El joven científico acaba de obtener un importante premio por sus aportes al conocimiento de la historia de la psicología y el impacto a futuro que puede tener su línea de trabajo. Es el primer argentino y el segundo latinoamericano en ser reconocido por la Sociedad Americana de Psicología.
Por Claudia Roldós
Desde chico fue curioso, “al punto de llegar a ser fastidioso”. Esa curiosidad, esa pasión por conocer, llevaron al doctor Catriel Fierro a dedicarse a la investigación en un campo que reúne varios de los temas que más le interesan: la historia, la filosofía y la psicología y que, además, le permite pasar horas sumergido entre libros, papeles y papers, analizando, revisando, refutando y ampliando constantemente lo que otros investigadores han plasmado, a lo largo de los años.
Esa perspectiva de trabajo lo ha llevado a obtener varios reconocimientos. El más reciente es el premio “a la carrera temprana” otorgado por la División 26 de la Sociedad Americana de Psicología, referente de la especialidad a nivel mundial.
Este galardón, que por primera vez se otorga a un argentino -y por segunda vez a un latinoamericano-, se debe a sus aportes al conocimiento de la historia de la psicología y el impacto a futuro que puede tener su línea de trabajo.
Fierro es licenciado en psicología por la Universidad Nacional de Mar del Plata y realizó su doctorado en la Universidad Nacional de San Luis. Es docente en la cátedra de «Historia Social de la Psicología» de la Facultad de Psicología de la UNMDP y forma parte del grupo de investigación «Historia, Enseñanza y Profesionalización de la Psicología en el Cono Sur».
Como investigador, finalizó una beca doctoral del CONICET sobre la alfabetización histórica de los estudiantes de psicología argentinos y latinoamericanos y los orígenes y el desarrollo de los programas de psicología en las universidades argentinas desde 1955 hasta 2018.
Actualmente, con una beca posdoctoral del CONICET está realizando un trabajo histórico sobre los orígenes y el desarrollo temprano de la psicología de Carl Rogers.
“Exponer y debatir con colegas es lo más entretenido y divertido que tiene investigar” confió Fierro en una charla con Bacap en la que profundizó sobre los temas que desarrolla.
Este «Premio a la carrera temprana» se otorga a jóvenes historiadores y doctores con menos de 40 años de edad. Con 29 años, la División 26 ha considerado que “ha realizado contribuciones significativas» en el campo de la historia de la psicología.
En palabras del presidente de la División,Russ Kosits, hace referencia a su investigación de grado valorando que “combinó un enfoque socio-bibliométrico estrictamente estadístico con un análisis histórico cualitativo” que “ha contribuido de manera sistemática a una interpretación crítica e histórica de los problemas recientes y actuales de la psicología argentina” y que lo llevó a ser el primer psicólogo argentino en ganar el Premio Antonio Caparrós, que otorga anualmente la Sociedad Española de Historia de la Psicología al mejor trabajo en español sobre historia de la ciencia. Esta tesis será publicada como libro.
Además el referente lo califica como “un académico muy productivo, con más de 50 artículos publicados en revistas científicas revisadas por pares”, por lo que concluye que “tenemos motivos suficientes para confiar en que Fierro seguirá contribuyendo a la historia de la psicología en el futuro próximo».
Proyecto
Emocionado por el galardón, el científico explicó que “es, en esencia, una distinción a mi carrera como historiador, por mis aportes hasta ahora y por lo ‘prometedor’ que a futuro resulta mi proyecto de investigación actual. Este premio no involucra una invitación oficial a un simposio o congreso. Tampoco conlleva financiación adicional ni un contrato docente. A nivel indirecto, sin embargo, tiene varios beneficios: fortalece mi curriculum, supongo que en el futuro debería ser una credencial importante llegado el caso que me presente en un concurso docente transparente y basado en méritos. Además, se espera que el premiado asista a la ceremonia de premiación en el próximo congreso de la Sociedad de Historia de la Psicología de la American Psychological Association, que será en Minneapolis, Minnesota, en 2022, cosa que pretendo hacer, si llego a tiempo a sacar la visa” valoró.
En tanto reconoció que “ se espera que el premio funcione como estímulo para que continúe participando en congresos y publicaciones científicas, para comunicar y socializar los resultados del proyecto que consideraron promisorio, cosa que también planeo seguir haciendo, con o sin premio. Exponer y debatir con colegas es de lo más entretenido y divertido que tiene investigar”.
Mejores profesionales
– ¿Podés explicar cómo ese mayor conocimiento y la perspectiva histórica redundan en una mejor atención de la salud mental de las personas?
– No puedo dejar de ver que mi trabajo hoy, está emparentado simbólica y literalmente con lo que hicieron mis colegas hace 20, 40, incluso 100 años. Estudiar historia es reconocer, aceptar y por supuesto evaluar esa herencia, ese pasado. Creo que sólo un profesional que evalúa de forma crítica (desapasionada, ecuánime, incluso resignada) sus ideas y sus herramientas es un profesional en el sentido estricto de la palabra. Lo que diferencia a un profesional de un charlatán, es su disposición a la crítica y revisión constantes, su rechazo a justificarse en la tradición y en la inercia del ‘porque sí’. La historia es un ladrillo fundamental en la edificación de esa disposición crítica. Así que, en mi cabeza al menos, la historia de la psicología sirve para formar y entrenar mejores profesionales, lo cual siempre va a redundar en mejor atención de la salud mental de los consultantes.
– ¿Eso de «despejar mitos y errores» que comentaste en Selficiencia? ¿Cuáles son algunos de esos mitos y errores?
– En psicología es usual que los profesionales, en particular los que se aferran con ambas manos a una teoría singular, usen distorsiones históricas para darle prestigio o fundamento a sus propios argumentos. Conductistas que se fanatizan y usan la obra de los primeros investigadores en psicología animal como Watson, Pavlov o Thorndike como decorado para justificar directa o indirectamente sus posturas, o psicoanalistas que se desviven por mantener impolutas las ‘verdades freudianas’ y así justificar sus propias ideas y acciones, o rogerianos que viven amparándose en frases de Carl Rogers para darle ese hálito de fidelidad a sus prácticas cuando en realidad son recortes aislados, descontextualizados y sin ningún trabajo sistemático sobre las fuentes primarias.
Sería como un ‘copypaste’ con función fuertemente ideológica. Ahora bien, como la historia es extremadamente compleja, y como sólo los especialistas la dominan en detalle, a decir verdad la mayoría de lo que escuchamos decir sobre la historia de la psicología, en especial en los medios de comunicación, es un mito o un error.
Yo ahora con mi proyecto posdoctoral me centro en los orígenes de la psicología clínica, que nace como campo en Estados Unidos entre 1890 y 1920 y se consolida entre 1920 y 1940. Y en este campo hay muchos de esos mitos. La idea usualmente escuchada de que Freud fue el primer psicoterapeuta, por ejemplo, desconoce la obra de psicólogos y psiquiatras previos y contemporáneos a Freud, que fueron clínicos igual o más que él.
Freud ¿psicólogo científico?
Otra más arriesgada pero que sostenían y sostienen muchos psicólogos argentinos (por ejemplo el psicoanalista argentino Roberto Harari) es que con Freud “se inaugura la psicología como ciencia”, como si Freud fuera el primer psicólogo científico, lo cual es insostenible e implica desconocer el 95% de los procesos históricos en psicología y ciencias afines.
También hay exageraciones: la idea de que todos los tests de inteligencia tenían presupuestos racistas, o de que todos los psicólogos estaban a favor de la segregación social e incluso la eugenesia…
Hay distintos tipos de mitos: exageraciones, minimizaciones, parcializaciones, celebraciones. Pero todos consisten básicamente en lo mismo: recorte, distorsión y pereza intelectual, o desinterés al no evaluar la sustancia de lo que se dice.
En nuestro trabajo, que es sostenido y minucioso, los historiadores usualmente encontramos que la realidad sugiere posturas más intermedias, narrativas más equilibradas, y procesos más sensibles que lo que proponen esos ‘mitos’. Y es parte de nuestro trabajo como historiadores evaluarlos, exponerlos y refutarlos. Yo, al menos, encuentro ese trabajo divertido, satisfactorio y fascinante.