La presión que a veces ejerce el entorno más cercano sobre los chicos que juegan al fútbol suele ser contraproducente. El psicólogo especialista Germán Diorio nos ayuda a comprender esas conductas y los problemas que pueden generar en el desarrollo del niño.
Por Víctor Molinero
Juan Francisco tiene 8 años y juega a la pelota. Dicen que lo hace muy bien. Por ahora se divierte cada vez que va al club a «patear» con sus amigos. Sin embargo, pese a su corta edad, en su entorno se evidencia una expectativa desmedida con respecto a su futuro profesional en el fútbol. Al punto que han decidido apuntalar su crecimiento futbolístico con herramientas propias de un profesional. «Juanfran tiene un preparador físico personal y hasta su familia dispuso del asesoramiento de una nutricionista para que se vaya moldeando el cuerpo de un deportista de élite.
Inclusive alguna vez el chico tuvo que perderse el cumpleaños de un amigo porque al otro día tenía «un partido importante». Casos como el de Juan Francisco abundan en Mar del Plata. La mayoría no llega al profesionalismo futbolístico. Muchos de ellos, de hecho, deciden dejar de «jugar» mucho antes, agobiados por la presión familiar.
Para intentar descifrar estas conductas que tanto daño le hacen al crecimiento de los niños, Bacap consultó a Germán Diorio, psicólogo especialista en deportes y manejo de grupos que ha escrito libros como «El psicólogo del club» y «Los tres partidos».
Germán, que también hizo durante años trabajos periodísticos en TyC Sports, tiene además una gran experiencia laboral vinculada a la psicología en clubes. Por caso trabajó en 2011 con el plantel profesional de básquetbol de Quilmes en esta ciudad. Y se desempeñó en Obras Básket, Vélez Sarsfield, San Martín de Corrientes y en Oberá Tenis Club. Sin dudas, una voz autorizada sobre el tema de las presiones que muchas veces reciben los chicos y chicas a edad temprana, aún cuando sus padres tengan las mejores intenciones.
Presiones negativas
– ¿Ves en tus consultas que cada vez es mayor esa presión negativa que ejercen algunos padres sobre sus hijos?
– Sería injusto y hasta pecaría de impreciso si dijera que, en las consultas, lo que se ve es solamente el exceso marcado de presión. Si está claro que antes, digo 15 años atrás, los padres no acudían al consultorio del psicólogo a traer al chico o la chica para trabajar algunas cuestiones que tengan que ver con lo mental buscando ayudar a potenciar su desarrollo o salir de un pozo. Pero, que los padres se preocupen por lo mental, muchas veces te permite indagar algunas cuestiones que se ven no solo en la consulta sino también en la vida del club, donde sí está claro que muchas veces el entorno próximo que acompaña, generalmente los padres, suele ejercer un acompañamiento no del todo beneficioso para el chico.
Desde hace tiempo que vengo trabajando el tema de charlas para padres, de aprender a acompañar efectivamente. Porque muchas veces, como padres, pensamos que estamos acompañando bien y en realidad, sin querer, con las mejores intenciones aún, estamos sobrecargando de presión a un chico o una chica que por su edad temprana y su desarrollo evolutivo emocional no está en condiciones de percibir o de recibir adecuadamente ese estímulo.
– ¿Esa presión se puede atribuir sólo al contexto económico y la necesidad de algunos padres o también es un poco la proyección que hacen algunos adultos para intentar cumplir aquellos objetivos que no pudieron o no se animaron a encarar en su momento?
– Se dan las dos cosas. En el fútbol o en deportes en los que inevitablemente, por un contexto social, la familia busca potenciar una salida económica si. Pero en Argentina es más del fútbol. Generalmente no hay familias que se «salven» con un hijo o una hija basquetbolista o tenista salvo honrosas excepciones. Ni hablar de otros deportes como handball, vóleibol, atletismo, etc. Se trata del placer de acompañar y ver que nuestros hijos cumplan sus metas y si, en muchas casos, trabajando el famoso concepto de la proyección (proyectar mis anhelos, mis frustraciones o las cosas que no pude alcanzar) en nuestros hijos. A veces se lo ve desde un punto de vista negativo y no es tan así.
No hay que poner a los padres como villanos. Lo que habría que hacer, como tuve la fortuna de poder trabajarlo en algunos clubes, es apoyar y darle formación a los padres para que puedan hacer un acompañamiento más sano. Porque sino llegamos al extremo, que he escuchado en charlas entre colegas y en algunos departamentos de divisiones menores, de que es preferible un padre ausente a uno muy presente.
Las consecuencias
– ¿Qué consecuencias puede tener un chico que sufre esa presión de su entorno?
– La consecuencia más evidente apunta a cuestiones de rendimiento y tiene que ver con que la presión, o el exceso de presión, trabaja directamente en contra de lo que debería ser el disfrute de un proceso de aprendizaje, de un proceso competitivo, de un proceso social. Cómo debería ser el deporte a edades tempranas. El tema de la carrera viene después. Pero muchas veces nos encontramos con chicos de diez años marcados para hacer una carrera. O por la familia, o por el entorno del club. Me ha tocado muchas veces trabajar con chicos que llegan a los 14, 15 o 16 años y dicen «mi sueño es ser profesional» y después de un tiempito de trabajo se dan cuenta que sus sueños van por otro lado.
Los chicos muchas veces ni siquiera eligen el deporte que practican. Lo elijan mamá y papá o lo eligen las circunstancias. Tampoco eligen cómo lo quieren practicar. Entonces el profe dice «tiene condiciones», papá y mamá se suben a ese carro y empezamos a potenciar lo que debería ser una carrera exitosa en base a las condiciones que nos dijeron que tiene nuestro hijo/hija. Y tal vez nuestro hijo/hija solo quiere hacer deporte para hacer amigos. Muchas veces no nos tomamos el tiempo de escucharlos o de preguntar. Por aquello de «yo se lo que es mejor para vos». Y en muchos casos ese exceso de presión termina con que el chico o la chica termina haciendo abandono temprano de algo que hasta podría haberlo llevado a un nivel de desarrollo importante.
– En Mar del Plata sucede mucho que, aún teniendo un club en la ciudad como Aldosivi que juega en primera, muchos padres prefieren que sus hijos vayan a pensiones de clubes de Buenos Aires, Córdoba o Rosario porque tienen «mayor proyección futbolística», sin reparar en el desarraigo o el sufrimiento que puede tener ese chico en el día a día lejos de su familia y amigos
– El tema es complejo por diferentes razones. Una de ellas es que «nadie es profeta en su tierra». Entonces uno a veces busca fuera que le den, en ese supuesto anonimato, un poco más de dedicación de la que recibiría por el preconcepto si se quedara en el equipo de la ciudad. Otra veces existe el preconcepto de que en Buenos Aires o en tal lugar forman mejor entonces es llevar al chico a la mejor «universidad» -por decirlo de alguna manera-.
Claro que se pierde mucho de vista el tema del desarraigo que es importantísimo. Porque me ha tocado trabajar en pensiones en las que se trabaja bien y aún en esos lugares donde se trabaja bien, nunca el chico tiene cubierto todo lo que debería tener desde el punto de vista afectivo. Porque se está separando de su entorno natural, en muchos casos de sus amigos, de la familia y tiene que vivir en situaciones diferentes, adelantando algunos procesos madurativos. A veces funciona bien y otras no tanto. Pero no hay una fórmula exacta para todo esto. Hay que tratar de ver qué aplica en cada situación. A veces el desarraigo es importante porque genera maduración o porque vas a un lugar en el que sí te van a formar mejor y otras veces no es necesario. Cada persona es un mundo y cada realidad amerita un análisis distinto.
Nivel formativo de los entrenadores
– En las divisiones formativas de los clubes, en muchos casos, los entrenadores carecen de una formación adecuada. Están ahí porque son exjugadores del club. ¿Esa falta de «especialistas» también atenta contra la salud mental del chico?
– Desgraciadamente el nivel formativo de los entrenadores, no sólo de fútbol, y no sólo de divisiones menores, en muchos aspectos termina siendo corto. Porque sucede esto que al buen jugador o al exjugador se le da una categoría para sostenerlo, como un premio o porque se entiende que corresponde y que esa persona podría formar. Y en realidad el oficio de formador es muy importante porque es hacer docencia. Y si tanto hablamos de los problemas de la educación en Argentina el deporte no le escapa. Lo que pasa es que se trata de talento y el talento se impone.
Con mejores formadores podríamos tener, en todos los aspectos y en todos los deportes, deportistas mejor preparados. El punto es que por lo general el nivel formativo carece de algo que para nosotros los psicólogos es importantísimo y tiene que ver con el costado humano. Hoy incluso en primera división no hay entrenadores preparados para trabajar con autoridad científica con los millennials o centennials. Entrenadores que todavía están protestando por la falta de compromiso o porque no entienden a estos pibes de hoy. Y bueno, es parte del proceso formativo. Te tenés que preparar para poder trabajar con chicos de las nuevas generaciones. Y ni hablar cuando eso sucede en divisiones formativas.
Entrenadores, por citar un ejemplo, que fueron formados en una época en la que el bullying era algo folklórico y era bien visto, y hasta era algo motivante; y hoy ese tipo de conductas generan una sensibilidad y generan rupturas. No porque los de ahora sean más «blandos» que los de antes sino porque cambió el mundo. Y cómo cambió el mundo hay que adaptarse y hay que adaptar la educación. Por eso el tener un departamento de psicología como en algunos clubes en los que me ha tocado trabajar y formarlo, es importantísimo. Para nutrir a los profesores y cubrir esos vacíos de formación.
Para contener a los entrenadores en casos en los que no pueden manejar alguna situación, para tratar de ir trabajando y conociendo y dándole contención y formación a los chicos. Si da el tiempo también para trabajar con los padres. Por eso nosotros, en los distintos procesos en los que me ha tocado trabajar siempre apuntamos a fortalecer las estructuras y generar departamentos de psicología que trabajen en el área formativa y de contención. En todos los aspectos que tienen que ver con lo humano en una época tan convulsionada como esta necesita tanto de este apartado. Porque después las crónicas periodísticas hablan de cuestiones humanas o de cuestiones psicológicas sin entender la profundidad de lo que realmente sucede.