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abril 23, 2024
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Amistad de puño y letra

Del papel a la realidad. Desde un colegio al campo de batalla. La carta que hizo posible la amistad entre un soldado y una niña en plena Guerra de Malvinas.

Por Juma Lamacchia

La guerra ya había comenzado y en el patio del Instituto Santa Cecilia de la ciudad de Mar del Plata Karina Barla, de 7 años, compartía recreo con sus compañeritos y compañeritas. De un lado una niña que transitaba la primaria y aún no estudiaba conflictos bélicos en clases de historia y del otro, cientos de jóvenes que ponían el cuerpo y dejaban, en muchos casos, la vida por recuperar las Islas Malvinas de la invasión inglesa, por decisión del gobierno de facto del por entonces presidente, Leopoldo Fortunato Galtieri.

La relación entre dos personas que se encontraban a 1.540km de distancia con realidades tan opuestas tiene en común justamente esa disparidad: una guerra.

La maestra de 3º grado invitó a sus alumnos y alumnas a realizar una actividad diferente y enviarle una carta a los soldados que defendían a la patria. Una carta hecha a mano que les hacía sentir la presencia de un país apoyándolos y esperando su vuelta triunfal. A un soldado desconocido, a un lugar que quizás ni sabían que existía y una guerra que nadie entendía.

Karina con la ayuda de sus padres escribió a puño y letra lo que cualquier nena de su edad quiere contar: que le gustan los chocolates y que tiene un perrito, manifestó su amor por los soldados, le deseó suerte y le prometió que todos estarían ahí esperándolos. 

La nena y su familia

Su familia estaba compuesta por madre, padre y una hermana. En aquel entonces, sin relación política o de militancia y solamente con el negocio que llevaba adelante su papá. Lo que pasaba en Malvinas era como una película, algo se hablaba en su casa pero recuerda que le llamaba la atención que no tengan para comer, y que junto a la carta, sumó cigarrillos y chocolates porque era lo que pedían.

Dentro de su curso se encontraba una muy amiga casualmente también llamada Karina y con una relación más cercana con la guerra. Su padre era el Capitán Pedro Edgardo Giachino, primera víctima en Malvinas. Una noticia que dejaba de darle épica a la ilusión de los alumnos.

El sargento

En otra situación se encontraba José Mario Santoro, un sargento de 30 años que cumplía el mismo rol que en su cuartel en Mar del Plata, estar a cargo del transporte de los vehículos, los cañones de guerra Oerlikon 35mm. 

Estaba casado y aún no tenía hijos, la experiencia de defender a la patria fue un impulso de patriotismo. De chico había recibido en la escuela información sobre las islas y su situación, entonces para él, estar de repente en el lugar de los hechos y ser protagonista de los mismos, le generaba mucha expectativa y emoción. Estaba formado y preparado para eso.

Un día se encontraba de guardia en su sector y recibió una carta, la tomó como propia y la leyó. En medio del frío, el hambre y la incertidumbre que debe generar encontrarse en un campo de batalla donde tu vida corre peligro, creyó que sería injusto no contestarla y quitarle la ilusión a una niña que esperaba una respuesta de su parte. 

“Estimada amiguita: Deseo de corazón que te encuentres bien y que en tu 3° grado “A” cuando te sientes en tu banquito esperando que la maestra empiece a darles clases te acuerdes que un soldado de tu patria te guarda gratitud y cariño por haberte molestado en escribir esas breves pero importantes palabras de aliento tan necesarias para mí que estoy pasando momentos no tan fáciles, alejado de mi hogar y de los míos”, comienza el letrado de Mario, y continúa: “Podés estar tranquila que estoy orgulloso de estar aquí, es mucho el espíritu que me anima a mí y a mis compañeros, considero que Dios es justo y nuestra causa también lo es y tengo mucha fe en la victoria final”.

La carta que ya estaba en manos de Karina y su familia también tenía los datos del hogar de Mario y una invitación a conocerse el día que él volviera.

Pasaron diez días y la niña volvió a agarrar su lapicera tinta azul, su cuaderno y volvió a escribirle a su soldado amigo. “He recibido tu carta y me puse muy contenta” comienza. “Ruego a Dios que estén bien y que puedan volver pronto a ver a tu esposa y todos los tuyos y que puedas venir a mi casa con tu esposa”, continúa ilusionada quien estaba teniendo un intercambio de palabras nada más y nada menos que con un hombre que la guerra le pasaba en vivo y en directo, a diferencia de quienes se encontraban en el país que recibían información difusa.

Un extenso cariño, la dirección de su casa y un dibujo fueron el cierre de un contacto que llenaba a todos de ilusión. 

El encuentro

Hasta que un día, ya terminada la guerra, alguien golpeó la puerta de la casa de la familia Barla y preguntó por Karina, quien ya había cumplido los ocho años de edad. Una situación rara y confusa en la época que se vivía en nuestro país. “Soy Mario, el soldado de Malvinas”, se escuchó del otro lado de la puerta de la casa del barrio Constitución y junto a su esposa, hicieron posible el tan esperado encuentro.

Mario agradeció la carta y el apoyo de toda la familia, y aclaró que una segunda carta enviada por ella (en la primera instancia) fue recibida por su compañero, un soldado que lamentablemente perdió la vida en las islas, pero que al momento de leerla, también logró su cometido y fue un momento muy importante para él.

La carta enviada por Karina Barla le dio a Mario la certeza de que alguien más lo esperaba en su regreso a casa. Le dio una existencia más allá de su realidad y creó un puente que desde ese momento, era una amistad.

Karina Barla
Karina Barla releyendo una de las cartas.

“Mario para mí es un héroe, estoy orgullosa de él y de mantener nuestro vínculo. Es una gran persona que, a mi entender, injustamente terminó en una guerra armada. Pero sin dudas, un héroe” repite Karina Barla en diálogo con BACAP y sonríe al repasar su historia junto a él, que involucró casamientos, comidas y miles de charlas.

De Malvinas poco y nada volvieron a hablar, la niña de siete años creció y formó un vínculo con el soldado que defendía nuestra patria a coste de su propia vida. Hoy disfrutan la misma ciudad y de ser dos familias cercanas. En tiempos en los que la guerra se vive a través de las redes sociales y las 24 horas en los noticieros, la ilusión de un papel fue más fuerte y cuarenta años después lo recuerdan de esa manera. 

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