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abril 27, 2024
Lo de Acá

Investigador marplatense comparte su experiencia en el Centro de Historia de la Psicología más grande del mundo

El investigador marplatense Catriel Fierro  volvió de una estadía de tres meses en Akron, Estados Unidos, a la que accedió a través de una beca Fulbright. La experiencia en  el Cummings Center for the History of Psychology, “el centro multimedia de historia de la psicología más grande del mundo”, en primera persona. 

Un poco historiador, un poco psicólogo, el investigador marplatense Catriel Fierro se vale de las herramientas de ambas ciencias no solo para conocer más sobre el pasado, sino como herramienta para tener una visión de la situación actual de los abordajes en salud mental y las perspectivas de cambio en la materia. 

Formado en la facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Mar del Plata e investigador asistente del Conicet, Fierro fue uno de los 24 argentinos en obtener una beca del Programa Fulbright para la cohorte 2023-2024, una oportunidad que le va a permitir llevar su trabajo de investigación “a otro nivel”. 

Fulbright es el programa norteamericano de intercambio cultural y científico más grande de Estados Unidos, dependiente del Departamento de Estado de USA. Uno de sus programas más prestigiosos son estas becas que anualmente da en conjunto con el CONICET para financiar estadías de 3 meses de investigadores asistentes o adjuntos en universidades norteamericanas, con el fin de realizar investigación en el marco de proyectos que los aspirantes ya tienen en curso. 

Multipremiado, Fierro se presentó a la beca a través del INHUS (el Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales del CONICET Mar del Plata), su sede de trabajo desde 2022. “Mi proyecto se tituló ‘Profesionalización de la temprana psicología clínica: Evaluación del rol de las primeras clínicas psicológicas en el sistema educativo norteamericano, 1896-1919″. 

El viaje

Tras haber obtenido la beca, Fierro estuvo entre julio y octubre en la Universidad de Akron. 

El investigador marplatense Catriel Fierro volvió de una estadía de tres meses en EE.UU. a la que accedió a través de una beca Fulbright.
Catriel Fierro.

“Elegí específicamente el Cummings Center for the History of Psychology, el centro multimedia de historia de la psicología más grande del mundo, que consiste en varios institutos y museos” contó el científico. Allí tuvo la oportunidad de indagar en los Archivos de Historia de la Psicología Norteamericana, que reúnen las colecciones personales de materiales de archivo y manuscritos de más de 300 psicólogos históricos, además de tests psicológicos, fotografías y otros documentos relevantes para la historia de la ciencia.

“En mi proyecto hice trabajo de archivo, consulté y analicé documentos (correspondencia privada, manuscritos, libros no publicados, fotografías, tesis de maestría y doctorales, historias clínicas) vinculados con el contexto en que se fundaron las primeras clínicas psicológicas en Estados Unidos para ayudar a los docentes de escuelas públicas a identificar, examinar, diagnosticar y reeducar a lo que a comienzos de siglo XX se consideraban ‘niños problema’: niños que por alguna u otra razón o se retrasaban en el curso, o no podían aprender, o tenían problemas conductuales” explicó, el especialista en historia de la ciencia.

Durante su estadía, Fierro consultó, indexó y copió unas 71.000 páginas de material, que incluyen “historias clínicas preservadas de la primera clínica psicológica del mundo, fundada por Lightner Witmer en la University of Pennsylvania en 1896, correspondencia profesional y privada de varios de los primeros psicólogos clínicos como Leta Hollingworth, Lewis Terman, Henry Goddard, David Shakow, Carl Rogers y J. E. Wallace Wallin y casos clínicos que Carl Rogers (la figura histórica sobre la que me vengo centrando hace 5 años) llevó adelante desde finales de los años ’20 en Nueva York y que fueron su primer contacto con el campo terapéutico y con la tarea que en ese momento se le atribuía a los psicólogos clínicos”. 

“Quedan muchos problemas que responder y zonas geográficas específicas que explorar, y aún hay montañas de materiales de archivo por descubrir, analizar y correlacionar” ,se entusiasmó. 

El análisis de las fuentes que relevó, muchas de las cuales no habían sido relevadas antes, le va a permitir al marplatense “reconstruir más acabadamente la historia de las clínicas psicológicas, que en esencia fueron las instituciones donde por primera vez los psicólogos abocados a la psicología aplicada y técnica entraron en contacto con niños y niñas, de forma que eso que yo reconstruya ayude con explicar el surgimiento de la psicología clínica como un área profesional diferenciada tanto de la psiquiatría como de la educación (el cual también es un tema sobre el que no se ha escrito demasiado en los últimos 40 años)”, destacó .

Un trabajo de años

Fierro viene investigando hace varios años este tema por el que, en junio, la Sociedad Interamericana de Psicología le otorgó el premio «María de las Mercedes Rodrigo-Bellido». 

De regreso en el INHUS, “estoy enfocado en analizar en profundidad los materiales con el fin de preparar manuscritos para enviar a certámenes internacionales y revistas para que consideren su publicación, además de utilizar gran parte de este material como base empírica para un libro que está escribiendo sobre Carl Rogers y el proceso de profesionalización de la psicología clínica entre 1890 y 1940. “Probablemente sea publicado por la Cambridge University Press” confió.  

– ¿Cómo se vincula o puede vincularse esos aspectos de la historia de la psicología clínica que investigás/analizás, con la actualidad, con el «mapa» de la salud mental en estos días?

Catriel realizando su labor

– Creo que puede vincularse por la positiva y por la negativa. Por la positiva, la historia de la psicología clínica permite tener una visión más completa y realista del proceso por el cual hemos llegado al estado actual del campo de la salud mental: qué contribuyó la psicología al momento de conceptualizar los trastornos o «desajustes» mentales, cómo los psicólogos clínicos combatieron a los psiquiatras y lograron entrar en el campo de la psicoterapia para ejercerla legalmente.

O lo que a mí más me interesa y me parece relevante, cómo los psicólogos clínicos (en especial figuras como Earl Zinn, Carl Rogers y David Shakow), fueron los primeros agentes del campo de la salud mental (por encima de los trabajadores sociales, psiquiatras, sociólogos o médicos) en investigar científicamente sobre el proceso y el resultado de la psicoterapia: o sea, quiénes, en qué contexto y con qué herramientas se preguntaron por primera vez «bueno, esto que venimos haciendo con nuestros pacientes, ¿realmente funciona? ¿Tiene algún asidero con la realidad o es que nos estamos engañando a nosotros mismos? ¿Cómo podemos hacer para investigar y determinar si funciona o no? ¿Y cómo podemos mejorar la eficiencia de nuestras intervenciones?» Esas preguntas fueron un mojón en la historia de la salud mental en el siglo XX y deben ser estudiadas desde la historia.

El investigador marplatense Catriel Fierro volvió de una estadía de tres meses en EE.UU. a la que accedió a través de una beca Fulbright.

– ¿Y la negativa?

– La historia de la psicología clínica permite hacer preguntas y señalamientos críticos al campo de la salud mental actual, sus limitaciones y sus deudas vigentes: desde subrayar y cuestionar la pervivencia de visiones patologizantes de las diversidades sexuales, hasta cosas especialmente sensibles en países como Argentina, como lo son el dominio psicoanalítico en la comunidad profesional, la omisión de la consideración seria de otras orientaciones clínicas más actualizadas, o (vinculado con lo que yo investigo), cómo y por qué se ha dado el divorcio entre los psicólogos clínicos por un lado y una tradición de casi 100 años de investigaciones científicas en psicoterapia por otro.

Es decir, otra vez, una tradición muy rica y compleja investigaciones que van refinando y mejorando la puntería de los tratamientos terapéuticos pero que en nuestro país son omitidas sistemáticamente. Entender por qué los psicólogos clínicos argentinos no sienten la necesidad de investigar o de consumir investigación sobre psicoterapia es algo que sólo se entiende si miramos en panorámica los últimos 80 años.

– En los últimos años se está hablando mucho más abiertamente de salud mental. ¿que enseña la perspectiva histórica en esto?

– El siglo XX fue sumamente complejo en cuanto a esta cuestión, pero aún una lectura rápida del campo de la salud mental y de la psicología clínica muestra que parte del secretismo, la vergüenza o la renuencia a hablar sobre la salud mental indudablemente fue consecuencia de lo fácil que era definir cuestiones clínicas en términos de desadaptación, patología y hasta inmoralidad.

El campo de la salud mental (en ese entonces llamada «higiene mental») estaba enraizada en valores religiosos puritanos anglosajones, el capitalismo industrial y valores androcéntricos modelados a partir de la experiencia occidental, en especial la norteamericana: usualmente lo que se desviara de eso era visto como preocupante y al menos digno de un estudio clínico. 

A lo largo de más de 130 años hemos pasado de considerar patológico y desadaptativo a cosas que hoy entendemos simplemente como elecciones personalísimas y legítimas para nuestros proyectos de vida, o cuanto menos cosas que debemos tocar con respeto y mesura: son cosas respecto a las cuales hemos pasado (o deberíamos pasar) de enjuiciar a respetar y empatizar. Por poner ejemplos burdos pero basados en mi trabajo de investigación, a inicios de siglo XX los alumnos «lentos» eran rápidamente testeados, diagnosticados y segregados porque enlentecían las clases, y el fracaso escolar era interpretado en términos de escasa o nula inteligencia, y por lo tanto como una traba en el engranaje de la fábrica escolar. 

Lógicamente, los maestros y las familias de esos niños (que en un sentido cronológico fueron la primera clientela de los psicólogos clínicos) rápida y comprensiblemente aprendieron a preocuparse o transpirar ante cualquier cosa que viniera del campo clínico… ni hablar de aquello que venía con el sello de la psiquiatría, que usualmente se ocupaba de los casos incurables, crónicos y con pronósticos poco auspiciosos. Sólo con el paso de las décadas empiezan a redefinirse los problemas escolares como cuestiones que involucran factores sociales, biológicos y emocionales, no sólo intelectuales, y eso lleva a una apertura del campo que en general viene acompañada de una visión más benevolente y menos crítica. 

– ¿Cuándo comenzó a ampliarse el campo de acción de la psicoterapia y qué relación tiene con los cambios de concepción de lo que se considera patológico y lo que no?

– Las primeras clínicas psicológicas (fundadas entre 1896 y 1929) se enfocaron estrictamente en reeducar y entrenar a niños con problemas escolares, y por otro lado y bastante aislados tenías a quienes ejercían lo que entonces se llamaba «psicoterapia», que eran médicos y psiquiatras usualmente ejerciendo desde una perspectiva psicoanalítica y usando desde electroshock hasta consejos de perogrullo al estilo de «no piense tanto en sus problemas económicos y salga más al aire libre».

A medida que los psicólogos clínicos se meten en el campo la psicoterapia este se redefine y amplía para incluir adolescentes, adultos y estudiantes universitarios, y a medida que los clínicos empiezan a estudiar y resolver problemas emocionales y vocacionales, estas cuestiones ya pasan al lenguaje cotidiano y son más aceptadas y naturalizadas.

En síntesis: si en 1896 el «paciente» típico de un psicólogo clínico era un niño escolarizado con sospecha de retraso mental (y por tanto la clínica se asocia con el déficit, la anormalidad y hasta la degeneración), en 1950 quien solicita la ayuda de un psicólogo clínico es desde un adolescente en crisis vocacional, pasando por un veterano recién vuelto de la guerra con estrés postraumático hasta un estudiante universitario con dudas sobre su sexualidad. A medida que el campo de la salud mental se amplía, los rótulos clínicos van perdiendo la connotación negativa con que cargaban a inicios del siglo XX.

Es sólo recurriendo a lo que reconstruimos los historiadores que podemos responder a preguntas claves para el campo de la salud mental: desde cosas básicas como «¿Desde cuándo y por qué tal cosa dejó de considerarse patológica y empezó a considerarse como normal?» hasta cosas más complejas como «¿Qué valores o ideas consideradas como científicas estaban en la base de los diagnósticos clínicos y cómo esas ideas fueron cambiando a lo largo de las décadas?

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