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junio 27, 2025
Vemos y Leemos

SAUNTRACK | Ingenio plástico

Hola, ¿Cómo estás? Comienza la segunda mitad del año y es casi imposible no dejar la cabeza en piloto automático de vez en cuando. Con más cansancio que vitalidad, damos por inaugurada la cuadragésima edición de Sauntrack.

Por Martina Migliorisi

Para esta ocasión le pedí a la inteligencia artificial que seleccionara una serie de titulares vinculados al mundo musical que sirvieran de resumen, para que, tal como acostumbramos, equiparemos el punto de partida entre todos y todas. Aquí están, estos son: My Chemical Romance anunció su regreso a la Argentina después de 17 años; se cumplió un nuevo aniversario del nacimiento de Jeff Beck; Manu Chao celebró sus 64 años y Gilberto Gil hizo lo propio a sus 83; Caroline Polachek estrenó “On The Beach”; Weezer llegará por primera vez a nuestro país en noviembre; Lali atendió al demonio en Mar del Plata en un Polideportivo vibrante; Living Colour estrenó su Tiny Desk; Ela Minus vuelve a Argentina en agosto; se cumplieron 90 años desde el paso a la inmortalidad de Carlos Gardel.

Bienvenidos/as a una nueva edición de Sauntrack. Calma, en la elaboración de este news no hubo inteligencia artificial; solo estupidez artesanal.

 

Ni Orwell ni Wachowski

 

Esta semana, navegando por internet, me topé con un título de NPR —National Public Radio​​— que acaparó mi atención: “Timbaland’s AI music project is a ghost in a misguided machine”, que bien podría traducirse como “El proyecto musical con inteligencia artificial de Timbaland es un fantasma en una máquina descarriada”. El artículo, que lleva la firma de Sheldon Pearce, es un punteo de ideas, ejemplos y cuestionamientos que convergen en los tiempos de hoy. Apunta contra la utilización de IA en reemplazo del trabajo humano pero no descarta que, bien implementada y sin ser invasiva, puede auxiliar a los artistas en su búsqueda por un sonido más limpio o profesional. El proyecto del productor Timbaland, sin embargo, cede el protagonismo a la inteligencia artificial a la vez que excluye por completo cualquier participación humana.

 

«Timbaland, uno de los grandes pensadores del pop de principios de milenio, ha cofundado Stage Zero, una nueva compañía de entretenimiento centrada en la IA, que recientemente anunció a TaTa, su primer ‘artista’ generado por IA. ‘En definitiva, Tim está aquí para ser pionero en un nuevo género musical: el A-pop, el pop artificial’, declaró a Rolling Stone uno de los cofundadores de Stage Zero, Rocky Mudaliar. Su propuesta evoca una especie de música metaversal: un omnigénero sin raíces reales, que, sin embargo, puede interactuar con el mundo real. Timbaland, en particular, ha estado anunciando la invención de una superestrella digital desde cero. ‘Ya no solo produzco canciones. Produzco sistemas, historias y estrellas desde cero’, declaró a Billboard. ‘[TaTa] no es un avatar. No es un personaje. TaTa es una artista musical viva, que aprende y es autónoma, creada con inteligencia artificial… Es la primera artista de una nueva generación. El A-Pop es la próxima evolución cultural, y TaTa es su primer ícono'», rescata NPR, en la que parece una nota extraída de un relato de ciencia ficción.

 

Amén del hedor distópico que emana la actualidad, la propuesta de Timbaland nos obliga a pensar desde la incomodidad: “¿Podemos considerar que una obra de arte pueda ser generada por un dispositivo electrónico o computacional?”, pregunta el músico, ingeniero y director de las iniciativas IA en Berklee College of Music Charly Arana, en diálogo con Silvia Bacher, para el podcast Rayuela. Con dicho interrogante emergen los primeros prejuicios, pero también otras incógnitas: ¿Qué es una “obra de arte”? ¿Lo es toda música que componga el ser humano, así nos parezca mala? ¿Lo es toda música que componga el ser humano exclusivamente por su origen “artesanal”? ¿Lo es toda música que componga el ser humano, así nadie la escuche?

 

Callejón sin salida

 

“Hay una cuestión moral todavía por solucionar, pero no por eso vas a dejar de negar (sic) todas las cosas buenísimas que pueden pasar”. Quien habla es Hernán Cattaneo, DJ y productor argentino de renombre internacional. Su opinión queda plasmada en el podcast “La última frontera”, donde afirma estar de acuerdo con la implementación de inteligencia artificial —admite utilizarla— y agrega: “La tecnología influyó 100% en las tres cosas más importantes que pueden tener que ver con la música: cómo se hace la música, cómo los djs ponemos música y cómo ustedes consumen la música”. “Ustedes”, sin intenciones despectivas, es la forma que Cattaneo encuentra de referirse al público masivo.

 

Ahora bien, aún cuando los evidentes cambios en el modo de adquirir/escuchar/conocer música conforman una realidad, existe un abismo que separa la utilización de la tecnología como una herramienta más de su dependencia absoluta. Para quienes crecimos rodeados de discos físicos, la transición fue paulatina y podría haberse detenido mucho antes de llegar a un escenario como el de hoy. Pero así como esta particularidad responde a algo tan caprichoso como la fecha de nacimiento y el tiempo en que cada uno vivió su infancia, las nuevas generaciones reniegan de lo que les toca. Hoy, una buena parte de la juventud enaltece una nostalgia aprendida y busca refugio en casas de música, ferias de vinilos y subastas de antigüedades. Entretanto, parece haber un debate pendiente sobre los aspectos morales en la utilización de la tecnología, más precisamente hablando, de la inteligencia artificial: la diferencia entre la IA generativa y la IA que no lo es. 

 

Si de un planteo dicotómico y muy básico —e injustamente catalogado como “esclarecedor”— se tratara, la IA generativa sería la “villana” y la no generativa, la inofensiva. “La tensión en torno a la integración de la IA en la creación artística se ve impulsada por interpretaciones contradictorias sobre su aplicación, donde las visiones utópicas y distópicas a menudo parecen superpuestas en la misma pantalla”, explica Sheldon Pearce, y advierte: “Ya tenemos ejemplos de cómo esta eficiencia priva de derechos a los artistas y menoscaba la expresión humana”. Mucho menos categórica es la visión de Charly Arana, que ejemplifica desde un aspecto que, hasta el momento, no había sido tenido en cuenta: “¿Qué consumimos en plataformas? Consumimos contenido. Recomendado y curado mediante modelos de inteligencia artificial que no son generativos y que tienen muchísima madurez porque están funcionando, depurándose y recalibrándose hace mucho tiempo”. En el mundo de la tecnología, “mucho tiempo” equivale a 15 años.

 

Negociación

 

La invención de Timbaland está en marcha. La tecnología no es algo que podamos detener desde una misiva, una organización política o un debate entre pares, que dicho sea de paso podría englobar una enorme ironía si se suscitara vía redes sociales o plataformas de videollamadas. Está, es un hecho. Quizá el objetivo de quienes deseen enfrentarlo se encuentre en la exigencia de legislaciones que respalden a los artistas de carne y hueso, que limiten o regulen el uso indiscriminado de la tecnología, o que evalúen la forma de implementar la IA sin dinamitar el proceso de producción humana, que comprende y esconde años de estudio, composiciones sobre borrado, bloqueos artísticos, emotividad. Lo que nos hace humanos y lo que lo llena de humanidad. 

 

Para este news no prometí respuestas, porque nadie las tiene. Sí hallé dos últimas reflexiones que me parecieron precisas, con la frialdad que tristemente se ha vuelto un signo de época y una puntería tan afilada como para terminar con una vida en un parpadeo.

 

La primera, de la periodista y docente Silvia Bacher: “El caso de la música es un caso testigo y necesitamos casos testigos para poder saber cómo nos manejamos en este nuevo entorno. Porque ya hay una historia, sí, pero estos son nuevos escalones”.

 

La segunda, de la escritora y traductora Joanna Maciejewska: “Quiero que la IA lave mi ropa y mis platos para que yo pueda dedicarme al arte y a la escritura, no que la IA haga mi arte y mi escritura para que yo pueda lavar mi ropa y mis platos”.

 

Para irnos, quiero recomendarte tres gemas del mundo musical, especialmente pensado para los amantes y fundamentalistas de los EPs:

 

En Bacap escribimos lo que escuchamos. Qué mejor que compartirlo con el mundo.

Chau, loco. Este news se va en fade.

 

 

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