy incipiente para ser dimensionado en forma cabal.

Incluir en ese canon unos pocos nombres femeninos, a modo de heroínas -caso como los de Raquel Forner o Lola Mora que también incluye este archivo-, no ha servido para cuestionar las bases sexogenéricas de la historia del arte y de eso también da cuenta esta investigación, en la que se relevó a más de 500 artistas de una veintena de colecciones de todo el país, buscando «contribuir con la actualización de la historia del arte argentino, con el enriquecimiento del patrimonio cultural nacional y con la puesta en valor de las artistas y sus trabajos».

«La línea de investigación se corta en la primera mitad del siglo XX porque de esas artistas ya hay datos y testimonios en Internet -dice Etenberg-. El siglo XIX es como la joyita que cuidamos, lo priorizamos porque de esa etapa hay muy poco. En nuestra base de datos tenemos cientos y cientos de nombres, no todos investigados, que forman parte del relevamiento de obra presentada por artistas de todo el país».

Esa unidad de medida que entroniza al varón preferentemente blanco, heterosexual y de cierta condición social, se abre así a las abrirse a las realidades de otros creadores de herencia cultural.

«Un grupo que nos llamó mucho la atención es el de las artistas que pintaron la patria», señala Lobeto, como Andrea Bacle, Sofía Posadas, María Obligado de Soto y Calvo o Léonie Matthis, quien tenían la particularidad de un marcado interés en la investigación histórica, por lo que no recreaba sucesos contemporáneos, sino que sus imágenes de Plaza de Mayo son reconstrucciones producto de esas investigaciones personales.

Muchas de sus nombres probablemente desconocidos aunque muchas sus cuadros formen parte del imaginario patriótico nacional, a partir de las imágenes de próceres que retrataban y que como en el caso de «El último sueño del General San Martín», de Posadas, fue iconografía de texto escolar.

Este archivo busca además tirar por tierra la idea de que estas artistas eran marginales a los circuitos centrales de arte, «en esas artistas había un interés genuino por formar parte de un campo artístico y una profesionalización en ese sentido», indica Lobeto. No eran aficionadas o diletantes (vendieron obra a un valor justo, fueron retratistas, expusieron en grandes museos), fue la crítica las que las excluyó de la historia del arte que, como disciplina, históricamente ha considerado que los varones tienen mayor capacidad de crear capital cultural. Vasta remitirse al concepto de ‘patrimonio cultural’, basado en la idea del ‘pater’, figura masculina que da autoridad.

«Algo maravilloso» en ese camino, resalta Etenberg, fue que desde que lanzamos el sitio web mucha gente empezó a mandarnos información sobre estas artistas. Nuestra intención es que este proyecto interdisciplinario y dinámico continúe creciendo a lo largo del tiempo» y que «funcione como un punto de partida para generar espacios de estudio, debate y reflexión que trasciendan la virtualidad».

Etenberg fue becaria Chevening 2021-22 de la Maestría en Arts Administration and Cultural Policy en Goldsmiths, de la University of London y de la Peggy Guggenheim Collection; trabajó en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires e investigó la brecha de género en medios digitales para el Centro de Estudios sobre Medios y Sociedad en Argentina, de la Universidad de San Andrés y Northwestern University.

Guadalupe Lobeto reside en Nueva York, donde se graduó de la Maestría en Arts Administration en la Universidad de Columbia; trabajó en el Museo de Arte contemporáneo de Buenos Aires (Macba) y en la Peggy Guggenheim Collection de Venecia, interesada en políticas de patrimonio cultural y en proyectos digitales que fomenten el acceso a las artes, la ópera y el cine clásico.

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