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noviembre 21, 2024
Deportes

Por Messi y con razón

Lionel Messi vino a jugar este mundial como si fuese el último y le está dando la posibilidad a un mundo entero de verlo, por primera vez, en vivo en directo. El amor por Messi trasciende cualquier lógica.

Por Juma Lamacchia – Corresponsal

Doha, Qatar – Tiene 35 años, hace más de quince que es el mejor del mundo y está jugando su quinto mundial. Por razones contemporáneas a su época, el alcance de los futbolistas es cada vez mayor. Desde cualquier parte del mundo te ven, te conocen y te aman.

El amor por Messi es entendible. El fútbol se nutre de la pasión, de la popularidad. Ser el mejor en el juego más lindo e importante del mundo, te da ese alcance. Por eso mismo, a Messi lo aman en todo el mundo. Y cuando digo en todo el mundo, es literal. En cada rincón donde haya una pelota de fútbol, dos generaciones habrán dicho “soy Messi” y se pusieron a jugar. Como dos generaciones anteriores lo habrán hecho con Diego, también en todo el mundo.

Muchos tendrán envidia por no tenerlo en su seleccionado, por suerte, nació en Rosario y juega para nosotros. Otros la envidia no la contemplan, simplemente lo disfrutan dentro de una cancha, y lo adoptan como propio. El fenómeno Bangladesh, que tomó relevancia en este mundial, comenzó hace mucho tiempo, con los goles de Maradona a los ingleses. Amor por argentina, por Diego, y ahora por Messi. En los países más futboleros la ecuación es más sencilla, todos miramos fútbol, y cuando hay que disfrutar, se mira a los mejores.

En este mundial encontré la particularidad de enfrentarme a culturas totalmente contrarias y desconocidas por la mía. Gente de países que me cuesta encontrar en el mapa, que seguramente pifie cuando diga cómo es su bandera, no sepa datos de su actualidad y encima, generalice a todos como árabes y nada más. Por la calle, gritan Messi. Ven una bandera argentina, gritan Messi. Ven una camiseta, gritan Messi. En la cancha, gritan Messi. 

Muchísimos hinchas de la selección argentina que no son argentinos, alientan solamente por él. Los estadios se encuentran repletos de hinchas no nacidos en argentina, pero hinchas al fin. La gran oportunidad de sus vidas de ver al mejor jugador del mundo. El gran embajador y representante argentino ante los ojos del resto, el orgullo y la bandera de nuestro país, el ídolo de todos, y nuestra esperanza.

En el último partido se pudo ver a la familia Messi en un palco del estadio. Sus movimientos y reacciones significan y explican mucho este fenómeno. Antonella se sienta, se para, se sienta, se para, salta, agita y lleva las manos a su cara. Todo le preocupa, todo le emociona y todo le importa. Los nenes estiran los brazos, los alzan y alaban junto a miles de personas, a Messi. A su papá. Porque así lo viven, como unos más. Es su papá, es su marido, su hijo, su hermano, su primo o su amigo. Y está bien que lo vivan como unos más, si así lo disfrutan, aunque así no lo sean. Porque ellos también forman parte del crack que nos deslumbra con la pelota. Porque cuando vuelve a su casa, también es Messi.  

En el mundial de Rusia 2018 me topé con una bandera (que no sé de quién es) que volví a ver en las calles de Doha. La bandera tiene a Lionel inclinado atándose los cordones con la camiseta de la selección y una frase tan clara que resume lo que él es para nosotros: “Si no fuera por vos, yo no estaría acá”. No busca una analogía, no repite melodías, no tiene romanticismo. Si no fuera porque Messi juega en la selección, yo no vendría a Qatar. Como tampoco lo hubiese hecho con Rusia. O en Chile. O en Estados Unidos. O en Brasil. 

¿Cuántas veces te levantaste a la mañana, temprano, para mirar un partido de fútbol? ¿Cuántas veces suspendiste el trabajo o cambiaste los planes, por mirar un partido de fútbol? ¿Lo harías si Messi no jugara? La felicidad colectiva tiene su nombre, se lo debemos a él. Entre Messi y Maradona, hace 50 años que tenemos al mejor del mundo en nuestro equipo. La pasión que nos genera la cita mundialista, ¿es por amor o por hambre de gloria?

Entre el último mundial de Diego y el primero de Messi, solo pasaron dos. Desde el 2006 hasta acá, siempre estuvo. ¿Qué tuvieron en común todos esos mundiales, además de a él? Que nos creíamos campeones. Creíamos que íbamos a pelear hasta el final. Incluso en los peores momentos, como lo fue hace cuatro años, confiamos. Esa bandera no la pienso solo para los argentinos, el mundo entero está acá sólo porque él también lo está. Las gigantografías, los murales, las banderas y las camisetas, tienen su nombre y su cara. Messi no es nuestro, pertenece a un mundo que vive y se desvive por verlo jugar. Por suerte, lo que sí le pertenece es nuestra cinta de capitán y el número que tan bien heredó.

Estos días circuló en redes un video de un nene emocionado porque si se termina el mundial, se retira el mejor de todos. Messi está jugando su quinto mundial, con 35 años y sigue siendo el mejor. Contra Australia jugó un partido maradoneano, lo que todos siempre le pedimos y él siempre hizo, nadie quiere que se termine su mundial, y si va a ser, que sea el último día y con una sonrisa. 

 

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