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diciembre 31, 2025
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Morena Chiappero, Boca y una herencia que se juega en equipo

Campeona de la Copa Osmita, la voleibolista marplatense analiza el presente de Boca, la exigencia de competir en finales y un legado familiar marcado por la misma camiseta.

Por Florencia Cordero

La armadora xeneize vive su presente con satisfacción y habla con la serenidad de la experiencia a pesar de su juventud. Boca viene de consagrarse campeón de la Copa Osmita Super 8, un título que llegó como alivio y recompensa después de semanas intensas en el cierre de 2025.

La referencia es inevitable. Antes del festejo, Boca había sufrido el golpe de perder la final del Torneo Metropolitano ante Ferro, una derrota que dejó marcas pero también enseñanzas. “Es mucha presión, pero es la presión linda, la que se disfruta. Cuesta, pero es lo más lindo del deporte”, resume Morena, preparada para competir siempre en instancias decisivas.

La temporada fue exigente, con poco margen para el descanso. “Con desgaste, obvio, pero contenta. No se nos dio esa final, pero seguimos trabajando. Hay que dar lo mejor todo el tiempo”, explica, con la mirada siempre puesta en lo que viene y la revancha inmediata que dio la Copa Osmita.

En ese proceso, el grupo aparece como sostén. Chiappero reconoce que el equipo todavía está en pleno proceso de adaptación: “Seguimos conociéndonos, terminando de ajustar detalles. Es parte del crecimiento”. 

Boca es Boca, en cualquier deporte

Jugar en Boca no es una experiencia más. Y Morena lo siente doblemente. “Es una locura. Yo soy hincha del club y me toca muy de cerca. Se te pone la piel de gallina cuando aparecen los bombos. Es un mundo hermoso y un orgullo estar acá”, confiesa.

La repercusión, el acompañamiento de la gente y el peso del escudo atraviesan todas las disciplinas. “Sigue siendo Boca en cualquier deporte, en el masculino y en el femenino”, asegura, convencida de que el ADN del club se expresa en cada cancha.

El legado familiar: del básquet al vóley

Detrás del apellido Chiappero hay historia. Claudio Chiappero, su papá, fue campeón con Boca en la Liga Nacional de Básquet y tuvo una carrera de 25 años en la elite que incluyó su paso por Mar del Plata en Quilmes y Peñarol. “De más grande tomé conciencia de lo que hizo. Ahora que yo llevo 13 años jugando, pensar en llegar a 25 me parece una locura. Es un legado enorme. Un ejemplo”, reconoce.

El acompañamiento familiar es constante. “Mi papá y mi mamá me siguen siempre. Estuvieron en los partidos de la Liga. Gracias a ellos yo estoy acá”, dice sin dudar. Y describe a Claudio como papá de hija deportista con una palabra clara: “Tranquilo. Me apoya, me escucha, me da consejos desde su experiencia”.

Aunque eligió el vóley, el básquet nunca estuvo tan lejos. “En su momento me gustaba, pero me tiré por acá”, cuenta entre risas, recordando incluso aquellos mano a mano con su papá: “Yo era mejor que él… lo agarré un poco oxidado”.

Síntesis de un camino

Como jugadora destacada del torneo, el título de la Copa Osmita llegó como desahogo, pero también como confirmación. Para Boca, de su ADN competitivo. Para Morena Chiappero, de un camino construido con constancia, sacrificio y aprendizaje. Entre finales ganadas y perdidas, la armadora entiende que el proceso también forma carácter.

Dos generaciones, dos deportes distintos y una misma camiseta. Su papá la vistió en el básquet y levantó la copa; ella la defiende hoy desde el vóley, ordenando el juego y sosteniendo al equipo con el mismo compromiso silencioso y esa cultura heredada que no siempre se luce en las estadísticas, pero sostiene a los equipos. Boca es Boca, y en la familia Chiappero, esa esencia se transmite de adentro hacia afuera.

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