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¿Cómo cuidar a los adolescentes durante los festejos de sexto año?

El consumo de alcohol es cada vez más protagonista de los festejos del último año escolar. En esta nota, la psicopedagoga Melanie Markman y Martin Paciulli, director del colegio Nahuel Huapi, reflexionaron sobre el rol de las familias y las instituciones escolares a la hora de tratar esta cuestión.

Los festejos por el fin de la etapa escolar no son un fenómeno reciente: fiestas de egresados, viajes, existen desde hace tiempo. Sin embargo, como todo, las costumbres se han ido transformando en función de distintos estímulos sociales y culturales. En nuestro país, hace aproximadamente diez años, surgió la iniciativa de festejar el primer día de clases del último ciclo lectivo con un rito que consiste en realizar una fiesta la noche anterior y de allí ir directamente al colegio. A esta celebración, conocida como “UPD” (Último Primer Día), se han ido sumando otras con el mismo formato: el “UUD” (Último Último Día), el “UVI” (Últimas Vacaciones de Invierno) y el banderazo (festejo del último día de quinto año). Pese a que festejar el cierre de una etapa y el inicio de una nueva es, en sí mismo, algo positivo, hay en estos eventos una dimensión problemática: el protagonismo que cobra en ellos el consumo de alcohol. Para abordar este tema, dialogamos con la psicopedagoga Melanie Markman y con Martin Paciulli, director del colegio Nahuel Huapi.

Antes de indagar en los modos concretos en los que los estudiantes llevan adelante sus festejos, resulta pertinente preguntarse qué es lo que estos significan para ellos. A este interrogante, Melanie Markman contestó: “Son un modo de despedirse. El último año de colegio genera muchas expectativas en los alumnos, porque se preparan para una etapa especial: el paso del mundo escolar al mundo adulto. Si bien no es tan así, genera una expectativa de salir del espacio de confort, de lo conocido a un mundo nuevo, un mundo en donde se tienen que autogestionar, en el que además, en nuestro contexto, se supone que hay que ser exitoso de acuerdo a las normas, supone una decisión de qué hacer cuando termine el colegio, estudiar o trabajar, de estudiar qué y de trabajar de qué».

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El ‘último primer día’ es un festejo que realizan estudiantes en su último primer día en la secundaria

A lo que añadió: «Entonces es un momento bisagra en la vida, hermoso, pero que genera esta ambivalencia entre la alegría de terminar una etapa y la ansiedad o la incertidumbre de empezar una nueva. Para el adolescente es un momento muy especial. Entonces el festejo creo que empezó siendo parte de demostrar algo que no saben qué, pero que es esto, este tránsito, este traspaso de una etapa a otra, que no solo genera expectativas en ellos, sino que los adultos le ponemos mucha expectativa también. Me parece que la expresión de festejo tiene que ver con eso.” 

Para la psicopedagoga, que es decana de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad FASTA, “es hermoso poder celebrar el haber concluído una etapa, haber recorrido un camino, está muy bien hacerlo, pero hay que ver cómo”, marcó la psicopedagoga. Entonces sí, en relación a las formas que toman los festejos, consideró que “han ido cada vez evolucionando en una situación más riesgosa”.

Y consideró que “el festejo que puede ser de alegría, termina en una actividad que muy poco tiene que ver con lo escolar, que es lo que marca este cambio, ¿no? Salir de un ámbito escolar para pasar a un ámbito universitario, o de trabajo, pero que implica aprendizajes nuevos, y estos festejos no tienen que ver con los aprendizajes, sino con aquellas situaciones que quizás se asocian al mundo adulto, como es, por ejemplo, el tomar alcohol. Entonces el riesgo es no terminar festejando lo que queríamos, no tener en cuenta aquello que es lo importante y dejarnos llevar por lo que implica la moda”, señaló.

Con respecto a esto, Martín Paciulli señaló que estos festejos fueron, en sus inicios, organizados por boliches. Hoy, en cambio, suelen ser organizados por los propios adolescentes, quienes contratan —por su cuenta, o acompañados por algún padre o madre— salones de eventos, y frecuentemente también servicios de transporte que, al hacerse de día, los llevan hasta parques donde se encuentran con egresados de otros colegios, y desde donde luego se dirigen a sus propias escuelas. Así, los UPD, UUD, y similares, son fenómenos que surgen de una conjunción factores entre los que se encuentran las emociones propias de los adolescentes, pero también lógicas comerciales y participación de las familias.

El consumo de alcohol en adolescentes

Más allá de estos festejos, la psicopedagoga indicó que, hace aproximadamente una década, el consumo de alcohol a temprana edad ha aumentado significativamente. A la vez, los adolescentes eligen cada vez más bebidas blancas con alto nivel de alcohol. En esta misma línea, en un estudio realizado por Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires en el periodo 2024-2024 el 71% de los jóvenes encuestados afirmó haber comenzado a consumir alcohol antes de los 15 años de edad. Teniendo en cuenta esto, Markman consideró que el rol de los adultos debe ser concientizar a los chicos sobre las consecuencias que esta práctica tiene sobre su salud.

“Un chico de 14, 15 años no mide cuáles son los riesgos de estar alcoholizado, no mide que un coma alcohólico una vez puede tener una consecuencia brava. Ellos, por supuesto, porque es propio de la edad, creen que no les va a pasar nada. Entonces creo que debería haber un trabajo conjunto, campañas de prevención en las escuelas, que los chicos sepan que el consumo de alcohol no es bueno para su salud. Me parece que ahí está el tema. Hablar de salud y hacer campañas de salud respecto del consumo de alcohol”, explicó. 

Colaboración entre escuelas y familias para abordar el problema

Para esto, la colaboración entre escuela y familias resulta crucial. Si bien estas conductas no suceden dentro de la escuela, las instituciones educativas tienen las herramientas para educar sobre el tema y prevenir que pongan en peligro su salud. De todos modos, la psicopedagoga señaló que la proliferación del consumo de alcohol en menores de edad tiene que ver con la validación social de la práctica por parte de los pares, el medio en general y muchas veces también las familias. “Algunos papás dicen ‘prefiero que tomen adelante mío’, pero ese consumo cotidiano no está bueno, no debería pasar, porque también generar la conducta no es sano para el joven que debería estar preocupándose por su crecimiento, por su salud, por sus aprendizajes, por el deporte”, señaló la especialista. 

Así, además de concientizar a los chicos, la escuela puede también informar a las familias, quienes a menudo no tienen del todo claro el impacto que tiene el alcohol en la salud de sus hijos. Es cierto, admitió Markman, que estas conductas no se dan dentro del ámbito escolar, sin embargo, sus consecuencias afectan todos los aspectos de la vida de los chicos, y especialmente el educativo, en tanto repercuten sobre funciones neurológicas determinantes para el aprendizaje:  “Sabemos que las conductas abusivas, cualquiera que fueran, van a interferir en toda la vida de nuestros chicos, a nivel biológico, neurológico, de plasticidad neuronal, de funciones básicas y dispositivos del aprendizaje. Entonces, más allá de que la conducta se haga fuera de la escuela, hay una consecuencia directa en la función educativa, en cómo están estos chicos preparados para el aprendizaje.”  

Qué pasa con las emociones

Asimismo dijo: “El sistema nervioso central está afectado y con el paso del tiempo esas conductas afectan y quedan. Entonces lo que vamos a ver es perturbación en la coordinación, en la atención, en la memoria. Es una conducta que afecta a todos, pero en edades tempranas  puede traer consecuencias que dejan huella y que tenemos que evitar. Afecta a las emociones, los grupos, los amigos. Entonces sí, creo que la escuela debe tener en su agenda trabajar con todo tipo de adicciones, prevenir y mostrar cuáles son las consecuencias reales, no minimizar. Mostrar que no es un juego, ni es un chiste, ni es un día que salimos a festejar”, planteó la psicopedagoga.

Sobre esto, y puntualmente en lo que a las celebraciones de cierre del año escolar respecta, Martin Paciulli comentó: “Nosotros lo trabajamos formalmente en varias materias, particularmente en Salud y Adolescencia, conversamos con las familias respecto a los posibles peligros que conlleva este tipo de fiestas multitudinarias y sin control, pero creo que son cosas que se van instalando socialmente, como Bariloche, la fiesta de egresados y ese tipo de rituales que paulatinamente naturalizamos, aún siendo conscientes de las consecuencias que puede traer aparejado”. 

En cuanto al modo en el que la escuela procede el día del UPD y UUD, el director del Colegio Nahuel Huapi explicó que lo que se hace es invitar a los chicos a ingresar, compartir con ellos un desayuno, pasarles mientras tanto un video de los distintos viajes que hicieron durante el transcurso de la escuela secundaria y, luego, invitar a aquellos que no están en condiciones de seguir con la jornada escolar (que, aclaró, generalmente son todos), a que se retiren. Todo esto se acuerda previamente con las familias en una reunión, y se encuentra alineado con las políticas prescriptas por el área de Educación de la Municipalidad de General Pueyrredon, quienes, por su parte, realizan distintos controles las noches de los festejos y durante la mañana en los espacios públicos en los que los chicos suelen reunirse.

“Nosotros no hemos tenido nunca ningún inconveniente respecto de este tipo de circunstancias”, dejó en claro Paciulli, aunque señaló la disconformidad de la institución con el modo de proceder prescripto para las escuelas: “No consideramos que nosotros como adultos profesionales y educadores tengamos que recibir y abrir la puerta a quince, veinte, treinta, algunas escuelas ciento cincuenta, niños que vienen alcoholizados. Pero bueno, la prescripción es esa, y un poco lo que nos toca como escuela es dar respuesta a todas estas manifestaciones, culturales, pero no propuestas por los adultos, que se van dando a partir de los adolescentes. Nos toca eso, responsabilizarnos, concientizar a los chicos, abrirles la puerta, esperarlos y lo resolvemos así, con un desayuno.”

Por su parte, Markman consideró: “Me parece que hay que pensar otra actividad, así como se generó este hábito del Último Primer Día, del Último Último Día, hay que generar, entre las escuelas y las familias, otra propuesta que sea un hábito también. La sugerencia de hacer un festejo consensuado entre las familias y el colegio me parece interesante. También que las familias se involucren más en estos festejos. No necesitamos dejarlos solos para que festejen, siendo que somos parte de una comunidad educativa. Pero no un padre que cuide, sino organizar algo conjunto. Me parece que eso sería una buena opción. Pero bueno, debe haber un acuerdo entre las familias y la escuela, porque a veces la escuela no puede poner un límite si la familia no lo pone”.

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