Por Florencia Cordero
A sus 27 años, Azul Benítez vive un presente soñado en el vóley: está en el radar de la selección argentina y es figura en la liga de Portugal. Pero más allá de su crecimiento deportivo, hay algo que no cambia: su corazón sigue anclado en Mar del Plata, su ciudad, su club, su familia.
“Hace poco volví después de años a pasar tres meses a Mar del Plata, y fue peor, porque después cuesta más irse”, cuenta entre risas. El arraigo a su gente, al club Mar Chiquita Vóley, y a los recuerdos cotidianos —“como ir a tomar mates a la costa con amigos”— siguen siendo un motor emocional para esta armadora que superó sus propios sueños desde que se inició en el deporte desde muy chica.
Azul empezó a destacarse a los 15 años en selecciones juveniles. Hoy, doce años después, se calza la camiseta de la Mayor con la misma pasión de entonces: “Estoy mucho más madura y segura de mí misma, pero la forma de vivirlo es la misma”.
Un camino con dificultades
Su camino no fue fácil. Salir de Mar del Plata fue un proceso difícil. Primero Buenos Aires, luego el salto al exterior: “Me costó mucho irme. Soy muy familiar. Pero sabía que en algún momento iba a pasar. Me ayudó que justo no tuvimos una buena temporada en River y me animé a salir”.
El destino fue Portugal, más precisamente Vitória de Guimarães. “Me encontré con un club que me encantó. Salimos campeonas, fue todo redondo. Además, la ciudad es muy pasional, como nosotros”, recuerda. Aprendió portugués, se adaptó a la vida europea y confirmó que estaba preparada para más.
En plena pelea por ganarse un lugar en la selección, reconoce que es siempre una prioridad pensar en Las Panteras. “Siempre fue mi gran sueño, incluso más que jugar afuera. Es un orgullo vestir esta camiseta”, afirma con emoción.
Mientras tanto, se prepara para una nueva etapa en Portugal. “Volveré a una liga que ya conozco, con muchas ganas de seguir creciendo”, adelanta.
En paralelo, valora la convivencia entre las ramas masculina y femenina dentro del vóley argentino: “Desde que tengo 15 años entrenamos todos juntos en el Cenard. Para nosotros es natural. Y está buenísimo que se dé así, no pasa en todos los deportes”.
No se olvida de sus raíces
A la distancia, Azul no olvida sus raíces. Habla con orgullo de Mar Chiquita: “Somos todos unos locos hermosos. Tenemos una bandera que dice ‘Solo entiende mi locura quien comparte mi pasión’. Y es así. Te contagian desde que llegás”.
A quienes hoy están empezando su camino en el deporte, les deja un mensaje directo: “Siempre hay que pensar que se puede. Hoy hay muchas más chances para los que salen de Mar del Plata. Hay que entrenar, trabajar y soñar en grande. Esta vida es hermosa y privilegiada”.
Con los pies en Portugal, la mente en la selección y el corazón en Mar del Plata, Azul Benítez sigue escribiendo su historia. Y lo hace como vive el vóley: con entrega, pasión y los valores que la formaron en su ciudad.
Más allá de los kilómetros recorridos, Azul lleva en cada paso el sello de sus raíces. “Mar del Plata es mi lugar en el mundo. Siempre quiero volver”, asegura. Y aunque hoy sus desafíos estén en Portugal y con la selección, cada vez que entra a una cancha, también juega por su gente, por su club y por ese amor al vóley que nació a orillas del mar.
“En Mar Chiquita nos enseñan a sentir la camiseta desde el primer día. Somos intensos, pasionales, y eso me marcó para siempre”, agrega Azul, con la convicción de quien sabe de dónde viene y hacia dónde va.