¿Puede un libro hacerte pensar, reír, aprender y cuestionarte todo? Sí: «El Gran Deleuze. Para pequeñas máquinas infantes».
Por Alejandra Bertolami
El escritor marplatense, Matías Moscardi logró acercar la filosofía y la mirada de Guilles Deleuze, en un libro fascinante apto para todo público infante de 1 a 100 años.
Moscardi es un multifacético personaje oriundo de Mar del Plata que trabaja en el Conicet y, además, publicó ocho libros de poesía, tres novelas y hasta un estudio que le otorgó el título de Doctor en Letras. Actualmente, se encuentra terminando nuevos proyectos pero, en todas las librerías se puede encontrar «El Gran Deleuze. Para pequeñas máquinas infantes» su último libro que, entre letras y consignas, se fusiona con las grandes ilustraciones de Aruki, para cautivar a los pequeños y grandes lectores.
Ida y vuelta para Bacap:
– ¿Cómo surgió la idea de escribir un libro de filosofía basado en Deleuze? ¿Cómo fue el proceso de creación?
– Surgió como un juego: narrar los conceptos de Deleuze con la voz de un dibujito animado. Empecé por la lección del rizoma, con la escena en donde hay un embrollo de hilos de lana en la casa. Cuando éramos chicos, con un amigo, hacíamos eso: agarrábamos hilos de lana y enrollábamos todos los muebles y las cosas, a tal punto de que no se podía ni entrar en la habitación. Y en esta escena ya está el libro: el concepto transformado en consigna lúdica, en actividad, en experimento.
El concepto ya no es algo a entender sino algo por hacer: implica materiales, movimientos, un espacio que se transforma en espacio conceptual. El proceso de escritura tuvo que ver con eso: escuchar esa voz de dibujito animado hablando de El Gran Deleuze, un mago de dos cabezas cuya vida diaria no es muy interesante pero que, como contraste, crea unos conceptos, unas pecideas, que hacen de su vida una aventura. Por cada concepto, había que imaginar juegos, experimentos, libros y películas que vinieran a funcionar como plano de inmanencia, como mar de pecideas, para vivir el concepto, experimentarlo, zambullirse en el concepto filosófico.
Detalles de la publicación
– ¿Qué conceptos asociados a Deleuze se pueden encontrar en el libro?
– Son nueve principales: la filosofía, las multiplicidades, los rizomas, las máquinas, la rostridad, el devenir animal, el nomadismo, los ritornelos y lo molecular. Después, al pasar, también se mencionan los agenciamientos, la territorialización, la desterritorialización y la reterritorialización.
Esos conceptos también vienen acompañados de otros propios: las pecideas (los conceptos), el mar de las pecideas (el plano de inmanencia), las lluviosidades y la lluviosofía, los parpagundos, e incluso de personajes: las máquinas infantes, los adultos adultizados, el perrósofo, la pulgósofa, el piojósofo. La idea es que los conceptos nunca estén solos, sino rodeados e inmersos en un universo de ficción que los reciba y los potencie de una manera singular, para ser proyectados sobre ese mundo de referencias de la literatura infantil.
«Como sucede en Peter Pan, la poderosa magia filosófica de EL GRAN DELEUZE es la espada fundamental para hacer esgrima contra los piratas adultos, que desean una única cosa: ADULTIZAR nuestro pensamiento y nuestra imaginación» expresa el escritor al comienzo del libro.
– ¿Consideras que es un libro para (casi) todas las edades? ¿Cual es la diferencia entre ser una máquina infante o un adulto adultizado?
– Creo que la literatura inventa siempre un tipo de lector. La edad es una noción que viene de otro lado: el mercado, lo jurídico. Pero la literatura no toma sus fuerzas de ahí. Se desentiende de todo eso. En el título del libro está el lector: las máquinas infantes. Las máquinas infantes no son niños o niñas, son sujetos que están conectados con lo infantil, que mantienen algo de esas conexiones en sus modos de ser, de existir, de relacionarse con los demás, de pensar y sentir.
Los adultos adultizados, en cambio, han roto para siempre esas conexiones: son personajes binarios, ordenados, efectivos, mandones, aburridos, consumistas, retones, burlones, egoístas e individualistas. Una máquina infante no sabe nada de edades: puede tener 1 o 100 años. Son máquinas de juego, de afecto, de risas, de amor, de preguntas, de multiplicidades y rizomas (nunca de sustantivos individuales ni de raíces o arbolitos). Las máquinas aman las conexiones: nunca son una sola, son siempre muchas. Se amistan, se amigan, hacen agenciamientos: un agenciamiento es cuando una máquina se conecta a otra y forma una nueva máquina. En tanto necesitan de sus agenciamientos, las máquinas infantes son siempre colectivas.
«Las máquinas infantes no son niños o niñas, son sujetos que están conectados con lo infantil, que mantienen algo de esas conexiones en sus modos de ser, de existir, de relacionarse con los demás, de pensar y sentir».
– ¿Qué importancia tiene para vos que un niñe comience a incursionar en la filosofía?
– Lo importante suele ser difícil de calcular. No creo que un libro se escriba porque haya algo importante que lo propulse. En todo caso, lo importante siempre es incalculable en el proceso de escritura. Cuando escribía el libro, por momentos, me invadía la sensación de estar haciendo algo banal, pueril, insignificante. Creo que a muchas personas que escriben les invaden estos afectos que tienden a inhibir la práctica de escritura, por medio de metas demasiado altas, metas importantes.
Entiendo que, para escribir, muchas veces hay que apostar a lo banal, a lo pueril, bancarse la insignificancia y seguir. Si el libro tiene o no un destino importante, poco importa para su escritura. En todo caso, quienes determinen esa importancia, serán las máquinas infantes. Creo que hay, sí, una necesidad expresada al comienzo: proponer una relectura inédita de Deleuze en clave infantil, un recorrido por su obra que haga hincapié en los puntos donde lo infantil aparece para socorrer a un concepto, para terminar de darle forma a un pasaje.
– ¿Te gustaría escribir un libro de este estilo sobre otro filósofo?
– No sé si es posible realizar la misma operación con otro filósofo. Tengo la sensación de que solo funciona con Deleuze, y que solo puede hacerse una vez. Pero quizás me equivoque.
– ¿Tenés algún proyecto nuevo de literatura?
– Siempre estoy escribiendo muchas cosas y leyendo muchas otras al mismo tiempo. Tengo un libro de ensayos sobre clásicos infantiles. Con mi amigo Andrés Gallina estamos escribiendo un libro sobre el mar, sobre la costa atlántica.
Tengo una novela familiar avanzada, pero que todavía no terminé y está un poco estancada; otra novela terminada, que es una sola frase de 130 páginas sobre un tipo que corre. Y el año que viene va a salir, también por Beatriz Viterbo, un libro-dispositivo-juego, hecho de cientos de preguntas (algunas inventadas y otras tomadas de la literatura), todas puestas unas atrás de las otras, con algún resabio de autobiografía en clave interrogativa. No hay ni una sola afirmación. Abras donde abras: preguntas y más preguntas.