Hace casi 100 años que se encuentra mirando al par, grabado en el Paseo Dávila. Para muchos, ha sido una incógnita mientras que otros ni siquiera notaron su presencia.
Por Manuel Straccia
¿Hacé cuanto está ahí? ¿Cómo no lo vi antes? Esas fueron las primeras preguntas cuando divisé el inmenso rostro tallado en las piedras del Paseo Dávila. Sus ojos no pueden tener mejor vista al mar y tal vez en eso también radique su secreto: no es apto para cualquier ojo. Tenés que ver más allá de lo que tenés delante, levantar la mirada de la pantalla del celular y buscar en lo alto.
El rostro en cuestión pertenece a Florentino Ameghino y fue esculpido en piedra por el artista Roberto Radogna en 1936. ¿Te suena alguno de estos nombres? Vamos a conocerlos.
Florentino Ameghino, que en su honor también se ha llamado un barrio de la ciudad, fue un científico, paleontólogo, zoólogo y antropólogo nacido en Italia en 1853 que llegó al país con tan solo 18 meses. Más de 100 especies fueron nombradas en su honor. Entre múltiples y diversos trabajos, elaboró la teoría del Autoctonismo, que habla sobre el origen del hombre en América como resultado de la evolución propia.
¿Y su relación con Mar del Plata? En la búsqueda de pruebas para sustentar su teoría, Ameghino pasó mucho tiempo buscando evidencia en las playas de la ciudad, principalmente en la zona sur pero también en Punta Iglesia y el norte.
El intendente José Camusso fue quien dispuso la creación de la obra, y su locación, la cual le fue encomendada a Radogna. El escultor también nació en Italia, en 1879, y llegó a la Argentina en 1908. Tras vivir y trabajar en distintos puntos del país, llegó a Mar del Plata, donde realizó el monumento a Bernardino Rivadavia y falleció en 1956. Trabajaba con materiales básicos como el bronce, la madera, piedra y mármol.
El monumento fue inaugurado con un acto digno con la presencia de autoridades locales y provinciales, un desfile y la participación de cientos de marplatenses. A 86 años de aquella inauguración, la vegetación ha crecido pero el rostro no pretende ocultarse. Está ahí, vislumbrando el extenso mar, y generando dudas en aquellos que notan su presencia.