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noviembre 21, 2024
Lo de Acá

Leandro Ramella, profeta en su tierra y en la ajena

Es el primer marplatense en obtener el título de la Liga Nacional de Básquetbol como coach de Quimsa de Santiago del Estero, pero también supo brillar en Quilmes y en Peñarol.

Por Florencia Cordero

 El entrenador nacido en Mar del Plata se consagró campeón en la principal categoría del básquet argentino con Quimsa de Santiago del Estero y alcanzó el máximo logro de su carrera. Antes de desembarcar en suelo santiagueño había sido elegido el mejor técnico de la temporada pasada cuando llevó a Peñarol a Playoffs en 2022 tras cuatro años de ausencia en la postemporada y en 2013 había obtenido el ascenso de Quilmes a la Liga Nacional, donde llegó con el «tricolor» hasta la Final de la Conferencia Sur en 2015.

El gesto de Ramella en su rostro con su clásica expresión de tranquilidad (aunque la procesión vaya por dentro) marcaba un notorio contraste con la ebullición de los hinchas santiagueños desde los cuatro costados de un colmado Estadio Ciudad que ya paladeaba el sabor de ser campeón.

Su cuerpo técnico y todo el plantel ya celebraba durante los últimos minutos del partido decisivo en el que Quimsa aplastó a Boca 77-51 para imponerse 4-1 en la serie y lograr el título después de haber perdido dos finales de manera consecutiva. Nadie contuvo el festejo, pero recién cuando sonó la chicharra final, Ramella empezó a disfrutar y su cara se iluminó con una sonrisa desde el alma cuando cargó a su hija en brazos. Después se unió a los festejos con su equipo para recibir la Copa de Campeón y el desahogo fue total ante la alegría de más de 5.000 personas. 

Hoy todos los focos están sobre su figura porque pasó a integrar ese grupo destacado de entrenadores campeones de Liga Nacional después de hacer un excelente trabajo en Quimsa de Santiago del Estero, el poderoso equipo que lo contrató en febrero y con el que selló 23 triunfos (solo 4 derrotas) con récord 10-1 en Playoffs. Al frente de un plantel con altas aspiraciones, Ramella aplicó todo su bagaje profesional, su conocimiento del juego, su compromiso con la competencia y un liderazgo sereno pero muy firme que le dio la autoridad necesaria para hacerse dueño de la temporada.

 En una clara muestra de su humildad, lo primero que mencionó Ramella ya erigido como campeón de la Liga fue el recuerdo de sus pares entrenadores que lo acompañaron en el camino desde sus inicios en su ciudad natal. «Cuando uno consigue estas cosas, aumenta la sensibilidad. Me vienen muchos recuerdos. Mar del Plata es especial. Muchos entrenadores, mucha gente que me ha ayudado. Cuando era chico iba a ver a Juan Lofranocómo dirigía las selecciones de Mar del Plata. Quería aprender. Me encantaba. Estaba el «Gallego» De Paz, lo iba a ver porque quería aprender de él. Y, obviamente, mi tío Osvaldo Echevarría. Me acuerdo de Guillermo Narvarte que salió de mi club y yo lo miraba. Hizo un recorrido que me hace pensar que yo quería hacer algo parecido. Pienso en Luis Fernández que me hizo abrir mucho la cabeza y me ha ayudado mucho a crecer cuando salí de Kimberley», rememoró emocionado con los sentimientos a flor de piel tras su consagración.

Pero especialmente surge el agradecimiento y un recuerdo siempre presente para el inolvidable Osvaldo Echevarría, formador de entrenadores y jugadores de Kimberley y de Peñarol (Campazzo, Mata, Safar, entre otros) que además de ser un referente deportivo de Ramella, era parte de su familia. «Era mi tío y mi padrino. Fue quien me acercó al básquet. En su casa se respira básquet. Vivía adelante de la casa de él y en el patio del medio jugábamos con mi primo al básquet. Él me metió en esto. Era una persona muy exigente y a mí me hizo formarme así, con mucha exigencia. Me enseñó mucho sobre cómo trabajar, la responsabilidad y la exigencia, más allá de los contenidos vinculados con el básquet. Creo que estaría muy contento él con todo esto. Por suerte pude compartir el último año en Peñarol con él y un Campus que hicimos juntos. Él estaría muy contento», comentó visiblemente conmovido.

Un título que corona 

El título de campeón corona una carrera brillante, pero Ramella destaca el camino recorrido más que el logro en sí mismo: «Nunca el objetivo principal fue dirigir hasta salir campeón. Siempre digo que el básquet me dio muchísimo deportivamente. Afectivamente también. Dirigí las tres categorías profesionales: la B, el TNA y la A. En las tres me han elegido mis colegas como mejor entrenador. Ascendí en la B, en el TNA y ahora me toca ganar la Liga. Es demasiado. Uno toma decisiones para intentar que le pasen estas cosas, pero no siempre pasa. Hay entrenadores que hacen todo bien durante mucho tiempo y las cosas no se dan. Seguramente hay una cuota de suerte. Estoy más que agradecido a lo que el básquet me ha dado deportivamente».

Finalmente, el flamante coach campeón del básquet argentino habló de su futuro y, aunque ya está confirmado que seguirá en Quimsa, aparecen objetivos diversos en el horizonte: «A mí me gusta mucho dirigir Liga Nacional y en un club como Quimsa que juega torneos internacionales el desafío es grande. Irse afuera es siempre una opción y lo tomo como una posibilidad más. No me muero por irme afuera pero no lo descarto, siempre y cuando la situación laboral sea mejor que acá. Ojalá algún día pueda volver a enseñar y estar con chicos en mi club, Kimberley, al cual quiero y amo y es donde me desenvolví y crecí como deportista y me formé como persona».

Y así es como Leandro Ramella se fue ganando el reconocimiento del mundo del básquet desde sus comienzos. Trabajando día y noche para mejorar, con perfil bajo, sin declaraciones grandilocuentes y con mucha dedicación, fue forjando su forma de liderar y convencer. Salir campeón no era necesario para legitimar su capacidad como profesional, pero sin dudas hace justicia con un recorrido esforzado, de mucha entrega y de gran desgaste mental y emocional que hoy tiene su merecida recompensa.   

Pequeñas grandes satisfacciones más allá de los resultados

El éxito deportivo está a la vista, pero Ramella también atesora otro tipo de logros «invisibles» como los mensajes que recibe de chicos que dirigió en inferiores y que le agradecen las enseñanzas de vida o, en otro orden, como cuando fue convocado por Rubén Magnano, el prestigioso entrenador de la Generación Dorada, para sumarse a su cuerpo técnico en la selección nacional de Uruguay en 2018. En ese momento muchos se sorprendieron porque no tenían entre ellos una relación previa profesional o personal. Sin embargo, el mismo Magnano explicó de manera simple por qué lo eligió para su staff: «No lo conocía personalmente. Lo vi trabajar». 

 La difícil misión de ser exitoso tanto en Quilmes como en Peñarol

El entrenador surgido en Kimberley, iniciado y guiado por el gran maestro, su tío, el histórico formador, Osvaldo Echevarría, ya demostró con creces su capacidad como conductor cuando le tocó estar al frente de los equipos marplatenses. 

Antes del desafío de recuperar la plaza de Liga A con Quilmes en el Torneo Nacional de Ascenso 2012-2013, pasó por Villa Ángela de Chaco, San Martín de Corrientes, La Unión de Formosa y Libertadores de Querétaro (México). No sólo obtuvo el ascenso con el «cervecero» sino también pudo mantener un buen rendimiento en la Liga Nacional hasta llegar a competir en la final de la Conferencia Sur y quedar entre los cuatro mejores de la elite en 2015.

Antes de su llegada al básquet uruguayo como coach de Aguada, tuvo un exitoso paso por Peñarol la temporada pasada y le devolvió la ilusión al hincha acostumbrado a celebrar títulos en otras épocas. Dejó al equipo en el cuarto puesto de la Fase Regular y logró una identificación con el plantel que contagió a los seguidores que volvieron a disfrutar de ir a la cancha para sentirse orgullosos de la identidad «milrayitas«.   

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