diciembre 19, 2025
Pablo Bercovich
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Pablo Bercovich: “Ninguna reforma laboral va a generar más empleo si no hay más actividad económica”

En la presentación de su libro “Planificación o Dependencia” en Mar del Plata, el economista y ex subsecretario PyME cuestionó las reformas laborales liberales, defendió la planificación estatal y llamó a reconstruir un proyecto de desarrollo con conducción política. Desde su experiencia en la gestión y el territorio, advirtió sobre la desconexión entre el Estado y el mundo real del trabajo.

 

Por Lucas Alarcón

Pablo Bercovich llegó a la ciudad para presentar su nuevo libro Planificación o Dependencia, escrito junto a Nahuel Sosa y editado por Futurock. El autor desarrolló un diagnóstico claro: la Argentina no atraviesa solo una crisis económica, sino una crisis de conducción, de sentido y de proyecto. El encuentro, realizado en la Librería Universitaria y acompañado por el dirigente del Movimiento Evita, Facundo “El Apache” Villalba, condensó buena parte de los debates que atraviesan hoy al campo nacional y popular.

Antes de la charla, el autor recorrió pymes e industrias locales, con especial atención en el entramado productivo de la zona portuaria. Esa experiencia territorial no fue un detalle anecdótico, sino una pieza central del argumento que atravesó toda la presentación: sin anclaje en el mundo real del trabajo y la producción, la discusión política queda atrapada en consignas vacías.

“El peronismo, históricamente, es orden”

El libro nace —según explicó Bercovich— de una decepción política. “En 2023 nosotros fuimos caos, y justamente se votó orden. Se votó a alguien que prometía ordenar la macroeconomía”, afirmó. En su diagnóstico, ese desorden estuvo marcado por la gestión del comercio exterior, la falta de transparencia, la escasez de insumos y la inflación. Pero lejos de asumir una lectura fatalista, trazó una línea histórica: “El peronismo, históricamente, es orden. No solo orden macroeconómico, sino orden en la vida cotidiana de las personas”.

Ese planteo lo llevó a cuestionar la lógica de la grieta y la reducción de la política a una mera disputa electoral. Para Bercovich, la falta de debate profundo es una forma de pereza intelectual que impide construir alternativas reales. “Muchas veces perdemos el rumbo y nos volvemos rosqueros”, advirtió. Y fue más allá: sin una discusión que conecte lo técnico con el bienestar social, resulta imposible pensar un proyecto propio. “Si seguimos hablando solo de cuestiones técnicas, no vamos a poder pensar una ley bases propia, una reforma constitucional propia, un proyecto integral propio”, sostuvo.

Desde esa perspectiva, la experiencia de gestión ocupa un lugar clave en el libro y en su exposición. Bercovich defendió la idea de un Estado eficiente, sin ceder ese concepto a los discursos conservadores. “Quiero ser eficiente, y no está mal decirlo. Cuando el Estado no es eficiente, el que más lo sufre es el que menos tiene”, afirmó, y lo ilustró con ejemplos cotidianos: educación y salud pública que, cuando fallan, profundizan la desigualdad. La ineficiencia estatal, sostuvo, no es neutral: siempre castiga a los mismos.

En ese punto, marcó distancia con las experiencias recientes de reconversión productiva impulsadas desde una lógica de mercado. Recordó que, durante el macrismo, la llamada “transformación productiva” se tradujo en programas que incentivaban a las pymes a despedir trabajadores y reconvertirse en importadoras, debilitando aún más el entramado productivo nacional.

Uno de los núcleos conceptuales más fuertes de Planificación o Dependencia es la diferencia entre planificación técnica y conducción política. Para Bercovich, el problema no es la falta de diagnósticos, sino la ausencia de una conducción capaz de transformar esos diagnósticos en políticas concretas. “Para pensar una reforma laboral tenemos que pensarla para todos los trabajadores que habitan este suelo argentino”, sostuvo, y cuestionó una discusión centrada únicamente en los trabajadores formales privados. “Ninguna reforma laboral, por más que regale trabajadores, va a generar más empleo si no hay más actividad económica”, remarcó.

Ese planteo se volvió especialmente concreto cuando abordó la situación de los trabajadores informales y de plataformas. Durante una campaña, contó, intentó hablarles de derechos laborales y fue rechazado. “Hasta que le pregunté a uno qué pasaba si mañana se fracturaba una pierna”, relató. La respuesta fue contundente: no habría ingresos para su familia. Incluso, explicó, ese trabajador había dejado de jugar al fútbol por miedo a lesionarse. “Había dejado de hacer lo que más le gustaba para poder seguir trabajando”. Para Bercovich, ese relato sintetiza la desconexión entre el Estado y el mundo real del trabajo, una desconexión que —aclaró— no es nueva ni exclusiva del Gobierno actual.

Pablo Bercovich

“El capital siempre planifica”

Desde allí, el autor cuestionó uno de los pilares del discurso liberal: la idea de un Estado ausente. “El capital siempre planifica”, subrayó y recordó que en el mundo existen reformas laborales antiliberales que no afectaron ni la rentabilidad ni la productividad. Citó experiencias recientes en países como España, México y Chile, y desmontó lo que definió como una mentira persistente: que quitar derechos genera empleo. “No existe empresario que incorpore trabajadores masivamente si su negocio no está creciendo”, destacó.

La discusión se desplazó entonces hacia una pregunta central que atraviesa toda la obra: quién se queda con la renta generada por el aumento de la productividad. “Con los avances tecnológicos producimos muchísimo más que antes”, señaló. “La pregunta es por qué los trabajadores siguen viviendo peor que hace 70 años”.

En ese marco, Bercovich reivindicó la figura del empresario nacional, pero con una condición clara: que esté al servicio del desarrollo. “Las empresas nacionales se defienden en tanto y en cuanto sirvan al desarrollo del país”, indicó. Celebró la producción local de insumos estratégicos como el acero y el aluminio, pero advirtió que no puede ser a costa de encarecer la producción de las pymes. Allí llamó a recuperar el acuerdo social histórico del peronismo: empresarios y trabajadores discutiendo productividad, salarios y desarrollo, con el Estado como articulador.

La presentación cerró con una apelación política que sintetiza el espíritu del libro y del encuentro. “No podemos perder de ninguna manera la ambición de pensar en la felicidad del pueblo”, afirmó y continuó: “Ese tiene que ser nuestro objetivo y tiene que ser el objetivo de la planificación”. Una definición que, más que un cierre, funcionó como un llamado a volver a discutir el desarrollo como una herramienta concreta de bienestar colectivo.

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