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noviembre 21, 2024
Lo de Allá

Un viaje al pueblo de La Pampa que cambió Favaloro: el recuerdo de su enfermera

Se cumplen 100 años del nacimiento de René Favaloro. Su paso por la provincia de La Pampa dejó huellas y acá las cuentan algunas personas que lo conocieron en esa época.

 Por Milagros Alonso

Dora Calo, una de las enfermeras de René Favaloro durante su estadía como médico rural en Jacinto Arauz, un pequeño pueblo de La Pampa, recordó que el célebre cirujano conversaba en el quirófano, ya tenía la idea de hacer el primer bypass de corazón y destacó que trataba a «todos por igual» en el pueblo que todavía hoy, a 100 años de su nacimiento, lo homenajea con el único museo en el país que lleva su nombre.

«Yo empecé a trabajar como mucama pero fui escalando y llegué a ser segunda ayudante de las operaciones porque a mí me gustaba el trabajo», contó a Télam Dora, de 89 años, desde su casa en Jacinto Arauz, donde entre las fotos familiares que se lucen en su comedor tiene el retrato de Favaloro.

«Las exigencias del doctor eran que había que estar siempre dispuestos con los enfermos, ser solidarios con ellos y respetarlos», recordó Dora, quien empezó a trabajar a los 20 años con el médico cuando él todavía no tenía el prestigio que ganaría después al inventar la técnica del bypass aortocoronario.

Las vivencias

A 100 años del nacimiento de Favaloro, que se cumplen este 12 de julio, Dora y María Elena Bertón, la directora del Museo Histórico del Médico Rural Dr. René G. Favaloro, contaron a Télam algunas de las vivencias del prestigioso médico en el pueblo que lo cautivó con sus fascinantes atardeceres.

Favaloro se trasladó a Jacinto Arauz, al este de La Pampa, en mayo de 1950, un año después de recibirse de médico en la Universidad Nacional de La Plata. A ese pueblo, situado a 200 kilómetros de la capital provincial, llegó porque su tío, que vivía allí, le pidió que realizara una suplencia.

El destino quiso que el reemplazo que iba a durar menos de tres meses se transformara en doce años, tiempo en el que Favaloro aprendió -como médico rural- «el profundo sentido social de la vida», según contara luego él mismo.

En ese entonces, el pueblo ubicado a la vera de la Ruta Nacional 35 tenía solamente unas diez manzanas desparramadas a lo largo de las vías del tren. Hoy cuenta con unos 2.500 habitantes y tiene como principal motor de la economía local al molino harinero y la industria láctea.

Una vez que Favaloro se estableció en Jacinto Arauz, su hermano menor, Juan José, quien también era médico, siguió sus pasos. Juntos lograron convertir a una vieja casona del pueblo en una clínica con veintitrés camas, una sala de cirugía y equipos de rayos X.

«La clínica fue una bisagra muy importante en el pueblo. Antes, los pacientes eran derivados a Bahía Blanca por el ferrocarril que pasaba una vez por día y tardaba unas 4 o 5 horas en llegar», contó María Elena en diálogo con Télam.

Los hermanos Favaloro frenaron la epidemia de diarrea infantil que afectaba al pueblo, dieron charlas para enseñar a prevenir enfermedades, se vincularon con maestros rurales para la divulgación sanitaria y hasta llegaron a armar un banco de sangre.

Incluso René fue el socio fundador de la cooperativa de servicios y obras públicas que hizo el tendido de la energía eléctrica del pueblo y llevó agua potable a todas las viviendas.

«El doctor René enseñaba a las comadronas la higiene. Acá, antes, los médicos no atendían a las parturientas, pero un día un parto se complicó en una quinta lejos del pueblo y la comadrona vino a buscarlo. Él agarró su maletín, se subió al sulky y fue a atender», contó Dora en la entrevista con Télam.

Museo de Favaloro en Jacinto Arauz.

Los recuerdos

Entre los recuerdos de sus años de trabajo al lado Favaloro, Dora explicó que en el quirófano «todo tenía que estar perfecto. No podía volar una mosca, nada de nada».

Durante las cirugías, la mujer se encargaba de tener los separadores quirúrgicos para correr los tejidos y también enhebraba las agujas de sutura.

«Había que tener mucho cuidado. A veces sangra una venita y hay que ponerle una gasa. Y después, antes de cerrar, hay que acordarse dónde uno puso las gasas», agregó Dora, y remarcó que los hermanos Favaloro eran «muy puntillosos».

Todo lo que aprendió Dora de medicina fue de la mano de Favaloro, a quien describió como un hombre «muy recto que inspiraba respeto», pero que «trataba a todos por igual».

Y remarcó: «Nunca jamás nos levantó la voz a las enfermeras ni nos dijo malas palabras. Después, cuando trabajé con otros médicos nos decían cualquier cosa».

«Favaloro era docente, le gustaba mucho enseñar y que quien estaba al lado de él aprenda», agregó Dora cumpliendo con la voluntad de Favaloro, quien siempre recalcaba que quería ser recordado como docente más que como cirujano.

También Dora subrayó que ya en esa época Favaloro les comentaba durante las cirugías que pensaba hacer el bypass aortocoronario, técnica que terminaría realizando por primera vez en Estados Unidos en 1967.

«El doctor siempre conversaba en las operaciones y nos explicaba lo que quería hacer con la vena safena de la pierna, pero nosotros no entendíamos nada de todas esas cosas», narró Dora sobre sus vivencias de 60 años atrás.

«Él ya tenía la idea de lo que quería llegar a hacer e iba a tratar de hacer todo lo que tenía en mente. Y lo logró», remarcó.

Médico social

En Jacinto Arauz fue donde Favaloro comenzó a desarrollar la medicina social con los pacientes que se incrementaban cada vez más, e incluso llegaban desde pueblos vecinos.

«La atención médica era primero la charla con el paciente para conocer su modo de vida. Después preguntaba sobre la consulta en sí, pero muchas veces eran enfermedades psicosomáticas, y a eso es lo que se apunta hoy otra vez, a que no sea tan mecanizada la atención, sino más humana», contó María Elena, de 48 años, quien nació en la clínica que fundaron los hermanos Favaloro.

Por ese compromiso social del cardiocirujano, desde el año 2002 se conmemora el Día Nacional de la Medicina Social cada 12 de julio, en recuerdo de su nacimiento.

A principios de 1962 Favaloro se fue de Jacinto Arauz para especializarse en Estados Unidos con «mucho dolor, pero lleno de esperanzas», según él mismo contó.

Si bien el reconocido médico recibió múltiples invitaciones para volver de visita, solo aceptó regresar para el centenario de Jacinto Arauz, en 1989.

«Ese día había cola para verlo. Lo pude saludar, pero nada más porque era una romería de gente», rememoró Dora.

Por su parte, María Elena agregó que a Favaloro «le producía mucha nostalgia volver al pueblo. Era alguien que se encariñaba muchísimo y se acordaba de todas las personas».

La importancia de la obra que dejó Favaloro en Jacinto Arauz es tal que sus habitantes lo homenajean con el único museo del país dedicado al prestigioso cardiocirujano.

El museo, ubicado en la vieja estación del ferrocarril, se inauguró en 2003, y hoy está en ampliación para contar también historias locales, como la de excombatientes de la Guerra de Malvinas.

Los objetos

Entre los objetos de Favaloro, se exhibe la valija marrón de cartón prensado con la que viajó hasta Jacinto Arauz, un combinado de música, la matrícula original de la clínica, instrumental quirúrgico, libros que escribió y fotografías de diferentes épocas.

También se albergan poemas y canciones que admiradores de Favaloro que visitan el museo hacen llegar desde distintas latitudes.

A su vez, el pueblo cuenta con un circuito autoguiado por el monumento que le rinde tributo a Favaloro, la casa donde vivió, la clínica que fundó y el pasaje que recibe su nombre, entre otros puntos.

En la única escuela primaria del pueblo hay un aula que tiene un cuadro con la fotografía de Favaloro y los estudiantes reciben clases especiales donde estudian su biografía, como la de los otros próceres de nuestro país.

«Favaloro fue una eminencia; no puedo decir nada malo de él. Fue una persona muy buena, sumamente honesta y necesaria para la humanidad», concluyó Dora.

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