Las niñas y niños de entre 9 y 11 años son los más vulnerables a los cambios de vida que impone el distanciamiento social, y su situación la más invisibilizada. Datos de una investigación local y elementos para hacerle frente a las vicisitudes de este contexto en casa.
Por Claudia Roldós
Dificultades para concentrarse, tornarse más discutidores, con estados de ánimo cambiantes, mayor apego a los adultos, cambios bruscos de humor, mayor exigencia de atención, dificultades para resolver tareas vinculadas con la educación, angustia, temor, son algunos de los efectos que han observado en sus hijos un grupo de participantes de la encuesta que está realizando el Instituto de Psicología Básica, Aplicada y Tecnología (IPSIBAT- CONICET, UNMDP) sobre el impacto emocional del “aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO)”.
Los responsables del trabajo entrevistaron a 1200 progenitores y cuidadores principales de niñas y niños de entre 3 y 18 años -el grupo etario más vulnerable en este contexto- y observaron no solo una invisibilización de la situación de la infancia y la adolescencia, sino que, de este grupo, quienes tienen entre 9 y 11 años son los más afectados.
Las especialistas entienden que toda la comunidad, independientemente de su edad, está afectada en alguna medida por la insólita situación actual y su extensión en el tiempo, pero advierten que los niños y niñas son más vulnerables porque carecen -porque todavía no las han podido desarrollar- herramientas y estrategias para hacerle frente a las vicisitudes de este contexto.
El grupo de trabajo -el primero que obtuvo un financiamiento del MINCYT para analizar los efectos emocionales de la pandemia- está coordinado por Lorena Canet Juric, María Laura Andrés, y Sebastián Urquijo. El equipo se completa con Macarena del Valle, Juan Galli, Hernán López Morales, Fernando Poó, Matias Yerro, Rosario Gelpi Trudo, Florencia Bortolotto y Santiago Vernucci. Entre otros ejes, está analizando la evolución de indicadores emocionales en niñas, niños y adolescentes.
“No podemos hacer un diagnóstico, si podemos ver que hay aumentos de indicadores que, agrupados y sostenidos en el tiempo se pueden convertir en un problema mayor. Si entendemos que hay que estar atentos, monitorear la situación, visibilizarla” indicaron Canet Juric y Andrés en una charla con BACAP..
Las investigadoras entendieron que los cambios en las rutinas, los alejamientos de familiares no convivientes, el corte de las actividades deportivas y al aire libre, la imposibilidad de asistir al colegio y relacionarse con sus compañeros y amigos, han generado en la infancia una situación de “estrés”.
“La socialización fuera de la familia es clave en toda la vida, pero hay momentos evolutivos que son más importantes que otros. El momento de la pre-adolescencia entre los 9 a 12 años es uno de esos. Notamos que ese grupo manifestó mayor cantidad de indicadores de sintomatología. Son niños que están más ansiosos, más nerviosos y preocupados, con “cambios de ánimo” indicó Canet Juric.
“El contacto con sus pares es fundamental de cara al desarrollo de habilidades sociales y emocionales. Nosotros tenemos una socialización primaria en casa, pero a medida que crecemos, necesitamos el contacto fuera de la familia, y eso se da -, principalmente- en la escuela”.
En ese sentido observó que “hay otros factores que empeoran la situación, por ejemplo, el acceso a las vías de comunicación virtual. No es lo mismo en hogares en los que hay acceso a internet que los que no tienen esa posibilidad, potenciando el aislamiento”.
A largo plazo
Para Canet Juríc, el escenario a largo plazo es “desalentador” sobre todo si “los niños siguen yendo a la cola de los derechos. No puede ser superior nuestro malestar al del niño que se está en etapa de pleno desarrollo”. Por ello apuntan a “la visibilización del tema, a mirar hacia ellos, tenerlos en cuenta y empezar a pensar en alternativas para socializar”.
El análisis también planteó los posibles escenarios en incorporación de conocimientos y aprendizajes, sobre todo en la etapa en la que se está iniciando el proceso de alfabetización, asentamiento de la alfabetización y finalización de la secundaria, que son “etapas vitales”.
“Puede ser que se vea incrementado el aprendizaje, que se mantengan los conocimientos y saberes que se habían obtenido antes de este proceso o que no nos enfrentemos a un escenario de pérdidas de aprendizaje. No podemos adelantarnos, pero tenemos que ir planteando cómo se va a enfrentar esta situación, en cualquiera de estos casos”.
Las especialistas aclararon que el sesgo del estudio es que “se basa en la participación de personas que tienen acceso a internet”, pero que se encuentran “desarrollando screenings para ir a territorio” cuando se den las condiciones.
Estrategias de intervención
María Laura André abordó una serie de recomendaciones en cuanto a estrategias de intervención, para progenitores y cuidadores principales de niñas, niños y adolescentes:
* Intentar llevar una rutina y orden. “Aunque no sea absolutamente estricto, que marquen los momentos de estudio, entretenimiento, tareas del hogar, que se puedan mantener en el tiempo. Saber qué va a venir es importante, es una suerte de orden en el caos y nos ordena también a los adultos”.
* Consumo de pantallas. “Sabemos que va a haber mayor tiempo de pantallas, pero se puede moderar y utilizar parte de ese tiempo en otras rutinas. Otro tipo de juegos, concentración en alguna tarea”.
* Generar una cena o actividad “especial” en familia. “Organizar una rutina que corte con la rutina y genere placer, como viernes de pizza y pelis, o martes de actividades artísticas. Ayuda mucho al bienestar, tanto de los chicos como de los adultos”.
* Hablar de lo que está pasando. “Utilizando un lenguaje comprensible según la edad, pero poniendo el acento en que se trata de un momento, largo pero un momento que va a pasar, puede que no tan rápido como nos gustaría, pero que va a mejorar.
* Intentar no utilizar expresiones negativas delante de los chicos, no poner el énfasis de la mirada sobre los aspectos que nos enojan o preocupan como adultos.
* Validar, entender lo que los chicos sienten y expresan que les pasa. “Es importante darles la razón. Es cierto que se aburren, pero se puede proponer alternativas para no aburrirse tanto, para pasarla un poco mejor”.
* No expresar permanentemente situación de hastío. “Eso, los chicos, lo maman y lo copian”.
Respetar las medidas sanitarias. “Los chicos comprenden la importancia de los cuidados y los automatizan más rápido. Esos son nuestros aliados”.
* Hacerles sentir que hay un adulto a cargo. “Dar la sensación de control dentro del descontrol. Tratar de mantener un entorno predecible dentro de la imprevisibilidad del contexto”.