Una investigadora del CONICET y la UNMDP describe los cambios demográficos que se produjeron en localidades bonaerenses de menos de 20.000 habitantes en las últimas décadas.
Por Agustín Casa
La geógrafa Sofía Ares estudia las dinámicas demográficas de los pueblos o pequeñas localidades bonaerenses, en particular, en el período comprendido entre 1991 y 2010. En este marco, ha trabajado con un concepto ampliado de lo rural que incorpora a las localidades que en 1991 tenían menos de 20.000 habitantes.
“En valores relativos, a lo largo de casi 100 años, se pasó de un 45 % de población rural en 1914 a un 3 % (434.000 habitantes) en 2010”, señala a Bacap Ares, doctora en Ciencias Sociales y Humanas, investigadora del CONICET en el Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales (INHUS) y docente de la Facultad de Humanidades de la UNMDP.
La especialista destaca que en 1947 se registró el máximo valor de habitantes rurales en la provincia de Buenos Aires: 1.200.000, que representaban el 28 % de la población total de la provincia. Asimismo, sostiene que en pocas décadas se produjo un descenso absoluto y relativo de la población rural. Ya en el censo de 1970, el valor relativo de la población rural en la provincia era menor al 10 %. No obstante, advierte que “se trata de un proceso que afecta sobre todo a la población diseminada, a la que vive o vivía en campo abierto”.
“Para la población en localidades (pueblos pequeños, con menos de 2.000 habitantes, y pueblos grandes, de 2.000 a 20.000 habitantes), se observan distintas situaciones, sobre todo en el período 1991-2010. Algunos pueblos decrecen de forma constante, otros crecen a ritmo acelerado a lo largo de todo ese lapso, unos experimentan vaivenes (fases de decrecimiento y crecimiento) y otros están estancados”, detalla la investigadora, quien integra el Grupo de Estudios sobre Población y Territorio (GESPyT) de la Facultad de Humanidades de la UNMDP.
A partir del procesamiento de información censal del INDEC, se desprende que en 1991 había 472 aglomeraciones con menos de 20.000 habitantes en territorio bonaerense. “De estos, hay 100 (21 %) que decrecen en todo el período, es decir que van perdiendo pobladores de forma indiscutible, y 86 (18 %) que crecen a ritmos veloces. El 60 % restante muestra oscilaciones o está estancado”, asegura.
En paralelo, indica: “Los 86 poblados que crecen a lo largo de todo el período se encuentran preferentemente en el norte bonaerense -bastante próximos al AMBA-, Sierras de Tandilia -incluyendo gran parte del Partido de General Pueyrredon- y la Costa Atlántica Norte -desde La Costa hasta Mar Chiquita-”.
“En este grupo, los pueblos grandes son los que muestran el mayor dinamismo demográfico y se nota que es fuerte el impacto de la ubicación relativa en el territorio, sobre todo para los que se sitúan en proximidad de aglomeraciones de tamaño intermedio (50.000 a 999.999 habitantes) o del Área Metropolitana de Buenos Aires”, añade.
En este marco, remarca que “la accesibilidad incidiría sobre las decisiones residenciales, en la elección (para migrantes de diverso origen) o la continua reelección (por parte de sus pobladores) de los pueblos pequeños o grandes para desarrollar el ciclo vital”. Y aclara: “No hablamos de causa efecto, sino que la accesibilidad tendría influencia en conjunción con aspectos económicos, políticos y culturales”.
La dinámica demográfica en el sudeste bonaerense
Según la delimitación propuesta por el GESPyT, el sudeste bonaerense comprende los partidos de Ayacucho, Balcarce, General Alvarado, General Juan Madariaga, General Pueyrredon, Lobería, Maipú, Mar Chiquita, Necochea, Pinamar, San Cayetano, Tandil y Villa Gesell.
“En 1991, el sudeste tenía 47 localidades con menos de 20.000 habitantes. Entre 1991 y 2010, 18 localidades crecieron a un ritmo superior al 12 ‰ y 14 perdieron pobladores. De las que crecieron en todo el período, más de la mitad tenían menos de 500 habitantes y, de estas, 5 se encontraban en áreas costeras. De las 14 que decrecieron, la mitad tenía en 1991 menos de 500 habitantes y solo una pasaba los 2.000 pobladores. Finalmente, 15 localidades tuvieron un ritmo de crecimiento moderado (inferior al 12 ‰), algunas de ellas con oscilaciones negativas en un lapso intercensal. En este conjunto, la mayoría tenían en 1991 más de 2.000 habitantes”, detalla.
En este sentido, amplía: “Si miramos situaciones puntuales, tenemos en Balcarce un descenso absoluto de la población dispersa, con pueblos pequeños y grandes que no logran expandirse y algunos de los cuales están en retroceso. En cambio, en Mar Chiquita o en General Pueyrredon, los pueblos pequeños y grandes crecen, en algunos casos a ritmo veloz”.
El crecimiento poblacional alrededor de Mar del Plata
Respecto a General Pueyrredon, hacia 2010 la población rural dispersa era cercana al 1%. “En cuanto al comportamiento de las localidades, ya entre 1980 y 1991 se notó el potencial de expansión de las aglomeraciones menores del partido frente a la ciudad de Mar del Plata, que desaceleraba su ritmo de crecimiento”, comenta.
En este punto, explica: “En las últimas décadas, la expansión constante, y en general a ritmo acelerado, de pueblos pequeños y grandes es muy característica. En este proceso tienen un rol preponderante Batán, Sierra de los Padres-La Peregrina, Estación Camet y Chapadmalal. Este crecimiento también produce cambios en la estructura demográfica, en la composición por sexo y edad y, con ello, transformaciones en las demandas de los pobladores”.
Al mismo tiempo, subraya que “en las localidades, hasta 2010 se ha observado una tendencia al envejecimiento (la población de 65 años y más tiene una participación relativa superior al 7 %) y se transita hacia un equilibrio en la distribución entre varones y mujeres (con índices de masculinidad cercanos a 100)”.
“Luego de 2010, el crecimiento de algunas localidades parece haberse consolidado, sobre todo de la mano del PROCREAR, con lo cual la llegada de familias jóvenes podría haber detenido o moderado el proceso de envejecimiento”, agrega.
A su vez, Ares resalta que “en el partido, como en otros distritos de Argentina, hay nuevas formas de uso del espacio rural, basadas en objetivos residenciales o recreativos, cruzadas muchas veces por una profunda romantización de lo natural o rural”. En tanto, comenta: “Las localidades, de esta forma, se van consolidando merced a la búsqueda de alternativas residenciales, donde el factor económico tiene un rol importante. Sin embargo, es una búsqueda multicausal que para muchos tiene en la aversión hacia las ciudades y su ritmo de vida uno de los pilares fundantes”.
“Para estos grupos, la contracara de lo citadino se representa en el ´volver a la tierra´, regresar a la vida natural, como forma de reinventarse, alejarse de la inseguridad. Otros elementos, en relación con el mercado inmobiliario, las relaciones familiares, la seguridad personal, atraviesan los relatos de modo recurrente, entretejiendo la trama decisional. Entonces, a través de la conjunción de silencio, verde, posibilidad de disfrutar el entorno, de tener a los hijos afuera, en una vivienda propia, de interactuar con otros, se va forjando una forma de vivir diferente -como han señalado numerosos entrevistados-, un género de vida distinto”, finaliza.